El Ayuntamiento de Saltillo dedicó la semana pasada a celebrar el 25 aniversario de Armando Fuentes Aguirre como Cronista de la ciudad. Fue un acierto: el homenaje resultó memorable por muchas razones; entre otras el tiempo que ha permanecido Armando en ese importante quehacer municipal. Santa Teresa de Ávila, buena observadora de su circunstancia, afirmó en uno de sus famosos paradigmas que ningún premio debiera ser otorgado en razón del tiempo, sino del fruto; pero los que somos amigos de Armando, alias “Catón, el Censor” consideramos que en este caso son celebrables tanto el tiempo como los frutos. Durante un cuarto de siglo, Fuentes Aguirre ha escrito variadas crónicas de la cotidianidad local, si bien no con la frecuencia que sus lectores tenemos en deseo.
La continuada permanencia de Armando en el desempeño de Cronista es, por otra parte, un hecho insólito en Saltillo, cuya larga historia de 426 años sólo ha registrado la existencia de cuatro Cronistas: el Bachiller Pedro Fuentes, párroco de Saltillo, a quien sus contemporáneos le dieron el título de Cronista por el mérito de haber publicado en 1792 la primera reseña histórica de la fundación de esta ciudad en su opúsculo “La Villa del Santiago de Saltillo”. Desde esos años hasta 1944 no hubo ningún responsable de hacer la crónica municipal. En dicho año se distinguió con tal nombramiento al escritor José García Rodríguez, tan querido y respetado en su vida como en su memoria. Él moriría, por desgracia, el uno de abril de 1948, y así el cargo de Cronista de Saltillo volvió a quedar acéfalo.
Fue hasta el año de 1977, cuando el gobernador Óscar Flores Tapia decidió celebrar el 400 aniversario de la fundación de la Villa del Santiago del Saltillo, que ordenó al Alcalde Juan Pablo Rodríguez la designación del historiador Sergio Recio Flores como Cronista. La ciudad tenía necesidad de alguien que diera testimonio de la celebración tetracentenaria. Otra vez la desgracia se cebó en el Cronista: Sergio murió repentinamente y por tercera ocasión Saltillo quedó sin que un funcionario diera cuenta y razón de la vida municipal. Entonces sobrevino la designación del periodista Armando Fuentes Aguirre, quien era 25 años más joven que ahora.
Pero...¿qué cosa hace un Cronista? El Cronista es un historiador de la actualidad, como lo fueron en sus tiempos el entrañable don Victoriano Salado Álvarez, don Luis González Obregón, el escritor del virreinato don Artemio de Valle Arizpe y el implacable ironista y sarcástico observador de las cosas públicas: Salvador Novo. Éste definiría en una de sus primeras crónicas: “Cronista de una ciudad debe ser únicamente quien la ame y la conozca”.
Sabedor de la historia de una comunidad y atento lector de su vida contemporánea el Cronista debe tener perspicacia para interpretar los sucesos públicos. No es el vocero de los Alcaldes, sino el narrador ilustrado, objetivo y crítico de la cotidianidad política, social y económica de su ciudad. Salvador Novo aprovechaba sus columnas en la revista “Hoy” y en el diario “Novedades” para dar a conocer sus testimonios. Armando Fuentes Aguirre, el Cronista de Saltillo, dedica una columna en el periódico de esa ciudad, donde publica su material, para reseñar con intermitencia la vida de la sociedad municipal. Ahí encontramos muchos sucesos saltilleros, pero también anécdotas, relatos curiosos, y descripciones de personajes atípicos de las regiones y ciudades mexicanas a donde lo lleva, día tras día, su actividad de conferencista. Diremos, sin miedo a hiperbolizar, que Armando (a) Catón encarna un caso único de fama pública en el periodismo nacional.
Quizás este logro pase desapercibido en el Distrito Federal, centralista por naturaleza. Los habitantes de la ciudad de México piensan que solamente aquello que sucede en su entorno es importante, y más aún en el periodismo..Los lectores ilustrados saben que en la antigüedad existió un filósofo llamado Marco Porcio Catón, que se distinguió por ser un enérgico censor en la vieja Grecia, pero la generalidad de las personas conocen más, mucho más, al Catón Cronista de Saltillo, debido su estilo satírico, mordaz y sarcástico; a su imaginación, erudición y puntería para la crítica y el anecdotario; y sobre todo porque que suele concitar encontradas opiniones entre la moralina superviviente del siglo XIX y los abiertos criterios de la sociedad del siglo XXI. Sus epigramas son, por otra parte implacables en sus cuartetas sonoras, contundentes, bien medidas y de fina, combativa ironía.
El periodismo, la crónica y sus conferencias han impedido que Armando Fuentes Aguirre escriba el libro a que está obligado por su cultura, imaginación, ameno escribir y responsabilidad crítica. Ojalá y no tarde en cumplir este compromiso. Mientras tanto le expresamos nuestro reconocimiento y gratitud por los deliciosos momentos con que nos regala día tras día. Felicidades, Armando.