Estaba prevista la presencia del presidente Fox en la comida que siguió al acto inaugural de la conferencia internacional con que se abrió a firma la Convención de la ONU contra la corrupción, el martes, en Mérida. Pero al concluir el discurso principal de aquella ceremonia, el Presidente se excusó y anunció que asuntos urgentes lo obligaban a volver a la ciudad de México.
Poco después de esa hora, mientras su esposo volaba de regreso a la capital, la señora Marta Sahagún de Fox fue oradora en la comida anual de la Cámara Nacional de la Industria de Desarrollo y Promoción de la Vivienda (Canadevi). Entre otras expresiones relativas a la situación nacional en su carácter de integrante de la pareja presidencial, formuló un anuncio críptico. Con el hoy reiterado, dijo era un día crucial para México. Se supondría que esa condición del martes, el ser un día crucial, había forzado la alteración del protocolo en la conferencia contra la corrupción. Si bien no era una reunión en la cumbre, es decir de jefes de Estado o de Gobierno y tampoco lo era necesariamente de alcance ministerial, lo cierto es que la cita de Mérida significaba la culminación de un esfuerzo internacional en que México participó de modo activo. La materia misma de la conferencia, el énfasis que desde su campaña ha puesto Fox sobre el tema, explicaban la presencia presidencial en la inauguración y en la comida subsecuente. De modo que sólo un acontecimiento excepcional habría justificado el súbito abandono del anfitrión a sus invitados. De seguro así lo comprendieron los delegados de 125 países que, de ser curiosos, habrán estado atentos a los medios informativos, la noche misma del martes o la mañana de ayer, para conocer qué poderosa causa hizo que se les plantara.
Y no encontraron nada. Aunque como el resto del público pudieron saber que el Presidente se reunió con Roberto Madrazo, Elba Ester Gordillo y Emilio Chuayffet, les quedó claro que el encuentro había sido matinal, previo a su vuelo de ida a la capital yucateca. De modo que Fox no retornó para ese efecto. Contradiciendo a su jefe, que literalmente habló de asuntos urgentes, el coordinador de radio y televisión de la Presidencia negó: “No hay ninguna urgencia, no hay ningún hecho fuera de lo normal”.
Quizá se esperaba que lo hubiera y la expectativa se frustró. Tal vez esa misma frustración condujo a una nueva falta de cortesía presidencial: se abstuvo de asistir a la cena a que lo convidaron los senadores panistas.
La aprobación de un dictamen en la Comisión de Hacienda, que no recoge la propuesta de ingresos enviada por el Ejecutivo, pero que contó con su asentimiento, provocó tal vez la esperanza de que el paquete de leyes impositivas pudiera salir el martes mismo de la Cámara de Diputados rumbo al Senado. Quizá la reunión matinal con los jefes priistas alimentó esa expectativa en el Presidente, que quiso estar en casa para festejar el largamente esperado acuerdo impulsado en San Lázaro por Elba Ester Gordillo. Pero, cualquiera cosa que se dijera en la mañana quedó contradicha por lo sucedido en la Cámara. El dictamen sólo será discutido hoy, y —salvo que se imponga una interpretación leguleyesca, chicanera— se discutirá también el voto particular de los miembros de la Comisión de Hacienda, que hace las veces de contrapropuesta. Entre ambas posiciones escogerán los legisladores, operación de la que también puede resultar una minuta que recoja puntos de una y otra, si es que son compatibles.
Si lo hubo, el intento de obviar la primera lectura y pasar a discusión de inmediato el dictamen sobre lo que quedó de la propuesta presidencial (que en Impuesto al Valor Agregado incluía una tasa única de diez por ciento, general en el país y para todas las operaciones comerciales, extremo que desapareció del documento legislativo), se frenó a partir de simples operaciones aritméticas. Acción Nacional necesita cien votos (o poco menos, según la asistencia en la sesión respectiva) para sacar adelante ese dictamen, que incluye un nuevo impuesto, semejante al antiguo sobre ingresos mercantiles. A pesar de la dilación deliberada en que ha incurrido el presidente de la Mesa Directiva, Juan de Dios Castro, para tramitar la decisión de la mayoría priista que depuso a Gordillo y encumbró a Chuayffet, lo cierto es que cada día se reduce el número de diputados que mantienen acatamiento a la dirigenta magisterial.
Claro que el verdadero tamaño de su corriente se conocerá sólo a la hora de votar, nombre a nombre. Pero hay manifestaciones ostensibles que permiten conocer que legisladores que no acudieron a la asamblea donde Chuayffet fue elegido y que constan en las actas que tanto trabajo cuesta revisar al Presidente de la Mesa Directiva, se han avenido a la realidad y engrosaron las filas chuayffetistas. Otros, más institucionales, lo harán en cuanto se disipe toda duda formal sobre su liderazgo, pues ellos responderán al coordinador, llámese como se llame, que forme parte de la Junta de Coordinación Política de la Cámara. En los breves lapsos en que Gordillo está en el recinto y aun en sus propias oficinas, la asistencia en torno suyo es muy escasa. Quizá sus seguidores llegan a sesenta. Aun diputados de entidades cuyo gobernador los induce a apoyarla — digamos, Miguel Alemán— desacatan la orden y no votarían con ella. Sobre todo, en este momento, porque su veleidad hace difícil establecer cuál posición favorecerá, pues ha estado con todas y a todas las ha tachado.