La expresión se fue vaciando de contenido: “un país de instituciones”. El peso y la exageración de la historia oficial también tuvieron su costo volviéndola lugar común. Calles como figura enigmática, el gran caudillo que quiere enterrar a los caudillos. Plutarco del gran poder central que lucha contra las fuerzas centrífugas de los grupos regionales, Calles también el de la guerra cristera y, pecado de pecados en la era foxista, fundador del abuelo de la explicación de todos lo males: el PRI. Por eso la dificultad para digerir al personaje y su causa. Pero el “comecuras” número uno tuvo una faceta que hoy resulta incómoda, poner a las instituciones en el centro del debate. Crear instituciones, nutrir las instituciones, heredar instituciones. Nunca seremos más que las instituciones que podamos crear. Los individuos pasan, ellas se quedan. “Las instituciones funcionan” dijo el Presidente Fox el primero de septiembre.
Se trata quizá del reconocimiento más importante, breve, brevísimo, de lo que hoy nos sostiene. Los “narcogenerales” son un asunto terrible pero, en estos tiempos de huracanes, ciclones y vientos furiosos, —lo mismo sería con un sismo— sabemos que allí estarán las Fuerzas Armadas para rescatar y atender a los que padecen. Las cifras avalan el reconocimiento popular. Pero ese Ejército y esa Armada profesionales no nacieron con Fox. ¿Quiénes las fundaron, cómo se reformaron, quiénes las profesionalizaron y prepararon para éstas terribles ocasiones? Cómo olvidar al sistema de protección civil del cual he escuchado los mejores comentarios de los propios miembros del gabinete. Ese expediente institucional tampoco nació con Fox. ¿Quién lo concibió y parió? Nadie los recuerda porque también provienen de ese pasado que va más allá de los 34 meses, ese pasado institucional que no tiene lugar en el discurso de los 70 años de oscuridad total. Si, es cierto, las medicinas faltan, los servicios con frecuencia dejan mucho que desear pero, a pesar de todo, las instituciones de salud están allí atendiendo a decenas de millones. ¿Quiénes fueron secretarios de Salubridad y Asistencia, de Salubridad y finalmente de Salud, directores del IMSS o ISSSTE? Pocos los recuerdan. Por supuesto que hubo patanes y vividores, pero también profesionistas muy sólidos, mexicanos de primera. A pesar de los patanes las instituciones sobreviven, por eso son instituciones.
Y que decir de la SEP dónde hoy se encuadra el programa de escuelas de calidad. Lo fantástico es que ya hay escuelas que alguien construyó en ese pasado indigerible por el régimen y también los maestros, deficientes con frecuencia, pero maestros. Por algo la SEP vive en la mente de millones de mexicanos que la reconocen como eje de la esperanza de sus vidas. De Vasconcelos a la megabiblioteca José Vasconcelos, como justamente se llamará, ha habido un par de docenas de secretarios, incluidos algunos notables. De nuevo, las instituciones. La historia, hoy incómoda, está allí. Ni modo. Y ya que andamos por la cultura, ¿cuándo nació Bellas Artes? ¿A quienes les tocó amamantar a la criatura y hacerla crecer? Las instituciones funcionan dijo Vicente Fox, nadie podrá negar el costo del burocratismo en la Orquesta Sinfónica Nacional, tampoco que la cultura haya sido utilizada en ocasiones como instrumento de control pero, al final del día, allí están las instituciones. El Auditorio Nacional cumplió 50 años, productivos años.
Lo mismo podríamos decir de Pemex o de CFE, o del sistema carretero o de presas o de los institutos de cardiología o de nutrición. La CNDH con alrededor de una docena de años de vida, fue creación del innombrable Salinas. Es cierto, había una gran presión internacional sobre el tema, como la hay ahora en otros rubros: calidad educativa por ejemplo. Hoy nos costaría trabajo imaginar que México no tuviese un Ombudsman. Y qué decir de Conapo, o del Colegio de Bachilleres, o del INAH y sus florecimientos sistemáticos, o del Sistema de Transporte Colectivo o de la siempre insuficiente red de aeropuertos, o de la Comisión Nacional de Arbitraje Médico, o la Procuraduría del Consumidor o tantas otras instituciones con las cuales nos topamos en nuestra vida cotidiana. El IFE como cereza sobre helado. ¿A dónde quiero llegar con todo esto? Muchas de las degradaciones que sufrieron esas instituciones se deben precisamente a la perpetuación de las camarillas en el poder. Innegable. Por eso bienvenida la pluralidad que activa los mecanismos republicanos para vigilar las instituciones. Viva la competencia, ya nadie puede perpetuarse. El asunto es otro. La virulenta campaña del 2000 fue mañosa y muy injusta con las instituciones. El tiempo de Fox lentamente se acaba y las instituciones que nos gobiernan son las mismas. Salvo el IFAI y el INEE a medio parir, no hay nada nuevo. ¿Qué decir? O seguimos inmersos en la oscuridad y la porquería o ha llegado el tiempo de denunciar sin concesiones ese discurso como una gran mentira. Lo primero sería dejar de vilipendiar a esas instituciones. Admitir la rica herencia es un acto mínimo de honestidad. Más allá de las fobias anticallistas, es innegable que la institucionalización del país lleva décadas. ¿Qué haríamos hoy sin un Banco de México, en cuya creación por cierto participó Gómez Morín al lado de Pani, acreditado y creíble? ¿Cómo imaginar al país sin la UNAM o el Politécnico, creación cardenista? La acumulación sigue, habrá que registrar al ITAM o al Tecnológico de Monterrey en su aniversario 60 y agregar a la lista de creadores de instituciones los nombres Garza Sada, de Bailleres o Zambrano. Lo que no se vale es dividir al país entre los pertenecientes al pasado oscuro, de perversión y pretender sepultarlos y los limpios del presente panista. Hay individuos que crean instituciones, sólo ellos se trascienden a sí mismos. Con todas las carencias y deformaciones, la herencia institucional que Fox recibió es enorme.
La mayor prueba son los días que vivimos. Hoy, a pesar de un magro crecimiento, de una gestión y un gabinete considerados como ineptos, a pesar de una incontenible primera dama, de un Presidente cuestionado en su eficacia y capacidad, de unos partidos divididos y casi todos con manchas de corrupción, con un Legislativo en el total desprestigio y una crisis de expectativas que va de la confianza del consumidor a los grandes empresarios, hoy, México está estable. Ni insurrecciones, ni golpes de estado, ni asonadas, tampoco rumores. Eso sí un futurismo desatado, quizá como construcción de una fuga hacia adelante. El barco navega aunque se duda que el capitán tenga el rumbo claro. Así trabajan las instituciones.