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Incertidumbre para rato

SALVADOR KALIFA

Muchos consideran que el principal obstáculo para consolidar la recuperación económica de Estados Unidos se relaciona con la incertidumbre asociada a la posibilidad de un conflicto bélico con Iraq. Algunos agregan la tensión entre el gobierno estadounidense y el de Corea del Norte, ante lo que se teme sea una escalada en la fabricación de armamentos nucleares por parte de este país, uno de los integrantes de lo que el Presidente George W. Bush calificó como ?eje del mal?.

Coincido que la incertidumbre geopolítica actual juega un papel crucial en las perspectivas económicas de Estados Unidos, en particular por su efecto sobre los precios del petróleo, el ánimo de los consumidores y las decisiones de inversión de las empresas. Esta preocupación también la comparten los miembros de la Reserva Federal, quienes señalaron en su comunicado del 29 de enero que el riesgo geopolítico contribuye a disminuir el crecimiento económico, una advertencia similar a la que habían hecho al término de sus reuniones de septiembre y noviembre del año pasado.

El tono de este comunicado, sin embargo, es moderadamente optimista al señalar la expectativa (¿esperanza?) de que la política monetaria acomodaticia junto con el crecimiento de la productividad, apoyan un clima económico que está mejorando lentamente. Esto sugiere que prevén un mayor dinamismo de la actividad productiva una vez que se aclare la situación con Iraq. No obstante, considero que existen debilidades dentro de la economía estadounidense que no tienen relación directa con ese entorno geopolítico y que, aún si este se tranquiliza, pueden ocasionar otro tropiezo en la actividad económica, esta vez con repercusiones más severas y prolongadas que las derivadas de la recesión corta y leve del 2001. Me parece que estos peligros, como el desempleo, que se encuentra en su nivel más alto en 8 años; la confianza de los consumidores, que se ubica en el punto más bajo en nueve años; y los niveles de deuda de las empresas y las familias, que registran niveles récord y que desalientan las inversiones; no desaparecen si la calma regresa a las relaciones internacionales y, en cambio, pueden exacerbarse con el estallido de una guerra.

Es preciso recordar, para entender la situación tan complicada de la economía estadounidense, que su recuperación titubeante del año pasado se fincó, esencialmente, en el gasto de los consumidores. Un gasto que creció a pesar de tres años consecutivos de caída en el precio de las acciones, lo que en circunstancias normales se hubiera traducido en un incremento del ahorro. Este impulso del gasto se deriva, en gran parte, del alza en el precio de las viviendas, cuyo incremento más que ha compensado la caída en la riqueza bursátil y los temores que normalmente se asocian con un incremento de la desocupación. En la práctica, la vivienda tiene un impacto mayor sobre el gasto de los consumidores porque más gente posee una casa que acciones.

Las familias convierten en efectivo sus ganancias de capital en el valor de su casa mediante el refinanciamiento de sus hipotecas, que en el entorno actual hacen a menores tasas de interés. La disminución de las tasas de interés y el alza del precio de las viviendas han permitido que millones de hogares eleven el valor de sus hipotecas sin aumentar sus pagos mensuales y tengan, por tanto, un mayor ingreso disponible en el corto plazo.

Pero este auge hipotecario va de la mano con un aumento considerable en el endeudamiento de los hogares. La preocupación principal es que este ritmo de endeudamiento es insostenible y tarde o temprano puede causar un desplome en el gasto de los consumidores si el desempleo sigue creciendo, la confianza no se recupera y caen los precios de las viviendas. Una baja en el valor de éstas puede poner a algunas personas en serios problemas financieros, especialmente si llegan a valer considerablemente menos que sus hipotecas.

Los bajos niveles de las tasas de interés y el hecho de que no se vislumbra un alza importante en las mismas en el corto plazo alivia un poco la preocupación anterior, pero aún si los precios de las viviendas no se desploman y las tasas de interés no se elevan, el impulso al gasto de los consumidores que proviene de un incremento en el número y monto de las hipotecas, así como el refinanciamiento de las existentes, tiene un límite que puede alcanzarse relativamente pronto. En esas condiciones, si los consumidores empiezan a reducir su gasto, pueden hacerlo en tal forma que provoquen otra recesión.

El comportamiento de los consumidores estadounidenses en 2001 y 2002 ha sido atípico. El desplome bursátil y la caída correspondiente de la riqueza requerían que elevaran su ahorro, en vez de mantener un ritmo de gasto que no pueden sostener en el mediano y largo plazo. El alza en el precio de las viviendas les ha permitido posponer ese ajuste, pero no lo evita en definitiva.

El nivel de ansiedad entre el público estadounidense crece y eso es un mal presagio para las perspectivas de corto plazo. La inminencia de una confrontación bélica con Iraq, así como la actitud de los consumidores ante la desocupación, la confianza y el valor de sus viviendas, pueden hacer que el consumidor sea más cauteloso en sus decisiones de gasto.

Ello hará que la primera mitad de este año sea particularmente difícil y, en ausencia de un aumento del gasto de inversión de las empresas, o un incremento en las exportaciones, puede haber otro tropezón de la actividad productiva en Estados Unidos que afectaría negativamente la producción y el empleo en nuestro país.

E-mail: salvadorkalifa@prodigy.net.mx

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