Permítanme contarles, amigos míos, que por estos días me encuentro en Tuxtla Gutiérrez, capital del estado de Chiapas; es posible que alguno de ustedes piense: "Y a mí qué me importa dónde demonios ande este sujeto", y puede que tenga razón. Sucede que es realmente impresionante vivir de cerca una afición como la chiapaneca por un equipo de futbol.
Durante muchos años se ha dado por llamar a esta parte de la República Mexicana "la última frontera" y en mi opinión resulta peyorativo este calificativo, pues una entidad que es capaz de sobreponerse a todo género de obstáculos merece una mucho mejor mención. En cuestión deportiva esa absurda forma de minimizar todo lo que queda lejos del centro de la República se repite, es decir, no se puede entender que talento deportivo y pasión coexistan tan distantes de la capital.
Pues sí, lo que se vive en todo este maravilloso estado de Chiapas es una verdadera "jaguarmanía". La gente no habla de otra cosa en la calle, la casa y los bares; los niños se creen Rafa Márquez, Felipe Ayala o Lucio Filomeno; el naranja del uniforme puebla las calles y contrasta muchas veces con la piel tostada de la gente que vive y trabaja bajo un clima inclemente; la apuesta, optimista hasta el absurdo, es por cuántos goles se vencerá al Toluca este sábado y lo mejor de todo es la ilusión con la que se habla de futuras campañas.
El chiapaneco común no contempla ni de lejos la posibilidad de que su equipo pueda descender, por el contrario, existe un optimismo que raya en la ingenuidad de que cualquiera, menos Jaguares, jugará la temporada próxima en la Primera "A", aunque la realidad es bastante más complicada y puede ser terriblemente dolorosa.
Es un hecho que este equipo propiedad de Grupo Pegaso fue armado al vapor, escasamente reforzado y poco vigilado por sus propietarios; el Gobierno del Estado ha hecho lo que en su mano está, como remozar el estadio "Víctor M. Reyna" y poner a modo la infraestructura para tener un cuadro digno y competitivo, sin embargo, en ocasiones pareciera que el jugador no entiende lo mucho que está en juego y se brinda en forma tacaña cuando lo necesario para salvar la categoría es que todos y cada uno salgan a romperse el alma, comulgar con su afición y ganar los puntos que permitan que el que descienda sea otro.
El público chiapaneco, me consta, es noble y apoya sin desmayo, pero cuidado, también se puede cansar si siente que se le ha tomado el pelo.
El resto del torneo deberá ser de absoluto compromiso del club con sus seguidores a fin de conseguir, en principio, la ansiada salvación y después, bueno ya después hablamos.
El cuadro rojo de Toluca, uno de los equipos que mejor juega al futbol en este momento, será un duro sinodal para el equipo del sureste, pero no hay de otra, se tiene por obligación que convertir en invencible la cueva del jaguar; los puntos que se pierdan en casa será difícil recuperarlos fuera ya que no todos los rivales serán como el Monterrey.
Esta tarde asistiremos al estadio y me permitiré vestirme de jaguar, esperando el perdón de mis queridos Pumas, al fin que los dos son felinos.