La impugnación que anuncia hará el Partido Revolucionario Institucional respecto a los resultados electorales habidos en el Distrito Seis con cabecera en Torreón, amerita ser objeto de comentario. Lo anterior porque ocurre en un marco nacional y regional en el que no se hacen mayores cuestionamientos al proceso en general, por lo que la inconformidad, parece un capricho por volver a los tiempos de carro completo.
Es cierto que en algunas entidades federativas en las que hubo elecciones estatales existen conflictos post electorales que permanecen irresueltos. Sin embargo en cuanto al proceso federal no se han suscitado sospechas de fraude o falta de transparencia, por lo que tales problemas se presumen originados en deficiencias legales a nivel estatal o en actitudes indebidas, que se atribuyen a gobernadores o consejos electorales locales.
El que la elección se impugne no debe extrañar, pues el PRI está en su derecho y para ello existen tribunales electorales, sin embargo, el interponer un recurso frívolo sólo contribuirá a enrarecer el ambiente y el aliento de un estilo que fortalece y explica los índices de abstencionismo. Por ello la decisión de impugnar el Distrito Seis debe ser meditada por el Partido de referencia, antes de acometer la aventura que ello implica.
La elección del pasado domingo deja algunos saldos negativos, en cuanto a que las campañas se caracterizaron por la guerra sucia desatada entre los protagonistas y la pobreza de las propuestas. Lo mejor sería volver a la normalidad cuanto antes, en lugar de empañar la vida pública regional, al generar un golpeteo post electoral sin que exista una razón fundada y de importancia para hacerlo.