El anuncio del Instituto Federal Electoral, en el sentido de que en atención a los recortes presupuestales reducirá su gasto en un seis por ciento y en la misma proporción ajustará los recursos destinados a los partidos es positivo. Lo anterior sin perjuicio de reconocer que el gasto electoral se justifica en la medida en que es la base del sistema de participación ciudadana e ingrediente indispensable de la estabilidad política.
Con sus excepciones, los recursos destinados a dar impulso y certidumbre del proceso democrático en los últimos quince años han sido bien invertidos sin embargo, es hora de exigir a nuestro sistema electoral mayor eficiencia a un menor costo. Por ello el ajuste referido con anterioridad si bien lo calificamos de positivo, muchos ciudadanos lo consideran insuficiente y piden una mayor reducción en el corto plazo.
No faltan en cambio las voces que critican la reducción que se menciona, pretextando que producirá iniquidad entre las distintas fuerzas políticas de oposición en relación al partido en el poder. El argumento es inconsistente, puesto que la reducción presupuestal es proporcional a todos los partidos y por tanto, es equitativa además de que no incide en que el Gobierno Federal maniobre o no a favor de su partido.
Detrás del argumento en mención, se oculta el afán de algunos políticos por eternizar el disfrute de subsidios que como tales sólo se justifican, en función de que sean limitados y temporales. Es necesario que los partidos inviertan bien los recursos públicos de que disfrutan, en la generación de estructuras que los vinculen en forma directa con la ciudadanía, a fin de que puedan funcionar y hacer más con menos recursos.