En esta vez iniciamos esta colaboración con una pregunta: ¿qué está sucediendo en el interior del Partido de la Revolución Democrática? Es de interés público saberlo, dado que es uno de los tres partidos mejor posesionados en el ánimo popular.
A estas alturas nadie ignora que en las elecciones para Presidente, celebradas en 1988, el sistema de cómputo se cayó considerándose que el PRI, al darse cuenta que el monto de los votos no le favorecía, movió todo el aparato gubernamental y su oficina para asuntos electorales, para revertir los resultados. Para eso contó con la simpatía si es que no el respaldo de los hombres del dinero, de los militares y del clero quienes ante la posibilidad de que Cuauhtémoc del PRD asumiera el cargo de Presidente prefirieron que se consumara un fraude electoral. Hubo así una conjura para que el candidato Cuauhtémoc Cárdenas Solorzano que, se dice, ganó en las urnas, perdiera en las mesas de escrutinio.
En ese momento al PRD le empezó a cascabelear el motor. Los militantes no quisieron asimilar la derrota dándose cuenta de que su abanderado se quedó callado.
Nadie sabe de qué argumentos se valió el de Agualeguas para convencerlo. Eso disminuyó en algo, ante sus seguidores, la figura hasta entonces sagrada del fundador del PRD. Después de eso volvió a ser candidato por dos veces más. En la segunda ocasión se jaloneó con Ernesto Zedillo Ponce de León y Diego Fernández de Cevallos poniéndolo pinto, este último, en un debate en que quedó demostrado que Cárdenas no es un hombre que posea dotes de polemista.
En la tercera compitió contra Francisco Labastida Ochoa y Vicente Fox Quesada. En los comicios se vio superado por Vicente. Esto evidentemente produjo una profunda decepción en las filas del PRD. El ideólogo Porfirio Muñoz Ledo abandonó su militancia en esa agrupación al darse cuenta del acaparamiento que cada seis años hacía CCS a quien su ambición de emular a su padre, muy comprensible en un hijo, produjo el efecto de que grupos enteros desertaran del cuauhtemismo formando cada cual su trinchera dentro del PRD.
Cuauhtémoc cavó su propia tumba pasando de ser el líder indiscutible, a quien todos obedecían, a encabezar a perredistas que, después de sus debacles, aun lo reconocían como su guía.
Sería catastrófico para su partido político que pretendiera figurar por ¡cuarta vez! como candidato a Presidente. Lula, a quien se cita cada vez que se habla de este tema, es en Brasil un caso singular que no tiene parangón en nuestro país. Son otros lares, diferentes circunstancias y distintos los actores.
A pesar de que Cuauhtémoc ha hecho hasta lo imposible para quitarse la etiqueta de rojillo, no lo ha logrado por la sencilla razón de que no lo es. Pero, es suficiente con que el gran capital en México lo crea para que sea cierto. Los que manejan los medios, radio, televisión y prensa, también piensan así. Hubiera sido, si el hubiera existiera, un gran presidente que hubiera hecho hasta lo imposible con tal de superar la obra de su progenitor, lo que sin duda hubiera beneficiado al país.
Ojalá recapacite, dándose cuenta de que su tiempo ya pasó. Tiene un hijo, obviamente nieto del General, que lleva el nombre de Lázaro. Actualmente se desempeña como gobernador de Michoacán. Es un muchacho centrado que está adquiriendo experiencia quizá para el 2012. Antes sería prematuro. Aunque la verdad es que si nos dejamos llevar por las noticias el que sería un buen candidato del PRD sería el actual gobernador del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador. Es el que aparece en las pantallas de televisión un día sí y otro también. Lo que nos lleva a considerar que futuro le espera a ese partido.
Los obuses al interior del PRD están a la orden del día. La renuncia de Rosario Robles a la presidencia del partido se produjo en medio de fuertes especulaciones sobre si hay o no desvío de recursos económicos.
Aunque también se dijo que se trató de fuego amigo o sea la presión de grupos contrarios dentro de la misma organización. Su salida puso al descubierto que las cosas no andan del todo bien, descubriéndose la crisis de liderazgo que golpea a esa agrupación en sus aspiraciones por llevar a uno de los suyos a la Presidencia de la República. Algo tendrán que hacer, los que tengan cabeza para hacerlo. Lo menos, es ponerse de acuerdo. Un partido que se pelea hasta con su propia sombra, es un partido destinado al fracaso.