Se dio ya el caso, en el antiguo régimen, de un líder parlamentario que al concluir su misión legislativa ocupó la dirección de Banobras. A los diputados panistas, y a los militantes de ese partido en general, incluido el propio Felipe Calderón, que sientan menor la responsabilidad que el presidente Fox le confió a partir de ayer, les confortará recordar que el profesor Enrique Olivares Santana estuvo allí como en reserva, hasta que llegó el momento de ser secretario de Gobernación.
El nombramiento de Calderón deriva de un movimiento político del principal partido opositor. Tomás Ruiz González, director de aquel banco, renunció a su cargo para buscar una candidatura a diputado en el PRI, partido al que pertenece. Esa vacante permitió al Ejecutivo anticiparse a pagar un adeudo político antes de que se genere, como es el de dar destino político a Calderón, que el próximo 30 de agosto concluiría su trienio.
Dada la importancia de su responsabilidad en la Cámara, y su antecedente de líder nacional de su partido, se esperaba que recibiera una encomienda de primera importancia. No ha sido así, y sin embargo el movimiento lo fuerza a abandonar su papel de coordinador parlamentario un mes antes de que se inicie el último período de sesiones de la actual legislatura. La designación del líder implica una renuncia anticipada a todo esfuerzo por sacar adelante, en San Lázaro, alguna iniciativa de largo alcance, pues quienquiera que sustituya a Calderón dispondrá de menor fuerza negociadora que el ahora director de Banobras.
En sí mismo no es nada desdeñable la responsabilidad de encabezar ese banco. Más todavía: en la presente coyuntura electoral una adecuada gestión política del “banco del federalismo” puede ser útil para la propaganda presidencial, sin torcer de ningún modo la ley. Dada la misión del banco: favorecer la construcción de infraestructura en estados y municipios, la clientela de la institución está compuesta por gobernadores y alcaldes, lo que implica no sólo aplicar normas financieras sino aplicar criterios políticos. De hecho, por lo menos en dos oportunidades dirigieron el banco políticos de presencia notable: Jesús Robles Martínez fue director durante los sexenios de Díaz Ordaz y Echeverría, y a él le correspondió transformar el antiguo Banco Nacional Hipotecario, Urbano y de Obras Públicas, en el actual Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos. Antes había sido diputado y senador y un poderoso dirigente del magisterio y de la burocracia federal.
Olivares Santana, a su vez, había desarrollado una carrera importante cuando López Portillo le encargó el banco en 1976. Diputado, y gobernador de Aguascalientes después, fue el líder del Senado echeverrista. Y de la torre triangular de Taltelolco, la del carillón ahora silencioso donde despachó dos años y medio, pasó a Bucareli, en reemplazo de don Jesús Reyes Heroles. El hijo de este gran político veracruzano, del mismo nombre, seguiría años después un tránsito semejante, de Banobras a una secretaría de Estado, cuando en enero de 1996 ascendió a secretario de Energía, tras poco más de un año en el banco. (Otras dos veces al menos esa posición fue empleada para premiar o pagar deudas políticas: Jacques Rogozinsky fue director al concluir la privatización bancaria, de que fue operador principal; y José Luis Flores, por algún compromiso de Zedillo con Manuel Bartlett, compensó con ese nombramiento el que el diputado Flores no hubiera podido sustituirlo en el gobierno de Puebla).
Calderón carece de experiencia administrativa, aunque no de alguna preparación académica sobre la materia. Después de graduarse en la Escuela Libre de Derecho (donde fue contemporáneo de Ruiz González, a quien sustituye), cursó estudios de economía en el ITAM. Luego de presidir el PAN hizo en Harvard la maestría en administración pública. Su contacto profesional con la banca ha sido mínimo, apenas como miembro del departamento jurídico de Multibanco Comermex. Su trayectoria ha transcurrido, así, por entero en el partido en que virtualmente nació (su padre, don Luis Calderón Vega fue uno de los más entusiastas fundadores del PAN, y su cronista) y en la actividad legislativa: como asambleísta y dos veces diputado federal. Su influencia en el PAN hacía esperar a sus partidarios una posición más relevante en el gabinete. Pero la cuota panista en el primer grupo de los colaboradores de Fox se amplió ya con motivo de la renuncia de Jorge Castañeda: aunque de reciente adquisición, Luis Ernesto Derbez posee credencial albiazul, y es panista igualmente el secretario de Economía Fernando Canales. Y no parece próxima la posibilidad de nuevos relevos en ese nivel, a juzgar por la laxitud del criterio presidencial respecto de sus colaboradores: ¡mire usted que asegurar que Javier Usabiaga es el mejor secretario de Agricultura de la historia mexicana!
Se ha dicho a menudo que Calderón pretende la secretaría de Gobernación, y en más de una oportunidad, sin descuidar las formas, lamentó el mal rendimiento de la operación política, lo que equivale a hallar deficiencias en la actuación de Santiago Creel. Es inevitable que así sea (y por lo tanto la coyuntura tiene notable parecido con lo que ocurría en tiempos priistas), pero la integración de los equipos gubernamentales no se realiza sólo en función del servicio público, sino también a tono con las tensiones políticas en el partido que gobierna (aunque lo haga a medias, o a un tercio, como lo hace el PAN).