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Francisco Barrio/Plaza Pública

Miguel Angel Granados Chapa

¡Vaya modo de festejar su vigésimo aniversario en la política! Sin pertenecer al PAN, Francisco Barrio Terrazas rindió protesta como candidato de ese partido a la alcaldía de Ciudad Juárez el 27 de marzo de 1983. Veinte años más tarde, se formalizaba su paso del gabinete presidencial a una posición eminente en el Congreso de la Unión. Y ayer tuvo un día redondo: el Presidente Fox le ofreció una despedida laudatoria de palabra y de obra, pues nombró sucesor de Barrio a la persona de su mayor confianza política. Y el Senado aprobó la ley que dará nuevo sentido a la Contraloría, la del servicio profesional de carrera.

Barrio está en el centro de la más notoria y trascendente operación política emprendida hasta ahora por el Presidente de la República, que ha causado y busca provocar efectos en beneficio de los márgenes de actuación presidencial. Encabezará la fracción panista en la próxima legislatura de la Cámara de Diputados. Cualquiera que sea el resultado numérico de los comicios de julio próximo, de su funcionamiento depende el futuro de la gestión de Fox. Es difícil que algún partido obtenga por sí mismo la mayoría absoluta y en cambio es previsible que se mantenga en sus líneas generales la distribución actual de curules, acaso con un incremento de las perredistas, que se haría a costa del PAN y el PRI, casi empatados en la legislatura que concluye sus tareas. En cualquier circunstancia será de gran relieve la responsabilidad del grupo parlamentario del partido del gobierno. Si tiene algún sentido el lema panista de campaña, quitar el freno al cambio, cumplirlo será posible en San Lázaro o no será posible en ninguna parte.

Barrio carece de experiencia legislativa. Tampoco la tenía Carlos Medina Plascencia, que al frente de una enorme fracción parlamentaria enriqueció su trayectoria política, pues de allí pasó al Senado, a la candidatura a presidir el PAN, a una suerte de dirección alterna en el partido y a formar parte del elenco de los presidenciables. Este último extremo se cumplirá también en el caso de Barrio, que a su experiencia como presidente municipal, gobernador y secretario de Estado añadirá ahora la función legislativa, un currículum que nadie en su partido ni en otros podrá mostrar, eventualmente, a los electores.

Aunque no será coordinador de la bancada panista sólo por la voluntad presidencial, pues formalmente fue elegido por 42 de los 43 votos posibles en el comité nacional panista (sólo faltó el suyo propio), es claro que de varios modos el interés de Fox quedó bien servido por este tránsito de Barrio al Congreso. Contará con un operador experimentado en la concertación política, con prestigio partidario y prestancia organizadora aun mayores que los de Felipe Calderón en el grupo saliente. El ex secretario de la Contraloría, además, equilibrará la presencia en el Congreso de su par en el Senado, Diego Fernández de Cevallos.

Antonio Lozano Gracia, ex procurador general de la República parecía encaminado a coordinar la fracción panista. Identificado con Fernández de Cevallos en lo personal, lo profesional y lo político, su designación hubiera puesto en manos del ex candidato presidencial un poder equiparable al del propio Presidente. Hubiera sido bastante, al menos, para que su colaboración tuviera que ser gestionada y colmada con altos costos. Alguien, quizá el propio Fox, decidió que esa concentración de los mandos legislativos panistas en una sola oficina sería dañina para la casa presidencial, teniendo en cuenta la animosidad de Fernández de Cevallos hacia Los Pinos, que las más de las veces consigue refrenar pero que en ocasiones fluye como caudal impetuoso. Lozano Gracia no consiguió la coordinación y ni siquiera alcanzó un lugar en la lista de candidatos. Lo reblandeció, sin duda, la ruda y ruin campaña de TV Azteca contra Diego y contra él mismo (en revancha por el apoyo de ambos a la defensa jurídica del canal 40). Pero sobre todo le cerró el camino la decisión de morigerar al Jefe.

Al despedir a Barrio, Fox lo elogió con entusiasmo mayor que el mostrado el diez de enero ante Jorge G. Castañeda. Enumeró algunos resultados de la gestión del chihuahuense en la Contraloría, notoriamente para apoyarlo frente a la crítica sobre un desempeño que se juzga pobre. Y es que la imagen pública de la Contraloría, desde su fundación, es la de una comisaría policiaca. Si no hay corruptos presos de gran alzada, la gestión respectiva es a los ojos ciudadanos un fracaso.

Una expresión casual de Barrio sirvió para descalificar su tarea: Anunció la captura de peces gordos y se le reprocha no poner en su red más que acociles. Y extrañamente se pasa por alto su logro mayor, muy trascendente. Fue la investigación de la Secodam la que descubrió la entrega ilegal de cientos de millones de pesos de Pemex, un hallazgo del que brotaron órdenes de aprehensión contra Rogelio Montemayor, pedidos de desafuero contra Carlos Romero Deschamps y Ricardo Aldana y la multa de mil millones de pesos al PRI.

Fox dejó en claro que la partida de Barrio a las elecciones significa un compromiso de ida y vuelta cuando, al promover al subsecretario Eduardo Romero, validó también de ese modo la tarea del renunciante y garantizó la continuidad de sus tareas. Romero fue secretario de Gobierno de Barrio, en Chihuahua y notoriamente su candidato en la contienda interna para la sucesión de 1998. En paradoja, haber perdido entonces lo colocó en situación de ser ahora secretario de Estado.

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