Es cierto que al tiempo que el ejercicio del poder público produce en quienes lo detentan grandes satisfacciones personales, también lo es que esas satisfacciones son más bien alimento para su egolatría y soberbia, pues el gobernante, lejos de pensar en el bienestar social que puede generar con sus actos, centra sus reflexiones en la exaltación de sus presuntas cualidades personales, las cuales, a la luz de sus aduladores, son muchas y muy grandes.
Cuando se está en el poder, se pierde de vista la vieja sentencia que previene: “Quien te compra con su adulación, te venderá con su traición”; de manera que aquellos que en un momento determinado alaban la conducta del gobernante, son los mismos que después, cuando aquél ha dejado de ostentar el poder, lo critican con mayor saña y exhiben a la luz pública los yerros y las debilidades del otrora poderoso.
Comentamos lo anterior, en razón del libro que, sobre algunos pasajes de la vida de la señora Marta Sahagún, acaba de salir a la venta y que está basado en un trabajo de investigación periodística de la autoría de Olga Wornat, en el que se narran ciertos acontecimientos delicados que corresponden a la vida privada de la esposa del presidente Vicente Fox, razón por la cual, obligadamente surge la pregunta de: ¿Hasta dónde se puede llegar al revelarle al gran público la vida personal de un gobernante o de alguien muy cercano a él?, como es el caso.
La respuesta no es sencilla, aunque en principio se puede decir que ese aspecto queda sujeto a la ética de cada medio de comunicación masiva o empresa editorial, porque son sus directivos los que, determinan la interpretación de los límites contenidos en los artículos sexto y séptimo de la Constitución general, en virtud de que esos conceptos son tan vagos y cambiantes que sólo quien tiene ante sí la obligación de tomar una decisión de qué se publica y qué no, puede hacer ese juicio de valor. Por lo demás, está claro que a todo se expone el que acepta ejercer el poder público.