Hoy hace ya 18 años murió Jesús Reyes Heroles, a la sazón secretario de Educación Pública. Culminó entonces una fructuosa vida dedicada al estudio y la política. Sus muchas aportaciones a que la esfera pública se integrara a partir de la voluntad ciudadana y para beneficio de las personas, lo han mantenido presente en ámbitos diversos. Apenas al comenzar este mes, por ejemplo, la Universidad Nacional presentó en la Feria de Minería una antología de sus textos, titulada Los caminos de la historia, preparada por Eugenia Meyer y que es el número 136 de la Biblioteca del Estudiante Universitario.
Dada su presencia permanente en la vida social mexicana, su figura fue escogida por el Gobierno Federal para integrar una tríada digna de homenaje, que significara la pluralidad de México, junto a Manuel Gómez Morín y Heberto Castillo. Cada uno de ellos en su tiempo y a su modo, encabezó tendencias, encarnó ideas y realizó obras que hicieron mejor a nuestro país. Fue decidido entonces que sus restos se trasladaran a la Rotonda llamada ahora de las personas ilustres (en una ruborizada admisión de que son muy pocas las mujeres inhumadas en ese panteón) y que se efectuara una velada académica donde sendos participantes desarrollaran esbozos biográficos de los tres ilustres que, por supuesto lo eran ya sin necesidad de una declaración formal que los ungiera como tales. Víctor Flores Olea hablará sobre el ingeniero Castillo, Javier Garcíadiego sobre el fundador de Acción Nacional y yo mismo sobre don Jesús.
Además de mi conocimiento directo de su trabajo público, he tenido ocasión de estudiar su trayectoria en la preparación de una tesis doctoral, que me ha permitido ahondar en mi ya antigua valoración y respeto por su pensamiento y sus tareas. Por esa y por otra razón he resentido la iniciativa de que se anule el decreto presidencial que declara ilustre a Reyes Heroles, a lo que su familia ha reaccionado dignamente, retirando su autorización para que sus restos sean llevados a la Rotonda.
Además de que con esa moción se juzga injustamente a Reyes Heroles, me pesa que surja de Raúl Álvarez Garín y del comité 68 prolibertades democráticas, una persona y un grupo a los que profeso admiración, por su genuina tenacidad, y a cuyos esfuerzos justicieros me sumo siempre que puedo. Lejos de agregarme esta vez a sus empeños los rebato en pos de la tolerancia y el respeto a las ideas ajenas.
Aun como intelectual, Reyes Heroles fue un hombre del sistema que, sin embargo, no compartió sus peores características sino, al contrario, las combatió y buscó mellar sus efectos. Su tesis de licenciatura, publicada como libro en Argentina, que se titula Tendencias actuales del Estado fue hace sesenta años un breviario de crítica a los sistemas autoritarios, una búsqueda del régimen idóneo que conjugue libertad y justicia. En pos de explicaciones para su tiempo, Reyes Heroles se hizo historiador y penetró en la esencia del liberalismo mexicano, su vocación social y sus ligas con la vertiente progresista de la Revolución Mexicana.
Dondequiera que sirvió como funcionario público introdujo innovaciones socialmente beneficiosas. Como director general de Pemex estableció el Instituto Mexicano del Petróleo (IMP), fuente de conocimiento que reforzara la autonomía técnica de la industria petrolera nacional. Y rescindió los contratos-riesgo, modalidad alemanista que había permitido la vuelta del capital extranjero a la exploración y explotación de los hidrocarburos.
Con desmesura insostenible, se atribuye a Reyes Heroles corresponsabilidad en la represión criminal de Díaz Ordaz contra la protesta de 1968, y se le condena por su “silencio cómplice”. La realidad es que Reyes Heroles, más allá de su responsabilidad técnica en ese gobierno, contó entre quienes promovieron el diálogo en vez de la respuesta autoritaria. En 1966 había convencido a su amigo Javier Barros Sierra, a quien antes responsabilizó del IMP, para que aceptara la rectoría de la UNAM. En el domicilio del propio rector se reunieron el primero de octubre de 1968 los personeros del gobierno (uno de los cuales dependía de Reyes Heroles) y representantes estudiantiles en busca de una salida política al conflicto, que fue impedida por la brutalidad de Díaz Ordaz y de quien por ello ganó la sucesión presidencial.
Como secretario de Gobernación fue deliberadamente ajeno a la represión policiaca y, al contrario, se ocupó en ofrecer nuevos cauces a la acción de quienes habían desafiado con las armas al gobierno y remedios a quienes padecieron la sañuda persecución ilegal. Fue sensible a los reclamos en pro de una amnistía e impulsó la ley correspondiente en 1978. Al mismo tiempo, y como complemento estructural de esa actitud, desarrolló la reforma política que posibilitó la participación electoral de la izquierda y su presencia en una ensanchada representación parlamentaria. Por eso es contrario a la verdad que Reyes Heroles “forzó” a los comunistas a aceptar una reforma que amplió la libertad política.
También es contraria a la verdad, por parcial, la cita sobre la razón de Estado que quiere hacer de Reyes Heroles un teórico de la represión. La estudió precisamente en dirección contraria: La razón de Estado corresponde al Estado o se desvirtúa y cuando esto ocurre “se convierte en medio del dogma religioso, en razón dinástica, de grupo en el poder, de clase, o razón de partido. De esta manera, se despoja al Estado de una razón que sólo a él concierne”.