“No podemos avalar medidas económicas que atenten contra la situación económica de los más pobres”.
Humberto Roque Villanueva
Los legisladores del PRI han montado una abierta rebelión en contra de la coordinadora de los diputados del partido, Elba Esther Gordillo, por su propuesta de aplicar un IVA a alimentos y medicinas que subiría de 5 a 8 por ciento entre el 2004 y el 2006.
No asombra que los legisladores priistas se opongan a este aumento de impuestos, a pesar de que pueda ser compensado por una baja del 15 al 10 por ciento en el gravamen del resto de los productos. No hay nada más dañino para las perspectivas electorales de un político o de un partido que subir impuestos. Los electores sienten que los impuestos son un dinero que el gobierno les quita para desperdiciar en un gasto que no les beneficia en nada. El senador priista Humberto Roque conoce perfectamente bien el costo político de elevar un impuesto porque a él le tocó impulsar en la Cámara de Diputados —por instrucciones del entonces presidente Ernesto Zedillo— el alza del IVA del 10 al 15 por ciento que después los priistas responsabilizaron por sus derrotas electorales de 1997 y del 2000.
Pero si bien se puede aceptar la conveniencia política de no aumentar un impuesto, aun cuando se compense bajando a otro, es una hipocresía decir, como lo están haciendo los legisladores del PRI, que están rechazando la aplicación del IVA a alimentos y medicinas para defender a los pobres. La experiencia nos dice que la peor manera de combatir la pobreza es a través de subsidios de aplicación general. No se mitiga la pobreza exentando los alimentos y las medicinas de los ricos.
Las exenciones de impuestos o subsidios de aplicación general constituyen, en el mejor de los casos, un enorme apoyo a las clases medias y a los ricos. La mayor parte del gasto en medicinas y alimentos en la economía formal de nuestro país lo realiza el 60 por ciento más rico de la población. Algún beneficio de la exención llega a los más pobres, pero el porcentaje es relativamente pequeño e implica un desperdicio enorme de recursos que se utilizan para liberar de impuestos los productos que consumen los ricos. Aquellos que viven en la pobreza extrema, que es el 21 por ciento de las familias del país, no obtienen ningún beneficio de la exención porque operan casi exclusivamente en una economía informal y de autoconsumo. No compran alimentos en tiendas formales ni medicinas fuera de las instituciones públicas.
La manera más eficaz de combatir la pobreza es a través de programas de gasto público encauzados directamente a los más necesitados. Nuestra izquierda debería entender esto, ya que ésta es una fórmula aplicada precisamente por gobiernos de izquierda en otros países. Pero por razones populistas nuestros izquierdistas prefieren mantener un subsidio que favorece fundamentalmente a las clases medias y a los ricos.
En México todos los indicadores disponibles señalan que ha habido una ligera disminución de la pobreza extrema en los últimos años, lo cual es sorprendente porque ha tenido lugar en medio de un estancamiento económico. Una de las razones importantes ha sido el retiro de subsidios generalizados como los que se aplicaban a la leche y otros productos de consumo masivo y su sustitución por programas de apoyo encauzados directamente a los más pobres como Oportunidades, Progresa y Solidaridad.
Aplicar IVA a alimentos y medicinas eliminaría un subsidio a las clases medias que podría dedicarse a respaldar a los más pobres. Sin embargo, el beneficio más importante de una reforma fiscal que igualara el IVA al 10 por ciento en todos los productos sería el de facilitar el ingreso a la economía formal y promover empleos. Si bien ésta sería una medida fiscalmente neutra, ya que el aumento de lo recaudado en medicinas y alimentos se compensaría por la disminución del 15 al 10 por ciento en el IVA a los demás productos, la simplificación del sistema ayudaría a aumentar la recaudación. Si ese dinero se aplicara directamente a los más pobres —por ejemplo ampliando el programa Oportunidades— los beneficios para ellos serían mucho mayores que mantener la actual estrategia de subsidiar los alimentos y las medicinas de los ricos para supuestamente ayudar a quienes menos tienen.
Simplificar
Nuevamente la Suprema Corte de Justicia ha rechazado el impuesto sustitutivo al crédito al salario con lo que el fisco perderá miles de millones de pesos. La solución para el año que viene es eliminar las complejidades innecesarias del sistema fiscal y tener un impuesto sencillo que se aplique a todos los ingresos, monetarios o no. Esto evitaría los subsidios y créditos que hacen tan complejas nuestras nóminas.
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