Resulta grato que México haya sido invitado a la reunión del Grupo de los Ocho países más y mejor industrializados del planeta, denominado G-8. La reunión que tendrá lugar en fecha próxima en Evian, Francia, tiene por objeto plantear nuevas estrategias de desarrollo económico a nivel mundial, tendiente a una mayor producción de bienes y servicios y a una justa y equitativa distribución de la riqueza.
Nuestro país disputa a Brasil el noveno lugar en la economía mundial y el liderazgo en ese rubro en Latinoamérica, ello es el resultado de un gran esfuerzo de todos los mexicanos, que hemos logrado emprender el camino a la democracia plena. El lento pero consistente cauce de transición, nos ha dado la oportunidad de una mayor estabilidad económica que desde luego no está exenta de problemas.
Uno de los principales retos a resolver es la falta de acuerdo político entre los diferentes partidos nacionales en su disputa por el poder. Otro de tales desafíos es el de una estructura social y económica heredada, que es fuente de desigualdades profundas que resulta difícil resolver, debido al círculo vicioso que genera la marginación, la falta de educación y por ende de oportunidades de desarrollo individual y colectivo.
El reto no sólo es de los mexicanos sino de la humanidad en su conjunto y de allí la importancia de que nuestro país participe en la reunión del Grupo G-8, en el combate a la pobreza a nivel mundial. Las expectativas promisorias que se avizoran, sólo serán una realidad si como Nación somos capaces de acometer estos retos, en el marco de unidad en la diversidad que ofrece el ejercicio democrático.