“El hombre no debe inclinarse ante la adversidad; se debe oponer firmemente a ella y convertirla en estímulo.” Simón Bolívar
Durante muchos años los presidentes de la República nos dijeron que no usarían el discurso del informe presidencial para hacer anuncios espectaculares. Y había buenas razones para ofrecer esa promesa. En 1976 y en 1982 los informes fueron empleados por los presidentes Luis Echeverría y José López Portillo para anunciar una devaluación del peso, la estatización de la banca y un control general de cambios. Esto provocó que durante años se tensara la situación política y económica del país conforme se acercaba el informe presidencial ya que la gente se preguntaba: y ahora, ¿qué se le ocurrirá al presidente?
La estrategia de no usar el momento cumbre del año para ofrecer anuncios importantes, sin embargo, ha perdido ya efectividad. De hecho, al propio presidente Vicente Fox le convendría aprovechar su presencia hoy en el Palacio Legislativo, en la sesión inaugural de la 59ª legislatura, para ofrecer, precisamente, anuncios espectaculares.
El gran riesgo político de hoy no radica en ofrecer un golpe de audacia sino más bien en que se mantenga la idea —equivocada o cierta, pero generalizada de cualquier manera— de que el gobierno del cambio está incapacitado para llevar a cabo cambios importantes en el país.
El presidente Fox está obligado a llamar a los legisladores de su partido y a los de la oposición a construir un gran acuerdo nacional que le permita al país reanimar su estancada economía y llevar a cabo las reformas de fondo que le permitirán a México lograr un crecimiento sostenible en el largo plazo con el fin de superar la pobreza que tanto daño le hace a nuestro país.
Para ello es importante que le haga entender a los partidos de oposición que, en estos tiempos de alternancia política, uno de entre ellos, de cualquier partido, podría llegar a ser el próximo presidente de la República y beneficiarse de las reformas que se hagan en lo que queda del actual sexenio. Es importante que les haga entender también que, aunque sea por un momento, hay que dejar de lado el populismo que tan atractivo parece en el corto plazo, pero que es una de las razones por las que México sigue siendo un país pobre a pesar de todo su enorme potencial.
La agenda de reformas legislativas del Presidente se ha venido ya dibujando en las últimas semanas. El Ejecutivo está buscando una reforma fiscal que recaude más sin golpear la inversión. Para ello está dispuesto a aceptar una convención hacendaria que establezca un nuevo reparto de los dineros públicos entre los gobiernos municipales, estatales y federal. Entre los elementos de la reforma fiscal se está considerando un IVA universal, que se aplicaría a los productos hoy exentos o de tasa cero, aunque quizá a una tasa menor que la actual. Se eliminarían también los tratos especiales que se otorgan actualmente en el Impuesto Sobre la Renta.
Otros propósitos en la agenda legislativa del Presidente incluyen una reforma que dé certeza a la inversión privada en generación de electricidad, una reforma laboral que obligue a la democratización y transparencia financiera de los sindicatos y una reforma política que disminuya el costo de las elecciones y que permita la reelección de legisladores y presidentes municipales.
Las batallas para lograr estas reformas serán muy difíciles. Un buen número de legisladores del PRD y del PRI, por ejemplo, ya han señalado que no votarán por ninguna iniciativa que universalice la aplicación del IVA. Poco importa lo beneficiosa que pueda resultar esta medida. Afirman también que no aceptarán ninguna simplificación de la Ley del Impuesto Sobre la Renta si esto significa que sus sindicatos y organizaciones políticas pierden los privilegios con los que ahora cuentan.
El equilibrio que el presidente Fox debe mantener este próximo 1 de septiembre es muy importante. No puede darse el lujo de parecer que quiere imponerles a los legisladores las decisiones. Pero tampoco puede mostrar debilidad ante la parálisis legislativa que se manifestó en la 58ª legislatura.
Este es el momento para que el informe presidencial vuelva a ser el escenario de anuncios espectaculares. Mejor eso que permitir que el actual gobierno siga siendo visto como un sinónimo de inmovilidad.
Reelección
Las encuestas de opinión señalan que la gente no quiere la reelección de diputados y senadores. Sin embargo, éste puede ser el mejor camino para lograr un incentivo que haga que los legisladores lleven a cabo mejor su trabajo. La reelección no es una panacea para los problemas del país, pero podría ayudar a profesionalizar los cuerpos legislativos de nuestro país.
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