POR MARÍA ELENA HOLGUÍN
EL SIGLO DE TORREÓN
TORREÓN, COAH.- El mercado Francisco Villa ha extendido por años su agonía, entre el olvido de quienes representan a la autoridad y la indiferencia de los propios comerciantes que lo ocupan.
En esa vieja esquina los olores se entremezclan: el de las hierbas de los negocios que casi nunca abren; el penetrante aroma a ganado del menudo de res que expenden las carnicerías; el de la comida que preparan las fondas cerca del mediodía; el de los pasillos que cada tarde se convierten en sanitarios de los parroquianos de los alrededores.
Lo que más se percibe es un clima de abandono y que hace parecer que cada negocio está a punto de desfallecer.
Los pisos de cemento guardan toda la fetidez acumulada, a pesar de que casi a diario se les lava después que los carniceros limpian las vísceras que venderán al siguiente día. Los techos de concreto en forma de curva tienen años con la misma pintura y ya muestran moho en las uniones con las estructuras de fierro que los sostienen.
Las paredes exteriores, de azulejo amarillo, están sucias y sólo sirven de pizarra para exhibir volantes con toda clase promociones, vacantes de empleo y ofertas que nada tienen que ver con los negocios del interior.
“Urge una decisión... si le estorbamos al gobierno para sus planes que lo digan; si piensan en nosotros, vienen y nos escuchan podríamos hacer algo”, exclama Francisco López Morquecho, dueño de la reparadora de calzado Francisco Villa, que por más de 15 años ha ocupado el local 104 del mercado.
A Francisco, la esperanza de que las cosas mejoren es lo que lo ha hecho mantenerse ahí, siempre a la expectativa de que quienes entran al mercado lleguen a su establecimiento.
El problema es que la mayoría de las veces, las personas que ingresan en busca de algún servicio o producto prefieren retirarse cuando ven que el grueso de los locales está vacío, o llegan a percibir los malos olores que los obligan a recurrir a otras alternativas.
“Quizá no tenemos que ofrecerles”, considera el comerciante a la vez que señala locales que junto al suyo, se han mantenido inactivos por años.
Con más de 40 años de existencia, el mercado Villa desentona con lo que le rodea: a unos pasos la presidencia municipal, calles que son objeto de mejoras y a unas cuadras del bulevar Independencia, fiel reflejo de la modernidad.
Buscar clientes en otro lado
Es sábado a mediodía, día y hora clave para el comercio en general, muchos de sus locales, aun con mercancía en su interior están cerrados; otros definitivamente están abandonados o los usan como bodega los de al lado.
Francisco López lo atribuye al desencanto que hay entre muchos comerciantes, desde que, en una administración municipal, se dijo que el mercado sería derribado para construir en su lugar una plaza cívica.
“La amenaza sigue presente entre muchos de nosotros; el desaliento es mayor cuando se vuelven a hacer comentarios de que un estacionamiento, una plaza... de ser así, decimos, entonces para qué limpiamos y arreglamos, si algún día nos van a quitar”.
Lázaro Gaytán, quien acompaña a Juana Tapia en el local de almuerzos y gorditas “Juanita”, señala que una gran parte de los dueños acude muy pocos días a la semana.
Una hierbería a un lado, otro local de plomería y uno más de adornos típicos de la ciudad, están cerrados porque venden poco y porque sus encargados salen a buscar clientela a otros lugares, porque al mercado entra poca gente.
A las fondas y puestos donde se vende comida, la suciedad de los alrededores les afecta considerable-mente.
“Nosotros nos esforzamos en preparar una comida limpia y que se antoje a la clientela, pero los locales que están abandonados y toda esta suciedad nos perjudica”, consideran.
Los parroquianos que se juntan afuera, amanecen tirados en los pasillos y eso es otro factor que ahuyenta a los consumidores.