Acaso alivie la desazón generalizada por la demora extrema a que llegaron los diputados al aplazar hasta la última hora la integración del consejo general del IFE, recordar que hace siete años, en esta misma fecha se resolvió, con apremio aun mayor que el que hoy culmina, la designación del consejero presidente y los ocho consejeros que inauguraron la era de plena autonomía de la autoridad electoral. Y la verdad es que las prisas no comprometieron el resultado, pues la selección resultante tuvo un magnífico desempeño.
La situación en octubre de 1996 estaba mucho más embrollada que la de ahora (salvo por las peculiaridades en la bancada priista, con diferendos cuyo alcance no puede precisarse todavía), pues simultáneamente se llegaba a los acuerdos finales para la reforma del Código Electoral, para la integración del Tribunal Electoral y para nombrar a los consejeros del IFE.
Si nos detenemos, como es nuestra intención y por ser la materia comparable con lo que hoy ocurre, en la designación de dichos consejeros electorales, las conversaciones entre los partidos llegaron al borde de la ruptura y la reforma entera pudo quedar frustrada.
El 26 de octubre de aquel entonces, el secretario general panista (hoy subsecretario de Economía), José Antonio García Villa, llegó a declarar que el diálogo estaba roto y se quejó de que no había diálogo, que sólo se practicaba una yuxtaposición de monólogos. El secretario de Gobernación de entonces, en cuya oficina se discutían los acuerdos finales y las propuestas de designación, era Emilio Chuayfett, que hoy está de nuevo en la escena aunque no en el lugar que su experiencia ameritaría. Si bien su fracción le encargó, junto al ex gobernador de Querétaro Enrique Burgos, preparar un esbozo de reforma electoral, quedó sorprendido al conocer que se había convenido un anteproyecto, que se estimó posible —ahora vemos que sin fundamento— presentar el martes pasado, la fecha inicialmente fijada para concluir el tema electoral.
Con las dificultades suscitadas en el grupo priista en torno al modo en que se adoptan las decisiones, lo más que podría obtener la coordinadora Gordillo sería la aprobación a sus propuestas de consejeros y las que había acordado con el resto de las fracciones. El anteproyecto de modificaciones electorales quedaría para después.
Hace siete años, en las vísperas de la designación se manejaban nombres de figuras eminentes para presidir el consejo. Ninguna de ellas aceptó o fue aceptada. Debido a la opacidad que entonces y ahora presidió el procedimiento, se dio lugar a que personas dueñas de gran prestancia pública resultaran como vencidas o desechadas en un certamen en que no participaron.
Ese fue el caso del ex rector José Sarukhán, el ex secretario Sergio García Ramírez, Lorenzo Meyer. Sí estaban en la liza, en cambio, expertos como Jorge Alcocer y Juan Molinar, que en las vísperas aparecían como los más viables candidatos a la presidencia del Instituto.
El nombramiento, empero, recayó en José Woldenberg, cuya designación sorprendió aun a quienes estábamos involucrados de cerca en ese procedimiento, aunque no fuéramos parte de él. Una sorpresa análoga parecía prepararse ahora. A media tarde del jueves 30, cuando se escriben estas líneas, la bancada priista está reunida para un saludable intercambio de explicaciones entre la coordinación y sus críticos y de su reunión podría salir confirmada la especie de última hora sobre la presidencia del IFE.
Extrañamente, porque su especialidad ha sido el Derecho Bancario y no el electoral, prosperaba una candidatura inesperada, la de Roberto del Cueto. Salvo que se trate de un homónimo, algo difícil de creer porque ninguna persona de ese nombre ha tenido participación así sea tenue en materias electorales, se trata del director del Centro de Estudios de Derecho Privado del Instituto Tecnológico Autónomo de México. Durante 23 años trabajó en el Banco de México, de donde llegó a ser director general adjunto y salió de allí en 1996 para ser director de Banamex. Es ahora articulista de la sección de negocios de Reforma. Su más reciente colaboración allí, apenas del 21 de octubre, se refiere precisamente a un nombramiento a cargo del Congreso. Pero no se trata del IFE sino del Banco Central en que sirvió largamente.
Hace siete años se procedió tan atropelladamente, que la protesta de los ocho consejeros electorales y su presidente ocurrió al margen de la ley, que no estaba reformada cabalmente a la hora en que asumieron sus cargos. Por fortuna, en ese momento y los siete años siguientes todo el mundo obró de buena fe respecto de esa disonancia jurídica. De lo contrario, decisiones trascendentalísimas del consejo general hubieran podido, acaso, ser impugnadas aludiendo a la falla original de aquella designación.
No obstante señalar ese grave dislate cometido por la Cámara debido a las prisas que presidieron el punto final de aquella reforma, en aquel momento reconocí “el raro acierto que consiguieron (los partidos y el gobierno) al integrar el nuevo consejo general del IFE. Examinado en conjunto y uno a unos sus integrantes, el resultado es que encontraron un espléndido grupo de ciudadanos que sólo tendrá el interés de servir a la República”.
La trayectoria de los entonces flamantes consejeros permitió emitir ese pronóstico, realizado con creces durante los siete años siguientes, que se cumplen hoy. Deseo que podamos repetir el augurio y verlo consumado en octubre del 2010.