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Inocentes

Jorge Zepeda Patterson

Desde hace años es una costumbre que algunos diarios publiquen “inocentadas” cada 28 de diciembre. Por lo general una falsa portada da a conocer las noticias que no querríamos haber recibido nunca; noticias que sólo un “inocente” podría tragarse: el aviso del Premio Nobel de la Paz para Saddam Hussein o el regreso de Carlos Salinas a un importante puesto de gobierno, han sido algunas de las más socorridas en los últimos años. Como editor de periódico yo mismo ejercí el tortuoso privilegio de inventar algunas cuantas a lo largo de casi una década. Algunas totalmente inofensivas como el aviso de que Las Chivas contratarían a un centro delantero extranjero o que Madonna cambiaría de sexo (lo cual en realidad bien podría haber sucedido desde hace tiempo). Pero hay una “noticia” de la cual siempre me he arrepentido. A principios de los noventa un 28 de diciembre “informé” que el peso había sufrido un descalabro mayor, una devaluación fulminante (de 200 por ciento si mal no recuerdo). Más de un lector se quejó del susto que habíamos provocado y del daño que pudimos haber causado, toda vez que algunas personas sólo ven los titulares en un ejemplar del kiosco o en las manos del voceador. Era un cuestionamiento válido, pero no percibí la magnitud de la responsabilidad hasta fines de 1994 cuando la horrible premonición se convirtió en realidad. El “error de diciembre”, poco días antes de Navidad, parecía una inocentada de mal gusto justo al arranque de las vacaciones. La devaluación de casi 250% superó la broma cruel de un par de años antes y hundió en la crisis por casi un trienio al país. Muchas familias mexicanas aún no recuperan el patrimonio perdido a manos de un grupo de economistas yuppies tan banales como irresponsables, que hoy gozan de cabal salud y cuantiosa fortuna.

No creo que la realidad imite a la ficción (por lo menos en este caso) o que la coincidencia sea un acto de premonición involuntario. Asumo que se trata de un mero accidente, aunque desde entonces suelo ver las inocentadas del 28 de diciembre con más cuidado y con cierta aprehensión en el caso de algunas que de convertirse en realidad serían una verdadera pesadilla.

Enrique Díaz de León, quien fuera rector de la Universidad de Guadalajara, fue objeto de una inocentada que el tiempo convirtió en tragedia. Allá por los años veinte, durante el período vacacional sus amigos publicaron una esquela en el diario anunciando su fallecimiento y haciendo saber que el velorio tendría lugar en su domicilio. Media ciudad de Guadalajara y una tonelada de flores se apiñaron en la casa de Díaz de León justo el día en que él regresó del mar para asistir, vivo e indignado, a su propio velorio. Pocos años después, precisamente en esa fecha, para consternación de sus amigos (ex amigos para ser exactos), la familia del rector publicó una esquela para informar del deceso del personaje. Se afirma que la afluencia de personas y de coronas fue muy inferior a la del primer velorio. Quizá porque algunos pensaron que se trataba de otra broma o, simplemente, porque asumieron que con ese velorio ya habían cumplido aunque fuera por anticipado.

Por estos días está circulando en “La Nación” el órgano oficial del PAN una entrevista navideña realizada a la familia presidencial. En ella Vicente Fox reincide en esas inocentadas inocuas que dan por sentado que vivimos un período maravilloso. El Presidente está convencido de que en estos tres años el país ha conseguido lo que no había logrado en varias décadas. Desde luego debe estar hablando por él mismo. De ranchero endeudado a Presidente de la décimo primera economía mundial hay un considerable avance. Y no lo digo como broma. Estoy convencido de que Vicente Fox suele confundir su papel de mandatario con su vida personal y en esa medida, mezcla sus juicios.

Cuando se dirige a los medios de comunicación habla indistintamente el padre, el esposo, el abuelo orgulloso (mostrando el ultrasonido del nieto), el católico, el ranchero y el Presidente. No hay separación entre lo personal y lo oficial, entre lo público y lo privado. No es de extrañar que el señor considere que el país está en jauja si a él le va de maravilla.

Pero lo más relevante de la entrevista no lo dijo Fox sino su esposa. “Los mexicanos tienen una gran sabiduría y ellos sabrán elegir bien a quien siga teniendo las riendas del país del país”, afirmó Marta Sahagún al referirse a la posibilidad de su propia candidatura. La frase encierra un reconocimiento involuntario a su propio protagonismo: “elegir a quien siga teniendo las riendas del país”. Así, conjugado en presente continuo significa que ella se asume como teniendo actualmente las riendas del país. Lo cual no hace sino confirmar las sospechas de muchos mexicanos y mexicanas.

La entrevista deja claro que Marta Sahagún se siente presidente ahora y que lo seguirá siendo el próximo sexenio. Esperemos que tal pronóstico sea una mera inocentada de diciembre.

(jzepeda52@aol.com)

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