Beirut, Líbano (EFE).- Korloff, el diamante negro más grande del mundo (88 quilates), reluce en una sala de exposiciones de Beirut, rodeada por unas faraónicas medidas de seguridad.
La legendaria y extraordinaria piedra preciosa se presenta por séptima vez a los ojos del público, después de haber desatado, con su extraño brillo, la admiración y la codicia de los miles de visitantes que la admiraron en Nueva York, Tokio, París, Dubai y Bahrein.
La leyenda cuenta que todo aquel que logra tocar a Korloff tendrá "suerte y prosperidad", algo que parece cierto solo en el caso de su propietario, Daniel Paillasseur, quien la presentó anoche a la sociedad libanesa.
Hasta la capital del Líbano ha llegado como "invitada" de la octava edición de la Feria de la Joyería de Beirut, que reúne a los mejores joyeros de Oriente Medio y atrae a las princesas más ricas de los países del Golfo Pérsico.
Paillasseur, asimismo director general de la empresa "Korloff Joaillier", explicó, en la presentación de su tesoro que "necesité 15 años antes de atreverme a mostrarlo por primera vez".
"Fue (en la ciudad belga de) Amberes, capital del diamante y actual capital europea de la Cultura. La exposición duró tres meses", explicó.
La leyenda del diamante se engrandece, además, con los grandes interrogantes que la envuelven, como a qué se debe su excepcional peso, o de qué manera llegó a manos de una familia aristocrática rusa, los Korloff Saponjnikoff, que le dieron su nombre.
"Poseemos pocos detalles. Incluso el ministerio ruso de Cultura no logró aclararnos ciertos puntos", afirmó Paillasseur, quien recordó que se sabe que la piedra procede de Siberia y que fue centro de una tormentosa historia antes de llegar a Europa en la pasada década de los cuarenta.
"Las grandes cosas deben quedar un poco secreto", añadió Paiselleur, antes de reiterar que Korloff "no está a la venta". "No toco mucho el diamante negro con mis manos. La felicidad es un bien muy preciado para abusar", apostilló.