LA JORNADA
México, DF.- Carlos Abascal Carranza asegura que el objetivo laboral del gobierno foxista es avanzar hacia un sindicalismo “totalmente libre” y, por lo tanto, no está dispuesto a “tirar a nadie” ni a utilizar los métodos e instrumentos del exmandatario Carlos Salinas, como el quinazo.
Para el secretario del Trabajo “gobernar es amar” y subraya que para aplicar las políticas públicas el evangelio es su “luz, guía e inspiración”. A dos años de gestión, el funcionario acepta hablar de la fe que profesa, misma que insiste en llevar hasta su quehacer público; del alud de críticas luego que dio por obsoleta la lucha de clases y, en particular, tras el episodio que involucró a su hija menor a quien, se dijo, prohibió la lectura de Aura, obra de Carlos Fuentes.
Al final todo ello lo conmueve pero, católico de cepa como es, afirma que “en cada prueba fenomenal” se refugia en la fe, el amor y lo sobrenatural.
—Académicos y abogados afirman que el Presidente Fox está dispuesto a conservar las estructuras tradicionales del sindicalismo en lugar de ir hacia un viraje radical como el que ocurrió - por ejemplo- en 1989, con el quinazo.
—No, de ninguna manera es comparable el cambio de rumbo sindical que intentó el (ex)presidente Carlos Salinas respecto a la visión que tiene el Presidente Fox; Salinas contaba con un aparato de Estado, métodos e instrumentos que el actual Ejecutivo no está dispuesto a aplicar. Nuestras herramientas son la ley, el diálogo social, la inclusión y el respeto a la autonomía sindical. —Las críticas anteriores se agudizaron con el resultado del proyecto de reforma laboral elaborado por el Congreso del Trabajo (CT) y el Consejo Coordinador Empresarial (CCE)...
—El camino del actual gobierno es muy claro: no vamos a construir un nuevo control obrero del PAN en el poder que esto le quede perfectamente claro a todo el mundo! No hay nadie que hoy pueda decirme que estoy captando sindicatos para crearle al Presidente una corriente a su favor. Reiteramos el principio de inclusión, todos los sindicatos legalmente constituidos son interlocutores de la Secretaría del Trabajo y yo tengo que reconocer el peso relativo de cada uno.
—En su opinión, ¿Cuál es el ideal de sindicalismo? —Un sindicalismo totalmente libre en el que todos los trabajadores ejerzan su voluntad de afiliación y su autonomía democrática de votar por el partido que quieran. Hoy no puedo, por ejemplo, atacar a la Unión Nacional de Trabajadores porque se unió al PRD para presentar su iniciativa de reforma laboral o porque va a crear el sector obrero dentro de ese partido. Es cosa de ellos, ¿qué eso puede comprometer la verdadera libertad de todos los trabajadores? Lo único que está claro es que la Secretaría no coadyuvará a ese tipo de esfuerzos ni favorecerá ese tipo de conductas que limitan la libertad.
—¿Cómo aspirar a sindicatos libres cuando hay dirigentes obreros investigados por la PGR, otros que no respetan sus propios estatutos y muchos más que se mantienen por años en el poder? —Yo no puedo sancionar a un líder que no cumple con sus estatutos. Lo que tengo que hacer es crear conciencia entre todos los trabajadores de que ellos son los responsables del desarrollo de sus sindicatos. Si el Estado quisiera convertirse en tutor de la vida interna de todas las organizaciones acabaríamos en una intromisión inaceptable. Por eso cuando me dicen que el proyecto (de reforma laboral) debió haber destruido al sindicalismo corporativista yo digo no!, las leyes son para construir mejores condiciones, no para destruir a tal o cual grupo. Por ejemplo, si en la Ley Federal del Trabajo se prohibiera la reelección entonces... no hay nadie que se salve, absolutamente nadie —¿Y respecto a los líderes que son investigados por el propio gobierno del Presidente Fox? —El principio de Derecho es que todo mundo es inocente hasta que se pruebe lo contrario. Ser investigado no es símbolo de culpabilidad. Ya llegará la sentencia definitiva y entonces hablaremos de que tal líder es un corrupto. A mí lo que me interesa es ‘represtigiar’ a los sindicatos frente a la sociedad. El gobierno actual no llegó a tirar a nadie sino a tomar lo mejor de lo que hay.
—¿Considera que existen las condiciones para generar los empleos que requiere el país? —Quiero dejar en claro que no tengo complejo de culpa porque no se están creando en el país los empleos que debieran. No es una decisión de un funcionario sino una combinación de políticas públicas y el compromiso de la sociedad, y de un liderazgo sindical responsable para que exista la paz laboral necesaria que requieren las inversiones.
—¿No le parece cómodo repetir que ‘si no se aprueban las reformas estructurales no habrá modo de crecer’ y, en consecuencia, generar más plazas? —Sería muy cómodo si no estuviéramos empujando las reformas. Para ello el gobierno se gasta su capital político y uno recibe ataques, desaires e incomprensión (pero) tampoco se vale decir que el Congreso de la Unión es el responsable; hay cosas que podemos hacer aun sin reformas, como el diálogo social.
—¿Desde el inicio de su gestión le han llovido las críticas ¿considera que existen grupos interesados en su destitución? —No, cada quien sabrá sus motivaciones. Asumí la Secretaría como un reto para demostrar que se puede tener una preocupación genuina en las personas introduciendo nuevos paradigmas en la política que algunos miran, escuchan y se sonríen.
—¿Cómo cuáles paradigmas? —Por ejemplo yo he dicho que gobernar es amar. A mi no me importa si soy trabajador o empresario; lo que sé es que soy persona y quiero construir el bien de otras, en eso consiste el amor.
—¿Cómo entender conceptos como aquel que mencionó hace dos años respecto al fin de la lucha de clases? —Lo que he dicho siempre es que la empresa no puede ser vista nunca más como un espacio para la confrontación entre trabajadores y empresarios; los intereses de ambos no son opuestos sino coincidentes. La etapa ideológica de la lucha de clases ha sido superada y, por lo demás, fracasó en otras partes del mundo. —¿Dónde deja entonces las luchas históricas obreras? —Eso queda en el terreno de las ideologías que pretendieron dar respuesta a los problemas sociales, ahí quedan. Hoy, sin duda, el estatismo colectivista, la dictadura del proletariado, la exclusión de los dueños del capital y el privilegio a toda costa de los proletariados es sólo una etapa dolorosísima de la humanidad que significó millones de muertes, pobreza y marginación. Tampoco es válido pensar que el individualismo de corte liberal resolverá los problemas. No. Es necesario enfrentar el problema colocando a la persona humana (sic) en todos los órdenes de la economía y política.
—Existe también una constante crítica hacia usted porque lleva su fe católica a su quehacer público. —México ha transitado poco a poco hacia una verdadera libertad religiosa. Esa libertad de conciencia y de credo se encuentra en la base de todos los derechos humanos porque es la forma que uno se religa con su origen y su fin que es Dios. Si alguien no tiene autonomía para vivir con naturalidad su fe entonces está violando el más elemental principio del sentido de la vida humana.
—¿Dónde queda entonces el Estado laico? —Ojo, yo no estoy haciendo una política laboral que trate de encontrar las soluciones de las políticas públicas en los conceptos expresados por Cristo. No. El evangelio es mi luz, mi guía e inspiración para todos mis actos y para aplicar las políticas públicas necesarias a tono con el estado de Derecho y acorde al espíritu social del artículo 123 constitucional.
—Los funcionarios como usted ¿acaso no deberían dejar su creencia religiosa en su casa o en su espacio personal? —Si no se vive como se piensa entonces se acaba de pensar como se vive. No se puede fraccionar al ser humano porque cuando ello sucede acaba por destruirse psicológicamente y por no ser congruente con aquello en lo que cree. De qué me sirve un católico que vaya a misa cada ocho días, que se dé sus golpes de pecho y al interior de su casa predique la moral cristiana y aplique en su empresa la política más brutal. La sociedad ya está harta de esa dicotomía.