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Historia de Villanos/Sobreaviso

René Delgado

Más adelante, cuando haya oportunidad de asomarse desde el futuro a este presente, se verá cómo se escribió una historia sin héroes, una historia sin grandes hombres: una historia de villanos.

Ningún actor político saldrá limpio de la irresponsabilidad y la mezquindad con que se condujeron ante la oportunidad de transformar al país y consolidar su democracia. No faltarán, desde luego, quienes justifiquen eso argumentando que después de todo así es la política en todas partes. Tendrán que reconocer, sin embargo, el escarnio que aquí se hizo de ella y la fuerte dosis de cinismo que aquí se le aplicó.

Plegarias políticas disfrazadas de ruegos religiosos, tentaciones fascistas disfrazadas de simples productos de la mercadotecnia, utilización de la justicia como instrumento de venganza, nuevas complicidades presentadas como muy viejas amistades, engaños entonados como jingles, alianzas imposibles... e, incluso, navajazos.

Todo enfilado al despropósito de hacer de la barandilla el despacho de la clase política y de los agentes del ministerio, los abogados y los jueces los factores determinantes en el desfiguramiento de una democracia que no acaba de consolidarse y que, más allá de los discursos, advierte un país dividido que difícilmente podrá sostener sus principios y posturas hacia afuera.

*** Sobran dedos para contar a los políticos que escapan al juego del escándalo, de la barandilla, del abuso de las investiduras y del protagonismo.

El mismo Presidente de la República y la primera dama caen en ese juego donde la residencia oficial de Los Pinos sigue siendo un salón de usos múltiples. A veces transformada en casa de campaña, a veces convertida en templo religioso sin respetar la liturgia política, a veces habilitada como la sede de una fundación, y muy pocas veces como el asiento de un gobierno.

La pareja que habita Los Pinos gusta de jugar al fuera de lugar político, llevando la pelota a la frontera que separa lo legal de lo legítimo, y obliga al árbitro de la contienda electoral a hacer tibias amonestaciones sin poder sacar la tarjeta amarilla. Poco importa que, en ese juego, el uniforme, la investidura presidencial salga manchada por las constantes barridas y menos que se esté calentando de más a la afición que, en cualquier momento, amenaza con invadir la cancha para apoyar a su equipo con petardos, tubos o navajas.

De ese modo, el rol de la prudencia y el equilibrio no habita Los Pinos. La consecuencia es obvia, Arturo Montiel a través de su escudero partidista Isidro Pastor o de su escudero con credencial de policía, el procurador Alfonso Navarrete Prida, echa mano de lo que sea para ganar el pleito electoral. Sea una demanda penal, sea un presunto atentado..., con lo que sea y como sea, Montiel y sus amigos buscan contener a la pareja presidencial en el juego de la propaganda electoral.

Todo mientras Acción Nacional se refugia detrás de la banda presidencial para ver si así logra lo que como partido nomás no puede. El desastre de la actuación de ese partido en los principales municipios del Estado de México es eso, un desastre donde los escándalos han sido su mejor manufactura. Sea porque los munícipes se ven involucrados en crímenes políticos, sea porque se sirvieron con la cuchara grande del presupuesto, porque hicieron del protagonismo un negocio que les dio hasta para convertirse en estrellas de cine.

Ni una idea de fondo aparece en la propaganda albiazul y, entonces, ese páramo le da oportunidad a Isidro Pastor de disfrazar algunos recursos propios del fascismo como una innovación en el quehacer político. Presentar la política como una religión, explotar la inseguridad pública para plantear la pena de muerte, todo acompañado de esa rentable franquicia que es el Partido Verde Ecologista de México que sin el menor recato impulsa la pena de muerte y sin el menor recato olvida cómo se opuso al aeropuerto de Texcoco y, ahora, hace otro negocio aliándose.

Si, por su importancia electoral, el Estado de México anticipa el tenor de la contienda de la elección federal, no estará de más que el procurador general (de la Presidencia) de la República habilite más agentes del ministerio público porque es claro que por la barandilla corre el proceso electoral.

Ningún héroe aparece en esa historia. Sobran los villanos y, por lo pronto, ya hay una víctima.

*** En la feria de las contradicciones y las incongruencias, el PRI se distingue por su doble juego.

El presidente del partido, Roberto Madrazo, se mantiene firme en el ayuno de ideas que desde siempre se propuso. No desperdicia oportunidad para descalificar brutalmente al Presidente de la República, mientras la secretaria general del mismo partido, Elba Esther Gordillo, se presenta como amiga de la primera dama, aclarando desde luego que ello no supone complicidad alguna. Ese es el equilibrio político que oferta el PRI, un equilibrio diseñado de seguro por policías que trabajan en pareja: uno endurece la línea y otro la ablanda con tal de sacarle la sopa política al adversario.

Y, así, mientras de a tiro por viaje Madrazo vulnera al primer panista de la República, Gordillo promueve hasta peleas de box “arregladas” con su amiga la primera dama. Así, mientras Roberto pega por debajo de la cintura, Elba Esther ennoblece el pleito a puños. Se complementan uno y otra, aun cuando lo que pretendan sea subrayar sus diferencias.

*** Sin ideas, argumentos, programas o plataformas políticas serias, los actores políticos echan mano de cuanto pueden y poco les importa hacer del Estado de Derecho un Estado de Ánimo para calentar a la afición de votantes.

Desde esa perspectiva, echan al palenque a sus mejores villanos para ver quién resulta ser más y mejor delincuente. Aparece, entonces, Eduardo Fernández acusando a “Los Amigos de Fox” de lavar dinero y de conducirse igual que el crimen organizado y, de inmediato, como no se había visto, el brazo de la justicia de Los Pinos se trae a Fernández, mientras que Lino Korrodi reclama para sí el cetro de la pureza y la limpieza política de la actuación. Lo reclama sin reparar en algo curioso: si Fernández es procesado por extorsionar con información que filtró al PRI sobre “Los Amigos de Fox”, esa información condena también a Lino que, eso sí, tiene por fortuna su amistad con un Presidente de la República que, sin darse cuenta, se tambalea.

A su vez, el líder del Senado de la República, Enrique Jackson, con enorme entereza declara que no tiene nada que declarar porque a él no le ha llegado ningún citatorio y, así, en el vodevil, el maltrato de las instituciones queda como un simple gasto de campaña. Que se desgaste la Presidencia de la República, la Procuraduría General de la República, el Senado de la República, los partidos políticos, no importa. Más tarde, quién sabe cuándo, se volverán a restaurar las instituciones aunque lo único que quede sea su sola fachada. Lo importante es el poder para demostrar lo que es no poder. Para qué otra cosa les podría interesar el poder al PRI y al PAN, si no es para demostrar lo que es no poder.

En esta pelea estelar de la semana, el elenco mayor de la clase política reaparece en la escena, desfila orgullosa en ese chiquero en que se convierte la campaña electoral del 2000. Salpicados quedan el ex presidente de la República, el Presidente de la República, los amigos del ex Presidente, los amigos del Presidente, el ex candidato del PAN, el ex candidato del PRI... la clase política en su conjunto.

El cambio, el mentado cambio, comienza finalmente a definirse: El cambio es lo mismo de antes nomás que peor y ligeramente más grotesco. Si antes, como una suerte de terrible fatalismo, el subdesarrollo político del país se atribuía al PRI, ahora, se puede atribuir al PAN. Se empeñan los actores en que la afición haga suya esa conclusión: la alternancia consiste en un problema de turno para ocupar el lodazal.

Y, ahí, como un chiste agregado a la terrible farsa en que se insertan el PRI y el PAN, Vicente Fox pone como ejemplo del sindicalismo a Fidel Velázquez, mientras las huestes cetemistas reclaman al mandatario dejar en paz a ese otro gran sindicalista y presunto desviador de fondos, Carlos Romero Deschamps. Hágase de una vez la encuesta del caso, una encuesta transparente que supervise el contralor Francisco Barrio, después de todo se trata de aplicar una sola pregunta para que el círculo verde dicte sentencia: ¿conviene hacer valer el Estado de derecho? ¿Sí o no? Y que el porcentaje determine qué hacer con ese incómodo concepto.

*** Ante ese cuadro, la lógica recomienda voltear a la izquierda, ver si ahí puede encontrar refugio la esperanza democrática, pero hay un problema: el PRD está cerrado por inventario.

La izquierda perredista está metida en hacer el recuento de las bajas y las altas. A cuántos buenos cuadros han logrado eliminar, a cuántos cuadros no muy buenos pueden reciclar y a cuántos buenos prestigios pueden empinar. La guerra civil en ese partido continúa y por lo que se ve se prepara un magno desencuentro, ahora entre Cuauhtémoc Cárdenas y Rosario Robles. Todo mientras los neopriistas del PRD, los jefes de la banda en el Distrito Federal se encargan de repartir las candidaturas sin saber qué se proponen hacer si finalmente logran, cosa que no se ve sencilla, crecer.

Andrés Manuel López Obrador ve claramente lo que ocurre con su partido y lo que hace es pegarse lo más que puede a la pared. Sabe que sus posibilidades son grandes y, entonces, el problema es sobrevivir a como dé lugar.

No es para menos, en el momento que el desastre amenaza al partido saliente y al partido entrante en el poder, la izquierda perredista se extravía en su propia guerra intestina.

La divisa que parece mover a la dirigencia formal e informal perredista es bien clara y simple: para qué buscar adversarios fuera del partido, si dentro los hay.

*** Con esa clase política, el futuro político les pertenece a los agentes del ministerio público, a los abogados y a los jueces, ni por asomo a los partidos y mucho menos al electorado que cae en la cuenta de un absurdo: cuando se puede elegir, no hay de dónde escoger.

La obra de demolición en la que se ha empeñado la clase política entiende por despacho la barandilla, la rejilla y la crujía, entiende por postulado una demanda, entiende por argumento la descalificación o la frivolidad. Y, en todo esto, desesperan los jueces, el Poder Judicial que, aun cuando parecía ofrecer algo distinto, contribuye con su lentitud y parsimonia al debilitamiento del Estado de derecho y el remate de la República.

Y vale decir el remate de la República porque desde fuera del país se ve muy claramente lo que está ocurriendo. Es clara la debilidad de las instituciones, la vanidad y la banalidad de los protagonistas, la falta de perspectiva de la élite política, la ineptitud y la irresponsabilidad de los operadores. Entonces, es claro que la República difícilmente pueda sostener una firme postura para defender los principios nacionales.

En la historia de estos días no hay héroes, hay villanos interesados en tramitar un amparo y refugiarse en la ignominia. Habrá que pensar más para recuperar el poder, para desplazar de él a quienes ayer como hoy se empeñan en demostrar lo que es no poder. No hay héroes, habrá que construirlos o descubrirlos. La historia sí puede ser otra.

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