ACAPULCO., GRO.- "Muchachos, ya es el momento: vamos a organizarnos", gritó José Antonio Noriega a un grupo de jugadores que, inquietos, se paseaban frente al salón donde minutos antes los directivos habían comenzado su mercadeo.
Aunque se había acordado de antemano que la Comisión del Jugador tendría una mesa en la sala de transferencias para resolver las dudas de sus agremiados, el deambular sin rumbo de los futbolistas obligó a Francisco Gabriel de Anda, presidente de dicha comisión, y al propio Noriega, segundo de abordo, a cambiar la estrategia: pidieron a Alberto de la Torre, titular de la Federación Mexicana de Futbol (FMF), que permitiera el ingreso de varios de sus compañeros que desconocían su situación contractual y que, por miedo e indiferencia, no lo aclararon con sus directivos.
La escena había sido común: jugadores comiéndose las uñas y dirigentes que los ignoraban con aires de grandeza.
De ahí la petición a De la Torre, que consistió en la postura de los comisionados, aunque todo quedó en palabras, porque olvidó comentar la situación a Víctor Garcés, presidente de la rama, a los 20 presidentes de clubes y, por supuesto, al personal que custodiaba el acceso.
Cuando los futbolistas quisieron entrar, fueron rechazados.
-Nosotros no sabemos nada -dijo el de la puerta.
Dentro de la sala, la negativa vino de Gonzalo Fernández, secretario general de la FMF.
-¿Cómo? Si ya lo habíamos pactado -se preguntó De Anda, ansioso por encontrar a la distancia al líder de la Federación.
Quince minutos de espera. De la Torre recordó la promesa y por fin se quitó el cordón.
Sergio Almaguer se unió a los organizadores: "Necesitamos orden y respeto, ya no queremos que esto parezca un mercado", dijo el ex zaguero cruzazulino.
Y el método fue sencillo: cada uno de los interesados en aclarar su caso debía apuntar su nombre en una hoja y firmar.
¿Los objetivos principales? Constatar si habían sido incluidos en la lista de transferibles o preguntar por qué no fueron inscritos, investigar en qué categoría se les colocó (suplente, titular base, independiente) o entablar contactos con algún directivo o técnico interesado en sus servicios. La mayoría aceptó el reto, aunque hubo quienes prefirieron huir, como el argentino Mario Granna: "¿Para qué más problemas?", susurró.
Más tarde diría “El Tato" Noriega: "Fue difícil vencer la incertidumbre, y eso habla de la poca credibilidad que hay en el sistema. Los compañeros se animaron poco a poco y algunos se dieron cuenta que esto no es tan peligroso”.
De Anda anunció la mecánica: "Vamos a entrar de cinco en cinco. Tenemos sólo diez minutos para arreglar el problema".
Y así lo hicieron: los primeros en ingresar fueron Jesús López Meneses, Manuel Ríos, Miguel Salcedo, Armando Moctezuma y Christian Guemes.
Al final de la jornada casi 50 futbolistas irrumpieron la privacidad de los directivos, entre los que destacaron José Guadalupe Castañeda, José Luis Sixtos y Gabriel García. El asunto se transformó en una pasarela al estilo table dance, en el que algunos tuvieron oportunidad de ingresar al salón hasta dos o tres veces. Pero muy pocos boletos se compraron.
-Ya hice dos o tres contactos -dijo por ejemplo el "Gaby" García al momento de salir.
-No conseguí nada claro, y aquí me voy a quedar hasta la noche -comentó Sixtos.
Jóvenes como Guemes, cuya carta pertenece a Tigres y que fue prestado la temporada pasada a Colibríes (aunque en ninguna de las dos instituciones logró jugar) relató su experiencia: "Los Tigres ni me enlistaron, dizque porque aún no he debutado en la Primera División. Nunca pude arreglar las cosas porque los directivos se me escondieron. Pero Noriega ya me prometió que investigarán y el equipo se comprometió a colocarme en el draft de Primera A".
Nunca antes había ocurrido: jugadores que optaran por romper la cadena de la apatía directiva, aunque los resultados no fueron los que imaginaron: casi nadie logró colocarse.