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Hillary y Marta

Jorge Zepeda Patterson

ambas son mujeres de fuerte personalidad, con una influencia significativa, si no es que decisiva, en las carreras de sus maridos. Al llegar a la Presidencia las dos venían de ser la acompañante de un gobernador: Hillary de manera oficial, Marta de manera extraoficial (formalmente era la responsable de Comunicación Social del gobierno de Guanajuato). Asimismo, ambas jugaron un papel activo, si no es que decisivo, en las campañas por la carrera presidencial y han constituido una “cartera” no oficial, pero muy poderosa, en los gabinetes de Clinton y de Fox, respectivamente.

Tanto Hillary Clinton como Marta Sahagún han gozado y sufrido las atenciones obsesivas de la opinión pública y de los medios de comunicación. Ambas son figuras que despiertan pasiones encontradas; igual disfrutan el apoyo de una legión de simpatizantes, que el resentimiento de amplios sectores sociales. Y, desde luego, ambas han hecho algo más que coquetear con la posibilidad de una carrera política una vez terminado el mandato de sus parejas. De hecho, como es sabido, Hillary Clinton es actualmente senadora por Nueva York.

Ahí terminan las similitudes. Lo demás son diferencias. Por un lado, Hillary Clinton había logrado convertirse en una abogada prestigiosa luego de una excelente carrera universitaria, antes de que fuera conocida como Mrs. Clinton. Incluso formó parte de una comisión de investigación formada por el Congreso para evaluar los delitos de la presidencia de Nixon en el caso Watergate. Antes y durante la gubernatura de Clinton en Arkansas, se desempeñó como socia de un famoso despacho jurídico. Por otro lado, cuando los Clinton llegaron a la Casa Blanca tenían detrás suyo 17 años de matrimonio y una hija en común.

Desde luego, no era el caso de Marta Sahagún. La Sra. Fox había madurado como Sra. Bibriesca y se había dedicado a labores familiares y a apoyar el desarrollo de la farmacia veterinaria de su marido en Celaya. Sus estudios formales se reducían a un diploma para la enseñanza de inglés.

Así pues, en el momento en que se convirtieron en primeras damas, Hillary y Marta venían de trayectorias muy distintas. Más aún, la Sra. Fox sólo lo sería cabalmente un año más tarde, cuando sorprendieron al mundo al casarse en Los Pinos en el primer aniversario del triunfo electoral.

Pero la principal diferencia entre ambas es de mayor fondo: tienen una concepción significativamente distinta de lo que debe ser una Primera Dama. Hillary Clinton concibe esta posición como un recurso que permite potenciar el trabajo del Presidente. Si bien nunca ha desperdiciado una oportunidad de ejercer el indudable protagonismo que le caracteriza, una y otra vez lo ha subordinado a una lógica de Estado. Para Hillary los actos de la Primera Dama nunca deben debilitar la figura presidencial. La mejor muestra de esta convicción podemos verlo en el digno papel desempeñado durante la crisis por el affaire “Mónica Lewinsky”. En sus palabras: “Como esposa, quería retorcer el cuello de Bill. Pero él no sólo era mi esposo, también era mi Presidente y pensé que a pesar de todo, Bill dirigía al país en una dirección que yo apoyaba y en la que coincidía. Lo que hizo fue moralmente incorrecto; también lo fue el hecho de mentirme a mí y al país acerca de eso. Pero también sabía que su falta no constituía una traición a la Nación”. En consecuencia, aunque su orgullo la impulsaba hacer pública su molestia, Hillary simplemente bajó su perfil, apuntaló con discreción y sin mentir a la alicaída institución presidencial y sólo en la intimidad de la Casa Blanca se apartó de su marido durante algunas semanas, “hasta saber a dónde iba mi matrimonio”.

En suma, una actitud responsable en la cual se da prioridad a la figura presidencial. Por desgracia no siempre ha sido ése el comportamiento de la Primera Dama en México. En ocasiones su deseo de exhibir su fuerza o buscar fortalecer su imagen le han llevado a meter en problemas o dificultar la tarea del Presidente. Tal es el caso, por ejemplo, de la famosa foto del beso con el Vaticano de fondo, meses antes de su matrimonio con Fox. Fue una escena que ella preparó y se encargó de que la foto “se filtrara” a los medios de comunicación para asegurar su difusión y de esa forma dejar en claro que ella era la pareja de Fox. Fue una provocación para una buena parte del PAN, para muchos católicos y para sectores conservadores que lo vieron como un acto de mal gusto, innecesario, toda vez que aún no constituían una pareja casada.

Tampoco fue afortunada la designación de la Sra. Sahagún como la portadora de la representación oficial de nuestro país en la toma de posesión del presidente peruano, Alejandro Toledo, a la que no pudo asistir Fox. Se trataba de un acto de Estado, al que asistieron mandatarios de otros países y no de un evento social. La Presidencia del país fue criticada, dentro y afuera, por este exceso “matrimonial”, pues la delegación mexicana debió haber sido encabezada por el Secretario de Relaciones Exteriores o el de Gobernación.

En los próximos dos años aumentarán las oportunidades y tentaciones de Marta Sahagún para ejercer un mayor protagonismo, de cara a sus posibilidades políticas futuras. Sería interesante que en la oficina de la Primera Dama practiquen el inglés con una lectura acuciosa de la autobiografía de Hillary Rodham Clinton, “Living History”. Fox saldría menos lastimado y su esposa podría alcanzar un escaño en el Senado. (jzepeda52@aol.com)

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