EDITORIAL Columnas Editorial Caricatura editorial

¿Gobierno de coalición?/Sobreaviso

René Delgado

Es prematuro hablar de un Gobierno de coalición, la posibilidad nadie la menciona, la idea ni siquiera suena. Hay, sin embargo, un problema: la situación política, económica y social se está precipitando y el resultado electoral, quizá, en vez de componer, complique más la circunstancia.

Esa posibilidad obliga a poner la vista en agosto y a considerar la idea de un Gobierno de coalición que abra el espacio de maniobra y de negociación, sobre todo si, como es previsible, la elección intermedia no implica una redefinición seria en la correlación de fuerzas al interior del Congreso, particularmente, en la Cámara de Diputados.

No sobra entonces pensar en un Gobierno de coalición. Acaso, sería la última oportunidad para evitar que el resto del sexenio se convierta en una pesadilla significada, en el mejor de los casos, en la pérdida de tiempo.

La semana resultó elocuente en cuanto a la precipitación de los problemas políticos, económicos y sociales.

*** El gabinete hecho bolas. Mal parados quedaron en estos últimos cinco días, seis secretarios de Estado, casi la mitad del gabinete. Por una o por otra razón, justificada o injustificada, su actuación dejó mucho que desear y, en algunos casos, supuso el debilitamiento de lo que, al arranque del sexenio, se quiso presentar como un “gabinetazo”.

El desempeño de Pedro Cerisola, el secretario de Comunicaciones y Transportes, resultó deplorable en el problema de CNI y Televisión Azteca. Hasta que el Poder Judicial colocó en su lugar al secretario de Estado, se dio la solución debida a ese litigio que desde luego todavía no acaba. Una solución que, además del derecho, dictaba el sentido común. Podrá ahora el Gobierno decir que se apegó al marco del derecho, pero hay un problema: ese marco del derecho tuvo que imponerlo y reponerlo un poder distinto al Ejecutivo que, absurdamente, se empeñó -para decirlo suavemente- en actuar contra toda lógica: tarde, mal, sesgada y torpemente. Sale mal de esa batalla TV Azteca pero sobre todo el Gobierno y la señora Marta. Televisa se frota las manos con el enredo.

Los secretarios Javier Usabiaga, Fernando Canales y Santiago Creel se ven rebasados por el problema con los productores del campo. Se podrá argumentar que está sobrepolitizado ese asunto, es cierto, pero los yerros menores y mayores, así como la falta de pericia de esos funcionarios para encarrilar el problema por un surco distinto al del pavimento quedaron de manifiesto. Los secretarios fueron descalificados por sus interlocutores y, por más que se quiera minimizar, ese hecho le resta fuerza y margen de negociación a los colaboradores del mandatario. En descargo de Fernando Canales puede argumentarse su reciente ingreso al gabinete pero el Gobierno llegó hace más de dos años a la administración. Esos funcionarios terminaron mal la semana y se debilitaron no tanto por la malicia de los productores del campo y sus aliados, sino por las pifias en que incurrieron.

En mala hora le llegó al doctor Julio Frenk la oportunidad de jugar por la dirección de la Organización Mundial de la Salud. La circunstancia nacional le emproblemó su intención de ocupar aquella posición. El desarticulamiento del quehacer diplomático mexicano a causa del relevo en la Cancillería lo dejó sin los resortes necesarios para poder jugar en mejores condiciones y, en el colmo de la adversidad, la muerte de los niños recién nacidos en Chiapas y el sismo que afectó a varias entidades de la República lastimaron la imagen de un hombre de la talla de Julio Frenk. Un espléndido funcionario con reconocimiento nacional e internacional que, en la hora difícil, se fue a Ginebra y regresó tarde, con las maletas vacías, a un entierro.

El canciller Luis Ernesto Derbez también salió lastimado. Sin terminar de tomar las riendas de la secretaría que ahora encabeza, se vio obligado acompañar en su gira al Presidente de la República. Nada favoreció al canciller, la realidad así es a veces. La tensa situación internacional nulificó la presencia presidencial por Europa y los momentos de realce peores no pudieron ser. Es evidente que Derbez se topó con una agenda previamente establecida pero no se vio que realizara ajuste alguno para atenuar la adversidad que el mismo calendario presagiaba.

No estando el Presidente de la República en el país, a la cuenta de Santiago Creel se podría facturar el lamentable desempeño del Gobierno. Pero el responsable del país en ausencia del mandatario tiene un serio problema: su jefe no acaba de distinguirlo frente al resto del gabinete, no acaba de reconocerlo y acreditarlo como un non y no como un par en el gabinete y, aunado a ello, tampoco le allega los instrumentos que todo secretario de Gobernación requiere para cumplir cabalmente con su responsabilidad. No le da todo eso, pero tampoco lo desplaza de esa posición y, entonces, Creel vive el peor de los mundos posibles: parece pero no es.

El saldo de la semana para el “gabinetazo” advierte la necesidad de que el mandatario, cuando menos, deje de decir que no hará cambios. Quizá sea cierto que él no piensa llevarlos a cabo, pero ello no elimina la posibilidad de que la circunstancia la imponga la necesidad de ejecutarlos.

*** La gira. El viaje presidencial que concluyó ayer por la madrugada deja a las claras un hecho: el bono democrático se agotó. Dentro del país y fuera del país comienza a crearse una idea bastante clara en torno al jefe del Ejecutivo: es bastante simpático, pero no importa mucho lo que diga.

Dejó su palabra empeñada aquí ante los campesinos y su equipo de trabajo no supo hacerla valer. Fue a Davos, pero los reflectores estuvieron sobre el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva. Fue a Holanda, pero su presencia ya no suscitó mayor entusiasmo. Fue a Alemania y la descortesía de su anfitrión subrayó que ya no es el hombre carismático que se pensaba y, en el colmo de la adversidad, un grupo de jóvenes lo descalificó injustificadamente. Por si eso no bastara, la insistencia presidencial en anunciar planes que sólo él conoce, dejó de llamar la atención.

La conclusión de la gira es clara: el bono democrático del hombre de la alternancia agotó sus réditos dentro y fuera del país, pero no apareció el jefe de Estado. Vicente Fox tendría que irse a recluir al rancho San Cristóbal a reflexionar seriamente en el destino, no de la transición que no acaba de consolidarse, sino en el de un Gobierno que se desbarata.

*** La judicialización de la política. El fenómeno no constituye más una novedad, pero cobra fuerza en medio del proceso electoral y eso es delicado.

El hecho de que Lino Korrodi reaccione con tal grado de desesperación y que los dirigentes petroleros asuman que en cuestión de días perderán el fuero como legisladores, deja sobre la mesa un serio problema, en muy delicado momento: los amigos y los enemigos de Fox saben que avanzan rumbo a una lucha de sobrevivencia.

La cárcel y el desprestigio como telón de fondo para nadie es un escenario que invite a la mesura y la prudencia y, por las reacciones, es claro que ni los amigos ni los enemigos de Vicente Fox están dispuestos a verse como los chivos expiatorios de una conducta que terminó por beneficiar a quienes hoy los niegan.

A su estilo y modo, podrán el PRI y el PAN jugar a desembarazarse de esos incómodos padrinos que tanto hicieron por sus candidatos presidenciales, pero es claro que los padrinos no están dispuestos a cruzarse de brazos.

*** Las eliminatorias internas. Conforme avanza el proceso de selección de candidatos, la lucha interna en los partidos arrecia increíblemente. El PAN y el PRD viven ya los primeros efectos y el PRI, en breve, tendrá esa experiencia.

Los contendientes internos entienden que el juego no es llevar necesariamente a los mejores cuadros a la Cámara de Diputados, sino a los más fuertes y leales miembros de las distintas corrientes que se disputan el control de los respectivos partidos. El juego consiste en definir qué fuerza hegemónica interna se queda con el partido y asegurar, por consecuencia, el mayor número de plazas posibles. No se trata de integrar una mejor Legislatura sino de armar la mejor plataforma para, después de la elección, precipitar la sucesión presidencial.

Los tres principales partidos tienen nulo interés de momento por el electorado. De momento, el juego es eliminatorio; después verán qué cuento le inventan al electorado para cubrir el fastidioso trámite de tener su voto. Lo importante por lo pronto es tensar fuerzas y ver qué grupo o corriente se queda con el partido. Un espectáculo donde la primera fila la ocupan los partidos pequeños, destacadamente el Verde y Convergencia, que recogen con entusiasmo cuanto cae del escenario. Saben que su botín deriva de los destrozos, los residuos de la lucha interna de los partidos grandes.

Cuando la política se convierte en un problema de mercado, hasta los heridos y los muertos son rentables.

*** La descomposición y el debilitamiento del Gobierno, la pérdida de la aureola presidencial, la reaparición de los litigios derivados del financiamiento de la campaña presidencial, el asomo de rupturas y conflictos al interior de los partidos y el evidente descarrilamiento de los problemas sociales se puso de manifiesto a lo largo de la semana que concluye.

No se trata, ojalá eso fuera, de una mala semana. Es una tendencia que lentamente va configurando un cuadro nacional bastante complejo donde ni la política ni la economía funcionan y, en esa medida, por más que la ilusión lo quiera, la elección no marca el fin de un período de incertidumbre política e inestabilidad económica. Por el contrario, lo subraya y puede profundizarlas.

Los indicios políticos, económicos y electorales apuntan en dirección de una muy baja participación ciudadana en la elección federal, advierten que el cambio en la correlación de fuerzas al interior de la Cámara de Diputados no será de la dimensión que se pretende, que la economía se está complicando aceleradamente, y que, terminada la elección, se precipitará la sucesión presidencial.

*** El cuadro no es nada halagüeño. Ante él, el presidente Vicente Fox tendría que hacer varias cosas. La primera y principal: reconocer que hablar e imaginar, no es gobernar. Esa tarea también exige sentarse y pensar, además, desde luego, de proponerse hacer algo en serio, a partir de estrategias serias y operaciones políticas bien planeadas.

Ante la circunstancia, el mandatario tendría que pensar que muy probablemente la elección intermedia no necesariamente supondrá la posibilidad de salir de la parálisis política que desestabiliza la economía. Y, ante ese escenario, el último reducto de negociación con las otras fuerzas políticas estará en su Gobierno, un Gobierno que por lo demás hace agua en distintos frentes.

Si el mandatario resuelve claramente, primero, su intención de gobernar, no estaría de más que considerara que, hacia agosto, tendría que plantearse otro Gobierno.

En este caso, un Gobierno de coalición que sobre la base de ceder plazas a su propio partido y a los demás reconstituyera y ampliara su margen de maniobra. Después del seis de julio, el único espacio de negociación será ése, el de la reconstitución de su Gobierno. Antes de eso, desde luego, debe dejar claro si en verdad se propone gobernar.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 18819

elsiglo.mx