EL SIGLO DE TORREÓN
El niño Alfonso es llevado al Monte de Piedad por su regalo
TORREÓN, COAH.- Una mirada infantil escudriña unas bicicletas apiladas en el interior del Monte de Piedad. Pertenece a la de un niño huérfano de padre.
Se trata de Alfonso Villavicencio Rodríguez, quien quiere una para esta Navidad. Sin duda, es una ilusión común en los niños de su edad, pero para él, es un sueño que está a punto de convertirse en realidad.
Una ropa humilde envuelve su frágil cuerpo. Sus manos dentro de su desgastado pantalón gris denotan timidez. Triste es su expresión como su vida.
Alfonso vive en calle Codorniz número 284 de la colonia Mayagoitia en Gómez Palacio, Durango. El pasado mes de julio, su papá murió en un accidente carretero. Trabajaba en un trailer y en uno de sus viajes, encontró la muerte.
A su mamá, Victoria Rodríguez le quedó la responsabilidad de él y sus tres hermanos. Uno tiene 19 años y los otros dos, 16 y 12. El mayor tuvo que dejar la escuela para poder ayudarle a su mamá con los gastos de la casa.
Mientras Alfonso platica, dos personas mayores se acercan. Es un matrimonio de jóvenes esposos que dicen que lo llevaron hasta ahí. En los brazos de Silvia Sánchez descansa una niña de dos años llamada Fernanda, a un lado su orgulloso esposo, Juan Francisco Rosales Palacios dice que es la luz de sus ojos.
La escena obliga a la pregunta: ¿Alfonso es hijo de ustedes?
La repuesta confunde: No.
El rostro de los esposos es sincero al responder. Ambos se miran a los ojos y sonríen para luego reafirmar: “No es hijo nuestro”. Callan y luego establecen un largo silencio. Los dos miran a la persona que está frente a ellos a quienes llama la atención la libreta y grabadora en sus manos.
¿Entonces es su sobrino?
Pasan varios segundos y contestan: “No, no es nuestro sobrino”.
No dan espacio para otra pregunta, ya que de inmediato Juan Francisco manifiesta que Alfonso es un vecino a quien le prometieron para esta Navidad una bicicleta.
Con más confianza, Silvia relata que a unos 200 metros de su vivienda se localiza la casa de Alfonso. Saben que su mamá, Victoria Rodríguez, atraviesa por momentos difíciles. Al quedar viuda hace cinco meses, la vida le cambió a ella y a sus hijos.
Juan Francisco trabaja en un taller de herrería, lugar donde conoció y empezó a tratar a Alfonso. Como su papá siempre andaba fuera, por las mañanas él acudía para juntar desperdicios de fierro para venderlo y ayudar a sus padres.
Silvia comenta que Alfonso siempre sigue a su esposo por todos lados. Cuando su papá murió se le vio muy triste y procuran darle más cariño, ya que ahora Victoria, su mamá, para ganarse el pan de cada día, trabaja duro limpiando iglesias.
A Juan Francisco le llama la atención que Alfonso cada que acude al taller, toma su vieja bicicleta para pasearse. “Pensé, a este chamaco le gustaría recibir una y así será”. Ésa fue la razón por la que acudieron al Monte de Piedad, para encontrar una a un buen precio.
Alfonso escogió una amarilla. Sus ojos tristes brillan cuando la mira. Dice que le gustó porque es grande y moderna. Ríe y asegura que se la prestará a su hermano de 12 años...
La salvación
Para la familia Herrera Estrada como para los Luna Robles, el Monte de Piedad es su salvación. Cada vez que se encuentran en apuros, dejan en empeño algunas de sus cosas.
La señora De Herrera esperaba su turno para sacar una máquina de coser que empeñaron en junio pasado. Ahora con el aguinaldo que le dieron a su esposo, pretenden recuperarla.
Una boleta con la cantidad de 700 pesos, servirá para hacer la transacción. Explica que tiene tres hijos estudiando y que se las vieron muy duras porque fue la época de graduaciones y uno de ellos concluía la preparatoria.
“Había que comprarle el traje, pagar la ficha para la universidad y muchos otros gastos. No nos quedó otra más que empeñar mi máquina de coser”.
Ahora con parte del dinerito que su esposo recibió como aguinaldo, se la llevará a su casa. Para la señora Herrera, empeñar es una nueva experiencia que espera no repetir, ya que dice que es “pura sal”, pues lejos de ayudarse, perjudicó a su familia, ahora desembolsará esa cantidad -700 pesos- que le hubieran servido para comprar lo que le pedían sus hijos para esta Navidad.
“Ya no nos quedó para tanto. Sí les vamos a dar algo, pero no lo que ellos deseaban, pues mi esposo y yo pensamos, les dábamos el gusto o perdíamos la prenda y mejor preferimos hacer lo último”, expone.
En el caso de los Luna Robles, empeñar es una costumbre. Tienen diez años de casados y cuatro hijos. Dos estudian educación media y el par de mujercitas, la secundaria. Para poder cumplir con los sueños navideños de sus retoños, estaban en el Monte de Piedad para empeñar varias piezas de oro y una aspiradora que en una posada, hace años se sacó el esposo de la señora De Luna.
Confiaban recibir por esos artículos, arriba de mil pesos. Con esa cantidad esperan completar los regalos de sus hijos. Solamente les falta lo que obsequiarán a sus niñas. Una de ellas quiere una grabadora y la otra unos patines, además de ropa.
No les apura mucho dejar sus cosas empeñadas, ya que afirman que entrando enero hacen rifas y con lo que obtienen de esos sorteos, recuperan las piezas empeñadas.
Una vez desempeñadas, las guardan, porque generalmente para junio, vuelve a dejarlas en prenda para ayudarse con los gastos de la escuela, “así es como salimos adelante, pues lo que gana mi esposo como vigilante en un centro comercial no alcanza para mucho”.
Esperan que les ayude para hacer unos tamalitos y pasar contentos la Noche Buena, si no es así, dice que tiene la invitación de ir a casa de una comadre, “pero como pinta esto, creo que vamos a parar con ella, no se completa para nada”.
Regular
Pese a que hay dinero circulando por la entrega de aguinaldos en el Monte de Piedad, el desempeño es regular:
· En esta época decembrina la diferencia no es mucha en relación a los meses anteriores.
· Se habla de 300 desempeños diarios.
· Anteriormente se registraban 250.
· La novedad está en el aumento del 20 por ciento en el área de comercialización.
· Todos los días estará abierto, excepto el día 25 , 31 de diciembre y primero de enero.
· En horario normal de las 8:30 a las 2:30 horas entre semana.
· Los sábados de 8:30 a una de la tarde.
FUENTE: Javier Hernán López, gerente del Monte de Piedad