“No se tiene derecho a traicionar ni aun a los traidores.” Charles Péguy
Bill Clinton no sólo le mintió al pueblo de los Estados Unidos sobre su relación amorosa con la joven Monica Lewinsky, quien realizaba sus prácticas profesionales en la Casa Blanca en 1998. También a Hillary, su brillante esposa quien durante años fue uno de los pilares más notables de la carrera del político de Arkansas. Esto lo confiesa ella misma en su autobiografía, Living History (Historia viviente), que será publicada en julio.
Con este libro, por cuya publicación recibió ocho millones de dólares, Hillary rompe con una regla que ella misma defendió durante la presidencia de su marido: resistirse a las intromisiones de los medios de comunicación en su vida íntima y en la de su familia. Más que dinero, sin embargo, lo que parece estar impulsando a la actual senadora de Nueva York a publicar su visión de los hechos es el deseo de ajustar cuentas.
En los fragmentos que se han publicado ya de esta autobiografía Hillary no intenta ocultar la furia que sintió cuando su marido, despertándola una noche, le confesó que sí había tenido una relación amorosa con la joven practicante. Hillary cuenta en su libro que sintió una aguda sensación de traición. Clinton le había dicho previamente a ella, como lo había afirmado en una declaración jurada ante el fiscal especial Kenneth Star, que las acusaciones eran falsas: Monica no era más que una practicante a la que él había ayudado. Súbitamente, sin embargo, Hillary se enteró esa noche de la verdad. Y era una verdad doblemente dolorosa para ella: no sólo por ser una mujer engañada -una vez más— por su marido, sino por ser una política traicionada, ya que Hillary había defendido públicamente a Bill, diciendo que las acusaciones en contra del presidente eran parte de una “conspiración de la derecha”, sobre la base de la confianza que le había tenido al juramento de Clinton de que no había tenido una relación con la Lewinsky.
El que Hillary haya decidido ahora hacer públicos éstos y otros detalles de su vida privada con el entonces presidente Clinton es muy significativo. Implica, quizá, un rompimiento ya definitivo para esta formidable pareja presidencial. Hillary se ganó la admiración de mucha gente cuando decidió mantenerse al lado de su marido a pesar de su infidelidad con Monica. En el libro, sin embargo, queda claro lo mucho que le costó esta decisión.
Quienes han seguido de cerca la vida de los Clinton señalan que existe ya de hecho una separación informal entre ambos. Cada uno tiene su vida y su agenda, las cuales rara vez coinciden. La publicación del libro, sin embargo, parece marcar una separación más definitiva. El ex presidente Clinton no ha hecho hasta este momento ninguna declaración sobre la autobiografía de su esposa. Pero no hay duda de que los fragmentos que se han publicado, o algunos de los puntos que Hillary expresó en una entrevista de televisión con la periodista Barbara Walters, le deben haber sido molestos.
Hillary parece haber tomado la decisión de abrir al público este capítulo de su vida por su deseo de seguir avanzando en su carrera política. Se especula que la senadora por Nueva York está preparando una candidatura presidencial para el año 2008. Su experiencia en la campaña que la hizo senadora en el 2002 la convenció seguramente de que no podría buscar la presidencia del país sin dejar atrás para siempre ese capítulo incómodo de la infidelidad de su marido durante la presidencia.
Desafortunadamente, Living History parece certificar que no ha terminado la era en que la vida íntima de los personajes públicos ha tenido un papel importante en la política. En este caso es la propia Hillary la que está abriendo las puertas a la indagación sobre su vida familiar.
Y Hillary lo puede hacer con razonable tranquilidad ya que el villano del escándalo del ‘98 fue su marido Bill y no ella. El problema es que, al abrir de lleno este capítulo a la inspección de los medios informativos, Hillary puede estar corriendo el riesgo de que se acentúen las indagaciones sobre su propia vida íntima.
Quizá sea inevitable que la vida personal de las figuras públicas se abra a los medios masivos de comunicación. En este sentido la autobiografía de Hillary no hace más que impulsar una tendencia morbosa ya generalizada. Sin embargo, sigue siendo lamentable que la política se convierta cada vez más en un asunto de alcoba antes que de ideas.
La Verdad
Qué bueno que el presidente estadounidense George W. Bush haya prometido ayer “divulgar la verdad” sobre las supuestas armas de destrucción masiva de Iraq. La verdad es que, hasta este momento, todo parece indicar que el gobierno de Saddam Hussein simplemente no las tenía.
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