Madrid, (EFE).- Medio centenar de científicos de diversos países viajan a bordo del buque "Polarstern" para estudiar el efecto que la climatología de la Antártida tiene en su biodiversidad y determinar si la vida en sus fondos marinos responde o no a los patrones conocidos hasta ahora.
El equipo, que cuenta con ocho científicos españoles pertenecientes al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y dirigidos por José María Gili, está financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología de España y el Instituto Alfred Wegener de Bremerhaven (Alemania).
La misión del grupo de científicos es buscar explicaciones a la disparidad entre los paradigmas conocidos y la riqueza de la vida en la Antártida, objetivo que persiguen desde hace diez años, según explicó Gili a EFE desde el Mar de Weddell, donde actualmente se encuentra el buque.
Los investigadores parten del hecho de que los paradigmas antárticos, es decir que la vida se desarrolla intensamente en los veranos australes y se ralentiza el resto del año y que la temperatura bajo cero hace que el metabolismo sea más lento, no encajan con sus pautas de riqueza y producción biológica.
Con sus trabajos, han demostrado hasta ahora que los organismos dominantes en la Antártida tienen una actividad constante todo el año, es decir, que se alimentan, crecen y reproducen continuamente.
El estudio de los científicos se centra en un grupo de animales conocidos como suspensívoros bentónicos sésiles, es decir, que se alimentan de detritos orgánicos; son propios de los fondos marinos, oceanográficos o lacustres (bentos); y viven permanentemente unidos a una superficie.
Son los organismos más abundantes en las plataformas continentales antárticas y cubren extensiones de centenares de kilómetros con densidades muy elevadas.
Las distintas especies y grupos, desde esponjas a gorgonias, equinodermos (holoturias) y ascidias, son capaces de alimentarse con bacterias u organismos del fitoplancton y zooplancton.
Todos saben explotar con eficacia un sistema muy productivo gracias a los primarios autotróficos (los que necesitan luz, como las plantas o el fitoplancton) durante la primavera y el verano y a los heterotróficos (que no necesitan luz, como las bacterias y los protozoos), durante todo el año.
Lo importante en la Antártida es que mientras que los productores primarios autotróficos son activos durante la primavera-verano y otoño polares, los segundos son activos durante todo el año aunque no haya luz, un tipo de vida insólito en el resto de los océanos.
Los investigadores están convencidos de que ese tipo de vida ya existía hace más de 40 millones de años, justo cuando la Antártida occidental se situó en su posición actual y se congeló.
Por aquel tiempo, quedó parcialmente aislada del resto de océanos y estas comunidades biológicas quedaron a salvo de la última gran extinción que ocurrió en la Tierra a finales del Cretácico.
Durante los distintos periodos glaciares, el hielo ha ido barriendo con su avance la vida en las plataformas, pero eso también ha dejado a salvo el bentos antártico, gracias a que su peso ha hecho que las plataformas se fueran haciendo cada vez más profundas y el hielo quedase por encima de las mismas.