“Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo”. Mateo (24:30)
¿Hijo de Dios o del hombre? Ésa ha sido la gran discusión en torno al nacimiento de Jesús que se festeja en la Navidad.
La idea de Jesús como hijo de Dios no fue universal entre los primeros cristianos. Muchos de los seguidores originales del Nazareno —judíos como él— veían en su maestro a un profeta o quizá lo consideraban el Mesías, esto es, el Cristo, el Ungido. Pero para los judíos el Mesías no era el “hijo de Dios” —una expresión abominable para un pueblo nutrido en el monoteísmo— sino el rey de la línea de David que rescataría al pueblo de Israel de la opresión extranjera y lo llevaría a una nueva era de esplendor.
En los Evangelios Jesús nunca se refiere a sí mismo como el hijo de Dios. Lo más cercano a esta idea surge en la frase: “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo” (Mateo 11:27). Estas palabras, sin embargo, pueden ser una metáfora. Los antiguos judíos con frecuencia se designaban a sí mismos como hijos de Dios, pero en el sentido de que eran el pueblo elegido por Dios. En el monte de los Olivos, al hablar con sus discípulos sobre “el fin del siglo”, Jesús se llama a sí mismo “el hijo del hombre” (Mateo 24:30). Sin embargo, al terminar su Evangelio, Mateo perfila el concepto de la Trinidad cuando dice que Jesús resucitado pidió a sus apóstoles que fueran e hicieran “discípulos a todas las naciones, bautizándolos en nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:20).
Muchos cristianos en los primeros tiempos dieron por hecho que Jesús era un gran hombre, un profeta, un iluminado o el Mesías, pero no el hijo de Dios. Con el paso de los siglos, conforme el culto personal a Jesús fue creciendo, surgieron explicaciones cada vez más complejas que buscaron justificar la adoración de Jesús como Dios sin despojarlo de su naturaleza humana. Los adopcionistas, por ejemplo, afirmaron que Jesús nació hombre pero fue adoptado por Dios en el momento de su bautismo. Arrio, un presbítero de la Alejandría del siglo IV, argumentó que Dios sólo puede ser uno y por ello Jesús no puede ser su hijo.
El arrianismo, que adquirió una fuerte presencia en el Mediterráneo y que amenazó incluso con dividir al cristianismo, fue prohibido por el poder político, ya aliado con la jerarquía cristiana, en el imperio romano. El emperador Constantino intervino directamente en el concilio de Nicea del año 325 que condenó el arrianismo y exilió a Arrio y a sus principales seguidores de sus ciudades. El concilio emitió el llamado credo niceno según el cual el Hijo es “consustancial con el Padre” (homoousion to Patri), es decir, ambos comparten la misma sustancia. A la muerte de Constantino los arrianos regresaron a sus lugares de origen y siguieron ejerciendo influencia sobre los cristianos. El concilio de Antioquia del 341 omitió el concepto de “consustancialidad” del credo cristiano; como consecuencia, en las décadas subsecuentes arrianos y ortodoxos se disputaron el reconocimiento como los verdaderos cristianos y su suerte dependió mucho de la inclinación de quienes ejercían el poder político. Finalmente, en el 381 un nuevo concilio, en Constantinopla, impuso definitivamente el concepto de consustancialidad y prohibió el arrianismo, el cual, sin embargo, siguió teniendo aceptación entre algunas tribus germánicas y ha tenido nuevos brotes en distintos momentos de la historia. El Islam, que recoge muchas de las tradiciones cristianas, considera a Jesús como un hombre y un profeta y acusa a los cristianos de haber caído en el politeísmo al endiosarlo. Todas las iglesias cristianas actuales coinciden en que Jesús es Dios al igual que el Padre. Para evitar las acusaciones de politeísmo, sus teólogos mantienen que Dios es a un mismo tiempo una y tres personas: una Trinidad. Pero ¿cómo puede dividirse la naturaleza de Dios? ¿Cómo pudo Jesús ser a un mismo tiempo hombre y Dios? Ésos son misterios, dicen los teólogos cristianos, cuya comprensión está más allá de la capacidad de los hombres. En los misterios divinos, por supuesto, los seres humanos no lograremos penetrar nunca, a menos que sea por la fe, como lo planteó Pascal en el siglo XVII. Pero de cualquier manera quizá valga pena registrar aquí una verdad muy clara: que muchos de los primeros cristianos nunca pensaron en Jesús, el Cristo, como Dios.
Tabaco
Ahora es contra los cigarrillos. A pesar de que éstos ya pagan un impuesto del 100 por ciento, los diputados les han creado un impuesto adicional del 20 por ciento. La medida ni va a recaudar más ni va a hacer que la gente deje de fumar. Pero sí va a aumentar el contrabando.
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