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Informe 3: buena oratoria, logros no creíbles...

Roberto Orozco Melo

El presidente de la República, Vicente Fox Quesada, no las trae todas consigo. A casi tres años de su juramento como titular del Poder Ejecutivo Federal, don Vicente se ha esforzado por mejorar su imagen y ha mantenido una decorosa calificación de 7. Así llegó el pasado lunes al Congreso de la Unión para entregar su tercer informe de actividades.

No cabe duda que hoy día las dificultades económicas del país son mayores que las enfrentadas por Fox Quesada cuando asumió el Poder Ejecutivo Federal. Además, las circunstancias políticas se ven mejores por la ausencia del autoritarismo presidencialista, la buena química de Fox con los gobernadores y la amistad personal del mandatario con la aguerrida secretaria general del PRI y coordinadora de su fracción parlamentaria, Elba Esther Gordillo. A cambio, la situación social en la República presenta filudas aristas y riesgosa fragilidad, agravada por hechos negativos concretos: el lamentable crecimiento del desempleo, el estancamiento de la economía, la ominosa inestabilidad del dólar, la patente inseguridad pública y la nula productividad del campo. Habría espacio para los etcéteras que cada quién quiera ponerle.

El jefe del gabinete presidencial, Santiago Creel, había lamentado un día antes del informe que los extranjeros tengan mejor visión sobre la economía de México que nosotros, los propios mexicanos. ¿Será porque sólo analizan los números de la macroeconomía? Igualmente optimistas, los coordinadores legislativos del Senado y de la Cámara Baja previeron un futuro legislativo menos tenso que el de la 58 legislatura. Manifestaron poder alcanzar una verdadera armonía con el presidente Fox para sacar avantes las reformas estructurales que requiere la nueva condición política y económica de la República, lo cual podría suceder en el primer año de la 59 legislatura, aunque no apostaríamos a la prolongación de la luna de miel en los períodos inmediatos. Conociendo a nuestros políticos resulta previsible que los partidos representados en el Congreso puedan protagonizar rudas luchas, así sean verbales, en el borde de las próximas elecciones federales.

Como en los toros, a la hora anunciada se inició la lectura del informe presidencial ante el Congreso de la Unión y me senté a escucharlo, consciente de que sería igual a los dos anteriores. Confirmé mis temores en el exordio y en la presentación de los datos estadísticos; pero en la lectura del mensaje político el Presidente creció en estatura al abordar la difícil problemática del país y las ingentes tareas que pondrían al país en pie de lucha frente al resto del mundo.

En esa última parte del texto presidencial escuchamos a un Fox preocupado, demandante de colaboración, que exhortaba con auténtica vehemencia a los diputados y senadores de todos los partidos: parecía otra persona, respecto al Fox de su campaña política y ‘contimás’ al que habíamos escuchado en lamentables peroratas improvisadas. Vicente Fox, puesto en líder, trajo a capítulo la necesidad urgente (sic) de llegar a un acuerdo positivo con el Congreso de la Unión sobre cuatro reformas importantes para destrabar el estancamiento económico de la nación: la reforma del Estado, la reforma política, la reforma hacendaria y la reforma educativa; y lo hizo con sorprendente pertinencia.

Palabras, frases y oraciones del discurso se sucedieron con pertinente armonía, sin pausas ni prisas. Habló claro y espeso sobre la responsabilidad de tomar decisiones de cambio en las materias torales y fue escuchado con atención reflexiva, aunque, claro, ni la actitud, ni la retórica podrán ser suficientes para provocar cambios en los partidos políticos. Habría que analizar los resultados de la convocatoria foxista a las cámaras legislativas y todavía más, cerciorarnos de que los diputados y senadores de los cinco partidos representados en el Congreso atinen, como respuesta, a construir acuerdos que logren resolver los problemas nacionales.

Por lo pronto, durante los 25 minutos que duró ese trozo de buena oratoria política, nuestra imaginación retrocedió al uno de diciembre del año 2000, día de inauguración del gobierno foxista: Si así hubiera hablado Fox desde entonces, otro gallo nos cantaría ahora...

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