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¿Finados o Halloween?

Yamil Darwich

El próximo fin de semana (uno y dos de noviembre) celebraremos el Día de Todos los Santos, dedicado a los finados infantes y el de los Difuntos, en recuerdo de los muertos de mayor edad.

El día último de este mes, conforme a la tradición anglosajona, se celebra el Halloween, que también recuerda a los muertos, pero en un sentido completamente diferente a nuestra tradición, costumbre que ha ido penetrando entre los latinos (no sólo entre los mexicanos) y todos los habitantes del mundo, como una más de las propuestas mercadotécnicas del consumismo, ahora con el fenómeno de la muerte puesto a generar dinero.

Desde la época prehispánica nuestros indígenas tenían un ceremonial de especial tributo a sus familiares difuntos, quienes podían encontrase en la región de los muertos (Mictlán); en el centro del cosmos (Tlalocán); o el lugar donde vive el Sol, a donde se dirigían los espíritus de las madres que morían en trabajo de parto, las Cihuateteo o “mujeres divinas” que viajaban a un cielo llamado Cihuatlampa, o la “casa del maíz” y los Cuahteca o “gentes del águila”, guerreros muertos en batalla que iban a Cincalco y luego de cuatro años regresaban convertidos en colibríes. Unos y otros, acompañaban al Sol en su recorrido por el firmamento.

Con el choque de las culturas indígenas y colonizadoras españolas (que de “fusión” o “encuentro” no tuvieron nada) el homenaje a los difuntos se vigorizó, quedando como una de las tradiciones más festejadas por los mexicanos que con flores, comidas, bebidas, bailes y rezos acuden a los cementerios para recordar a los seres queridos fallecidos, transformando el evento en una fiesta de homenaje y una oportunidad de reunión y convivencia familiar.

El día de “los angelitos” y el “de muertos” como los conocemos coloquialmente, tienen sus orígenes en las fiestas paganas de Europa y en la lucha de los evangelizadores cristianos por desterrarlas. Son más que otra cosa símbolos de promoción de la fe que se crearon para consolidar las creencias religiosas.

Muchos tienen la idea que el Halloween anglosajón es dedicado a las brujas y los espíritus que de ultratumba vienen a la Tierra, pero esa creencia no es exacta; recordemos que la palabra viene de (“all hallows”), término que significa “Todos los Santos”, o víspera de Todos los Santos (“all hallows eve”) que es una fiesta cristiana que glorifica a los mártires del cristianismo.

Resulta interesante recordar que ese Halloween tiene como antecedente una fiesta pagana que se denominaba “shamhain” o “tiempo de fin de las cosechas”, cuando los espíritus y demonios tenían permiso de las divinidades celtas para atravesar del mundo espiritual al material y visitar a los vivos, a quienes maldecían si no encontraban comida a las puertas de las casas, o dejándoles en paz si la hallaban. Ése es el verdadero origen de “dulces o truco” (trick or treat) que divierte a los niños norteamericanos y que imitan mexicanos desorientados por la mala influencia de algunos padres y hasta profesores deseducadores.

De hecho, los personajes horrorosos recuerdan a la vestimenta usada por los vivos que se disfrazaban para asustar a los espíritus visitantes; ellos mismos colocaban en las puertas y ventanas de sus casas calabazas huecas con velas encendidas en su interior, simulando caras horripilantes, útiles para asustar a los venidos de ultra tumba, tradición que se ha deformado en la actualidad.

En el siglo 43 de nuestra era, los romanos conquistaron las Islas Británicas y encontraron que esa tradición les daba a los celtas un fuerte ingrediente de coherencia cultural y hacía particularmente fuertes a sus sacerdotes, los druidas. Por otra parte, los religiosos cristianos de la época buscaron romper con esa tradición y en consecuencia impusieron el “Día de Todos los Santos” en las fechas señaladas para el Halloween, que Bonifacio IV consolidó en el año 610 D.C. y que se transmitió como una de las tradiciones de los irlandeses emigrados a los Estados Unidos, hasta convertirla en lo que es ahora: un excelente negocio que representa hasta dos y medio billones de dólares en ventas de muy distintos artículos, en espera de otro negocio jugoso, cuando lleguen las fechas de festejos del nacimiento de Jesús.

Por nuestra parte, la tradición mexicana persiste con la mezcla de los antecedentes españoles e indígenas generando la tradición de la visita a los cementerios, en algunos casos con comida y bebida, siempre acompañándose entre familiares, estrechando lazos afectivos y siendo ésta una excusa más para fortalecer el sentido de familia y la unión que existe entre las personas cosanguíneas o emparentadas entre sí por medio de matrimonios y compadrazgos.

Los altares de muertos son otra costumbre con profundas raíces culturales, que además permiten recordar a algún finado que en vida fue trascendente para algunos grupos familiares y/o sociales. Nunca falta Cantinflas o Pedro Infante entre ellos y es una gustada tradición en los medios educativos y culturales de México.

En todo caso existe una marcada diferencia entre ambos festejos: el Día de Muertos tiene bases en la promoción de la cultura nacional y el Halloween, al menos para nosotros los latinos, de simple mercadotecnia y penetración cultural.

Le propongo este diálogo ante la necesidad de conservar nuestros valores culturales en un medio masificado, donde el individualismo y el materialismo pasan por encima de los usos y las costumbres de los pueblos.

Defender nuestros valores culturales y tradiciones latinoamericanos, ricos de por sí, es una de las pocas cosas que podemos hacer a favor de nuestra sociedad y nuestras familias mexicanas, fiestas que nada tienen qué ver con los fenómenos políticos y económicos de la globalización mundial.

Lo invito a que tratemos el tema, como otras veces se lo he pedido, con nuestros familiares y amigos, especialmente los menores de edad que sufren el constante bombardeo promocional del consumismo y de la desvirtualización de la identidad nacional.

Y sobre todo, le pido de mexicano a mexicano, que no mande a sus hijos más pequeños a vagar por las calles vestidos de brujos y brujas, pidiendo dulces y chocolates y que por el contrario influya en ellos contándoles de nuestras tradiciones y riquezas con el propósito de contrarrestar la pérdida del nacionalismo. ¿acepta Usted?

ydarwich@ual.mx

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