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Hora cero/Niños bajo la angustia

Roberto Orozco Melo

De la vieja guerra fría Rusia-Estados Unidos conservo en la memoria la impactante imagen fotográfica de un niño alemán con pantalón corto, tirantes y camisa de manga larga que arrastraba una pequeña mochila mientras calculaba ­­con los ojos tristes y el rostro compungido­­ la altura y longitud de la muralla construida entre los sectores Este y Oeste de Berlín. El muchacho sostenía en la mano derecha un diminuto camión de juguete y con su mano izquierda se rascaba la cabeza, en actitud dubitativa. El pie de grabado informaba que el niño recién había arribado a Berlín en busca de un primo suyo, quién por desgracia, vivía al otro lado de la muralla, y no pudo encontrar un paso accesible.

Rememoré esta dramática imagen al ver la reproducción de otra fotografía no menos estremecedora que apareció en The Wall Street Journal: el viernes pasado La gráfica no es reciente ­­fue tomada en 1951 durante un simulacro de bombardeo atómico­­ pero sirve como evidencia de lo que sucede actualmente en Estados Unidos, ante la guerra que el presidente Bush se ha propuesto emprender contra Iraq. En la foto se observa un salón de clases que aparece vacío, lo que le dá un tono conmovedor. Como un plús emotivo, el diario usó el color sepia al editarlo e imprimirlo en la sección Marketplace.

¿Dónde están los alumnos? nos cuestionamos. Una mejor mirada los localiza en decúbito sobre el piso, abajo de los pupitres. A los cuerpos infantiles apenas se les ven las cabezas. Son más o menos 25 jóvenes de ambos sexos que se protegen metiendo la testa entre hombros y brazos. La foto comunica silencio, invalidez y temor. Más adelante se describe otra experiencia de vulnerabilidad: el de los 658 policías que cuidan las escuelas públicas y privadas del estado de Nueva York. rescatado por una encuesta realizada durante el mes de julio del 2002 por the National Asociation of School Resources Officers. Estos son algunos de sus resultados:

Un 95 por ciento de los cuestionados piensa que su escuela es vulnerable ante un ataque violento; el 79 por ciento afirma que las escuelas no están preparadas ante tal contingencia; 55 por ciento dicen no haber recibido entrenamiento antiterrorísta; 77 por ciento reconocen que los maestros y administradores de la institución educativa tampoco han recibido dicho entrenamiento; 83 por ciento de los policías aceptan que es fácil que un terrorísta tenga acceso a la escuela; 82 por ciento aceptan que nunca se han hecho planes anticrisis en las secundarias; el 74 por ciento expresó que sus escuelas no se comunican adecuadamente con los padres de familia sobre temas de seguridad y cómo planear el control de una crísis; finalmente sólo el 27 por ciento de los encuestados reportaron haber recibido asistencia de parte de agencias federales, locales y estatales al prepararse para un ataque terrorísta. La desorientación parece evidente.

Pero la escuela pública Glendale Elementary de New York, afirman los reporteros Robert Tomsho y Daniel Nasaw, sí cuenta con un plan de respuesta ante un ataque. Todos sus salones acumulan tinas con cobijas, papel sanitario, linternas, latas de comida y números de teléfonos escritos para contactar a los padres de familia. Igual se ha desarrollado una página web que ayude a las escuelas a preparar diversos modos de proteger a los estudiantes y a los maestros. La prevención empezó después de los ataques terrorístas del 11 de septiembre y se ha acelerado a causa de la alerta nacional de seguridad por la posible guerra con Iraq.

Jóvenes al fin, entre algunos alumnos no parece haber temor; existe la idea de que los ataques no deberían tomarse en serio según dijo un estudiante de High School en Chicago. Sin embargo, las escuelas y los padres de familia sí consideran la inminencia de un posible ataque insólito. Los expertos y los oficiales temen que las escuelas resulten atractivas para los terroristas, a causa de la presencia constante de los niños y la poca seguridad. Otros padres consideran que los esfuerzos anti-ataques sólo sirven para poner nerviosos a los estudiantes. Pero la mayoría de las instituciones educativas hacen todo lo posible para planear una evacuación tranquila en caso de emergencia. Ya cuentan con un almacen de medicinas, equipos de comunicación y copias de los expedientes estudiantiles en sitio seguro.

Un ensayo de evacuación consiste en desalojar los salones con las ventanas cerradas y las luces apagadas. Todos los niños de una escuela pública de Nueva York han sido equipados con un paquete que incluye un mapa del área, números telefónicos en caso de emergencia y un billete de diez dólares, Y obviamente, en espera de lo anunciado, se tensan los niños y los jóvenes; se angustia a los padres de familia y se preocupa a la sociedad.

Qué lástima que en países aparentemente civilizados sucedan estos dramáticos eventos; qué tristeza que crezcan generaciones completas bajo la angustia de sufrir una muerte súbita y qué dura infancia deben vivir la niñez y la juventud de los países en conflicto y las de los otros, que estamos geográfica, económica y políticamente atados a ellos. Si mi abuela Lola viviera, la oiría exclamar: “¡Mátense donde yo no los vea, ca.....!

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