El miércoles trece fue un mal día para el senador Diego Fernández de Cevallos. La Comisión Permanente del Congreso de la Unión aprobó un acuerdo, demorado quince días por reparos del dirigente panista en el Senado, sobre la disminución del costo fiscal del rescate bancario. Y el mismo día fue presentada una iniciativa de reforma constitucional que todo el mundo entiende destinada a exhibir una práctica atribuida de modo paradigmático a Fernández de Cevallos.
Aparte la importancia intrínseca de los hechos a que se refieren, los dos movimientos reflejan la cuestionada posición del polémico dirigente en su bancada y aun en su partido. El momento estelar que el 2 de julio del 2000 significó para el partido en que milita desde muchacho (o desde la cuna, como se dice de los hijos de quienes fundaron el PAN) fue para Fernández de Cevallos el comienzo de una mala época. No mantenía buena relación con Vicente Fox. Al contrario menudeaban las expresiones mutuamente despectivas o incriminatorias. Y aunque allanaron públicamente sus diferencias, hace sólo unos meses que el líder senatorial se quejaba del “fuego amigo” que recibía desde Los Pinos, donde el huésped principal es el Presidente de la República.
Esos son dichos, que en política suelen tener efectos pero también pueden carecer de importancia sustantiva. Pero son más contundentes los hechos. Y uno que no deja duda de la disminución de Diego en su partido fue la eliminación de Antonio Lozano, su amigo y socio (diríase que su hechura) de la contienda por el liderazgo de la bancada panista en la próxima legislatura. El ex procurador general de la República (a cuya designación por el presidente Zedillo no fue ajeno Fernández de Cevallos) buscaba no sólo ser candidato a diputado, sino encabezar el grupo parlamentario en San Lázaro.
Pero la Presidencia de la República percibió el riesgo de que las dos fracciones en el Congreso quedaran, de ese modo, bajo el control de Fernández de Cevallos y se procedió en consecuencia: Lozano no figuró siquiera en la lista de candidatos y Fox prescindió de su secretario de la Contraloría para que dirija el grupo que hace diez años encabezó el propio Diego, época de donde deriva su bien colocado mote, El Jefe.
Esa, su experiencia legislativa y su condición de ex candidato presidencial, y su influencia en amplios segmentos del panismo determinaron que Fernández de Cevallos fuera designado hace tres años jefe de la bancada senatorial. Es probable que si sus compañeros hubieran tenido la última palabra (y no el comité nacional, como ocurre) el coordinador sería otro, Carlos Medina Plascencia, elección fácilmente explicable entre otros factores por el número de diputados de la anterior legislatura que lo tuvieron como líder y buscaban que esa situación de prolongara.
Medina Plascencia escogió quedar al margen de la bancada para no estorbar la dirección de Diego y eligió otras vías de desarrollo en su partido. Quiso presidirlo, pero Luis Felipe Bravo Mena lo derrotó y consiguió ser reelegido. Como una suerte de compensación y en pos de equilibrios internos, Medina Plascencia recibió la encomienda de coordinar la campaña electoral que culminó el 6 de julio, con un saldo adverso: el PAN tendrá medio centenar de diputados menos que en la legislatura que está terminando sus funciones. Y como ya se sabe que el triunfo tiene muchos padres pero la derrota es huérfana, se achacó al ex gobernador de Guanajuato esos deplorables resultados. Todavía pretendió Medina Plascencia que se le ratificara en su papel de organizador electoral para la tanda de comicios locales del año próximo (en que se elegirá a 10 gobernadores) pero su pretensión fue rechazada. Al parecer entonces volvió de nuevo sus ojos a Xicoténcatl, al liderazgo de su bancada.
Así lo indican las dos súbitas y sucesivas rebeliones que produjeron un mal día trece para Fernández de Cevallos. Primero, un importante número de legisladores buscaron que el PAN no quedara atrás de otros grupos que demandan la reducción del costo fiscal del rescate bancario y redactaron una propuesta para sumarla a las del PRI y el PRD que, con variantes, apuntan a esa dirección.
La objetó Fernández de Cevallos, con buenas razones formales (porque el tema está sujeto a la jurisdicción de los tribunales). Consiguió demorar la propuesta, aunque a la postre salió avante la postura de sus contradictores y no sin que el diputado guanajuatense Joel Vilches (cercano a Medina Plascencia desde que fue su colaborador en el ayuntamiento de León, hace quince años) tildara a Diego de colaboracionista con los bancos que rechazan ser auditados y, sobre todo, contrarios a que disminuya el monto de los compromisos que adquirió el gobierno con quienes los poseían en el momento de su mayor crisis y luego los vendieron a sus actuales propietarios.
El propio Medina Plascencia figura entre quienes, bajo la apariencia de una reforma constitucional que elimine conflictos de intereses de los legisladores, en realidad formularon un severo reproche ético a su coordinador. Aun si la reforma se aprobara inmediatamente, no afectaría a Fernández de Cevallos porque no suele firmar las promociones legales en que tan exitoso ha sido, con graves afectaciones al erario. Pero lo que se busca se ha conseguido: no sólo irritar sino verdaderamente poner en jaque a Diego. Sólo la prevención de no ofrecer su cabeza a enemigos poderosos del senador (como TV Azteca) hará que la mantenga sobre sus hombros.