Las apariencias engañan. Esto lo sabemos desde siempre y por boca de todos, aunque a mí, las apariencias me siguen engañando. Nada menos, hasta el día 30 de junio pasado, yo creí que Andrés Manuel López Obrador, dinámico y cumplidor como se mostró en el faraónico proyecto del segundo piso, sería el presidente ideal para el próximo sexenio, prospecto asaz tranquilizante. Mas a pesar de su “denme por muerto” respecto a un futuro presidencial, ese mismo 30 de junio hizo unas declaraciones claramente vivificantes para tal futuro, aunque tan impertinentes en su contenido que no me habrían sorprendido en boca de Fox cuando en la suya fueron decepcionantes.
¿Qué dijo? Pretendió hacer un diagnóstico socioeconómico del estancamiento actual diciéndole al presidente Fox que “no es posible estar sometidos a un fanatismo neoliberal ni apergollados por dogmáticos cuyas propuestas económicas no han funcionado, se necesita ser muy terco y tozudo para mantener una política económica que ha demostrado su ineficacia durante dos décadas”, o sea a partir del sexenio de Miguel de La Madrid, 1982-1988.
Mi asombro se debe a que alguien que ha llegado a tan alto puesto como AMLO pueda creer que el sistema económico de México sea neoliberal. Esto implica una economía de mercado libre -que tal es la definición del liberalismo económico- cosa inexistente en México ya que aquí los energéticos, los que, por definición, mueven la producción y distribución de bienes, tanto de capital como de consumo, están prácticamente monopolizados por el Estado mediante Pemex y la Comisión Federal de Electricidad.
En otras palabras y, mutatis mutandi, seguimos teniendo el mismo tipo de economía mixta que hemos tenido a partir de la expropiación petrolera en 1938. Y si alguna sola causante de nuestro estancamiento económico existe, esa causa es la cardenolatría que considera el monopolio nacional del petróleo y su explotación un artículo de fe irrecusable.
Aunque se puede entender tal apasionamiento respecto a un recurso natural no renovable, extenderle tal carácter a la electricidad -un producto industrial infinitamente renovable- confirma el carácter surrealista de la mentalidad oficial y la beatería estatista de funcionarios como AMLO.
Claro que éste no entiende lo que dice, ya que culpa al neoliberalismo de provocar la fuga de brazos: “La realidad se va a imponer: Ya son más de 200 muertos (en su intento de cruzar la frontera) porque la economía está estancada, paralizada y la gente tiene que ir a buscar trabajo a Estados Unidos arriesgando la vida”.
Con eso, AMLO mata su propio gallo y a la vez tiene razón: ¿Cuál es el atractivo de EU? Que allá sobra el trabajo. Y ¿por qué sobra allá el trabajo? Por el vigor de su economía. Y eso ¿a qué se debe? A los principios insobornables del mercado: la oferta y la demanda. Sin quererlo, AMLO tiene razón: el neoliberalismo es causante de esas muertes.
Las palabras citadas de AMLO aparecieron en la página 10 de un diario capitalino. En la página 11 aparece una Carta Abierta dirigida al Director General de Luz y Fuerza del Centro, licenciado Luis de Pablo Serna, firmada por los presidentes de las 13 asociaciones empresariales más importantes del Estado de México, reclamándole al susodicho por qué, después de dos años de un compromiso del secretario Ernesto Martens, no se han llevado a cabo “los proyectos de inversión comprometidos”, por “decisiones burocráticas unilaterales”.
Y siete días después, el propio director de Pemex, Raúl Muñoz Leos, propone “abrir” Pemex, razonando que “la defensa de la soberanía no puede significar el debilitamiento económico del país, su creciente dependencia del exterior y la pérdida de oportunidades para elevar el bienestar de los mexicanos”.
Siendo la postura de AMLO tan ajena a la realidad como a la lógica de la economía, resulta imposible adivinar sus motivos, ya que un retorno al estatismo de LEA y López Portillo sería nefasto para el desarrollo industrial de México y trágico para el futuro bienestar del pueblo.