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Hora cero/Medias cucharas...

Roberto Orozco Melo

Longanimidad es el calificativo cristiano para la virtud de soportar con entereza los golpes y las ofensas que quebrantan el ánimo de los seres humanos. Fue longámino el paciente Job durante su prolongada y enfermiza existencia; también Jesucristo en los días intensos de su pasión y muerte. Mucha especial santidad hemos mostrado los mexicanos en nuestra larga historia de equívocos gubernamentales, y más necesitaremos para los días que corren, azarosos y amenazadores. Con ella habremos de asumir las consecuencias de los recientes años de crisis económica y expondremos resignadamente nuestra otra mejilla a las cachetadas que nos dará la inestabilidad financiera del año próximo.

Mas no hay motivo de alarma, ya que nuestro pueblo posee un carácter especial, negado a la rebeldía. Somos pacíficos y pacifistas por definición histórica: “el respeto al derecho ajeno es la paz” sentenció don Benito Juárez en su fórmula para la concertación internacional; la cual hemos observado los mexicanos sin deserciones, a diferencia de los vecinos del Norte, que en cada trecho histórico nos dan la oportunidad de atrincherar nuestra inferioridad en esas palabras y evitar asumir la responsabilidad crítica que adquirió el país cuando firmó el protocolo constituyente de la Organización de las Naciones Unidas.

Pero lo que ahora alarma es la torpe administración de la política interior del país, focalizada en una aparente Reforma Fiscal que no es reforma, ni es fiscal, y por ello se prestó a un manejo desaseado en el seno de la Cámara de Diputados.

Desde que se hizo notorio el acuerdo secreto entre el presidente Fox y la señora Gordillo, los recién estrenados diputados del PRI empezaron a recelar la consumación de un proyecto de agresión fiscal contra las clases populares del país. Cosa rara, pues entre ellos había muchos que propiciaron la reforma al IVA culminada con la expresiva mímica nombrada como “roqueseñal”. Aquí diremos, en obligada digresión, que otra reconocida característica de los legisladores mexicanos es su desmemoria, la cual culmina en incongruencia: jamás recuerdan como votaron ayer, y cuando finalmente se les presenta la oportunidad de ratificar su anterior posición política, por más positiva que haya sido, sufragan de modo contrario. Los intereses son los intereses.

Lo cierto es que la Gordillo devino defenestrada como coordinadora de la bancada priista por su abierta y cómplice compautación con el presidente Fox. Terca la mujer, se amachó en sacar la “Reforma Fiscal” comprometida; al fin de cuentas ni era reforma ni podía ser aprobada. Los diputados del PRI, del PRD, del PVEM y de CD apabullaron aquella esperanza sin sustento del Jefe del Poder Ejecutivo de la República, arrastrando igualmente la expectativa del sector empresarial que ya había obtenido una previa promesa de apoyo por parte del presidente del PRI, cuyo largo camino político ­­acusaron otros recientemente­­ ha sido pavimentado con promesas incumplidas y compromisos rotos.

¿El proyecto foxista está perdido en realidad? Ahora discuten los diputados de la Comisión de Hacienda un nuevo conjunto de disposiciones fiscales de las cuales nadie aventura si podrán merecer el ambicioso título de “Reforma Política” aunque sus promotores aseguren que con su aprobación quedará garantizado el ingreso de más de 130 mil millones de pesos en 2004, siempre que la Secretaría del ramo mantenga alerta, dura e intransigente vigilancia para evitar el rezagos de los causantes. ¿No estaremos en el triste caso de saltar desde la cazuela al fuego en el peliagudo asunto de los impuestos? ¿No será que Fox amarró tanto a Madrazo como a Gordillo? Tantos ires y venires de ambos a Los Pinos, tanto entrar y salir de la residencia oficial, ya juntos, ya separados, dan mucho en qué pensar. En ese tráfico maléfico ¿quién es el héroe, quién el villano?

Queda a los contribuyentes esperar contra toda esperanza. Salga como salga, el asunto afectará el bolsillo de los ciudadanos en mayor o menor cuantía. Las prisas y los conflictos de los últimos días enrarecieron el ambiente, han dificultado el análisis y provocan más sospecha que certidumbre. Los partidos políticos y el gobierno del cambio sufren el noviciado de la democracia, cuyos platos rotos podríamos costear todos los mexicanos, seamos causantes o no. Para la primavera del 2004 nos espera la anhelada IV Convención Nacional Fiscal, la cual ya empieza a recibir descalificaciones anticipadas. Y entre tanto, los días corren , vuelan y se acercan las fechas cruciales de los próximos comicios federales. ¿No es un escenario de pésimos presagios?

Un rayo de luz aclara parcialmente el negro panorama: está confirmado para seis años más en el gobierno del Banco de México el doctor Guillermo Ortiz Martínez, tentempié de las finanzas nacionales. ¿Por qué no busca Fox un administrador de idéntica eficacia para el manejo de la política interior del país? Urge la pesquisa y la designación: hoy por hoy no hay”maistro” dentro o fuera de Los Pinos, que conozca el alfa y el omega del intríngulis político. Puras medias cucharas. 

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