Llega hoy a su fin un año en el que como en algunos otros, los acontecimientos del mundo se han producido a gran velocidad influyendo de manera determinante en la vida de los pueblos y los hombres. Lamentablemente, la gran parte de la historia se escribe sobre la base de los hechos catastróficos, ya sean éstos producto de la naturaleza o del ser humano, de manera que los terremotos y las guerras siempre serán noticias importantes.
Sin embargo, debemos considerar que frente a los acontecimientos negativos existen muchos otros verdaderamente positivos, pero que como no son noticias en sí mismos muchas veces se les ignora. Así, frente a una catástrofe natural, hay muchos pueblos en los que nunca ha ocurrido una de ellas. Frente a guerras tan absurdas (aunque todas lo son) como la que declaró Estados Unidos contra Iraq, hay países que mantienen una posición de repudio permanente a cualquier acción bélica.
Este año que hoy concluye, la humanidad fue testigo de la forma en que la comunidad internacional entró en crisis y principios que deberían ser sagrados, como el de la resolución pacífica de las controversias y el rechazo al uso de las armas para dirimir un conflicto, fueron flagrantemente violentados por un Gobierno (que no el pueblo) como el estadounidense, que apoyado en su hegemonía considera que aquello que no puede lograr a base de razón lo consigue por la fuerza de las armas.
Es entonces éste, un buen momento para reflexionar sobre el devenir de la humanidad en el año que está por terminar. Pero también para que lo hagamos respecto a la forma en que cada uno de nosotros se ha comportado a lo largo de los últimos doce meses. Porque si buscamos la transformación de nuestro país, el estado y los municipios de la Comarca Lagunera, tenemos que estar convencidos de que para que eso suceda, primero debemos cambiar nosotros. Lo demás, será consecuencia natural de ese cambio personal.