Hace una semana y unas horas que el señor presidente Vicente Fox rindió su tercer informe de gobierno. Muchas son, como cabría esperar, las opiniones que se han vertido sobre el mismo, aunque dejando de lado aquellas que lo señalan como ?un balance positivo?, o que resaltan el carácter ?conciliador? del mandatario, debemos reconocer que la gran mayoría lo consideran mediocre, insulso, y representativo de una realidad que sólo existe en la mente del propio presidente y sus seguidores.
Nosotros creemos que en ese sentido, el informe estuvo a la altura de la práctica política neoliberal, hablando convenientemente de los objetivos sociales, señalando la obra pública realizada, los recursos destinados a becas y seguridad, etcétera, pero encubriendo los intereses individuales que se persiguen. Baste recordar la sonrisa esbozada por el representante del Ejecutivo ante las interpelaciones recibidas, como diciendo: ?digan lo que quieran, griten lo que gusten, que yo me saldré con la mía?. Y para quien dude del verdadero espíritu presidencial, asista al reciente veto de la Ley de Aguas Nacionales, aprobada por unanimidad en ambas cámaras (incluso por el Partido Acción Nacional), y que nuestro señor presidente acaba de regresar por considerarla improcedente. En este terreno las cosas están muy claras, él hace un llamado a la negociación y a la toma de acuerdos, a la creación de consensos, pero si las cosas no salen a su gusto, las veta y se acabó. No es ésta la única Ley que ha corrido tal suerte, pero es el ejemplo más reciente de que ninguna Ley saldrá si no satisface los deseos e intereses del señor presidente, aunque por otro lado se acose y presione al legislativo si no acuerda las reformas que el presidente propone y en los términos en que lo hace.
Pero entremos en materia. A nosotros nos corresponde abordar el análisis de los datos estrictamente económicos del informe, los cuales giran alrededor de lo que el señor Fox resaltó como ?logros? de su gobierno, a saber: las bajas tasas de interés, el nivel alcanzado por las reservas internacionales y el bajo riesgo país que nos han dado las calificadoras internacionales.
La tasa de interés es considerada por los economistas como el precio del dinero. Así, aceptemos que vienen determinadas por la oferta y demanda del mismo, al igual que las variaciones de la oferta y demanda de cualquier bien determina que su precio suba o baje. Supongamos que junto a la creciente demanda de dinero (dólares en este caso), como medio de pago de la deuda externa, tanto pública como privada, tuviésemos una gran demanda de dinero como medio de compra, para gastar más por parte de los consumidores y para una mayor inversión por parte de las empresas. Estas condiciones ya suponen que el ingreso de los consumidores hubiese sido mayor y que viviésemos una etapa de expansión productiva, y en esas condiciones, en efecto, una tasa de interés a la baja solo podría provenir de un mayor crecimiento de la oferta, en la que el gobierno hubiese logrado traer un mayor número de capitales y hubiese avanzado en la distribución de la riqueza en el país. Pero la realidad no es así; la pobreza aumenta, la inversión extranjera disminuye, las empresas mexicanas deben renegociar sus deudas impagables, etcétera. Así, ante una disminución de la oferta, las tasas de interés son bajas porque la demanda de dinero, sobre todo para inversión productiva cae constantemente.
No debemos olvidar que si nuestro país ha recibido en los últimos años importantes flujos de inversión extranjera, esto se debe en gran medida a los problemas económicos de países como Argentina, Rusia y Brasil, y que en la misma medida en que han ido superándose, sobre todo en estos últimos, perdemos rápidamente esa carrera por venderse al extranjero que han dado en llamar ?competitividad?. De ahí la tenaz insistencia en las reformas, por ellos llamadas ?estructurales?.
Tampoco podemos pasar por alto que las calificadoras internacionales representan los intereses de inversionistas extranjeros. Estas empresas, dan indicaciones a los mismos de los países en los que resulta más propicio invertir. Ante las condiciones de incertidumbre que señalamos más arriba con los problemas económicos y los fenómenos políticos del cono Sur, y el mundo entero; ante la propia recesión norteamericana, bajan las tasas de riesgo país para reflejar el hecho de que en México resultaba mucho menos riesgoso invertir. ¿Hasta que punto eso es labor del gobierno mexicano, y hasta que punto es el resultado de las crisis de otras naciones? ¿No demuestra la política de Lula en Brasil, por ejemplo, que el fenómeno tiene más una explicación exógena que endógena?
Así las cosas, bien poco tiene que presumir el gobierno mexicano al presentar como sus ?logros?, aquellos hechos económicos que más bien vienen determinados por el carácter específico del actual ciclo recesivo de la economía mundial. Y dicha presunción se torna ridícula cuando vemos que, en la fase actual del desarrollo del capitalismo mundial, estos fenómenos no son característicos de una prosperidad, sino de la recesión y la crisis.
Sin embargo, para nuestro gobierno si es la recesión mundial la que explica que no haya podido cumplir con sus prometidas tasas de crecimiento del siete por ciento, pero presenta como labor cumplida por su gobierno, como algo que lo distingue de todos los anteriores y que lo eleva a un logro histórico, el hecho de que las tasas de interés sean las más bajas de la historia. Nada dice, claro está, de por qué estas bajas tasas han permitido que los bancos se apropien de una parte de los intereses reales que deberían estar ganando los ahorradores, por ejemplo. Nada dice, claro está, de cómo la política económica del gobierno privilegia en todo al gran capital, sacrificando todo aquello que tiene que ver con el resto de los mexicanos.
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