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Insoportable dolor en Bam

EL PAÍS

BAM, IRAN.- “Dile a Dios que me mate. No quiero vivir”. Akbar Hasami, de 54 años, es uno de los miles de supervivientes del terremoto de Bam que pasado el primer impacto del horror comienzan a sentir el insoportable dolor de la tragedia.

Hasami, oficial de la Armada retirado, da vueltas alrededor del edificio donde un equipo de rescatadores austriacos trata de recuperar el cuerpo de su hijo Amin, de 21 años. “Es mi hijo, es mi hijo”, va diciendo a cada uno de los congregados, mientras se sube y se baja de forma mecánica el gorro de lana azul marino que lleva puesto.

Hasami, su mujer y otro hijo lograron salvar la vida porque cuando a última hora del jueves sintieron el primer movimiento sísmico se fueron a dormir a la entrada de la casa. La precaución les libró de la muerte. Seis horas más tarde la sacudida fue brutal. Apenas les dio tiempo a abrir la puerta y salir. Las paredes ya se estaban derrumbando y segundos después sólo quedaba un cerro de escombros.

Esta escena se repite constantemente en toda la ciudad de Bam, sin embargo, la Oficina de Coordinación de Ayuda Humanitaria (OCHA) considera que ya ha llegado el momento de pasar de las tareas de rescate a las propiamente humanitarias. “Ahora es la ayuda humanitaria lo que se necesita. La mayoría de la gente que está en tiendas corre por la noche peligro de congelación. Se necesitan hospitales móviles y cooperar con el Gobierno iraní en las tareas de infraestructura”, afirma Ted Pearn, máximo representante de OCHA para esta catástrofe.

Hoy tienen previsto volver a Alemania la mayoría de los 55 voluntarios llegados a Bam con 15 perros especializados en reconocer vida bajo los escombros. Se quedan sólo seis especialistas en infraestructura que ayudarán al nuevo equipo de 12 que llega el mañana a montar tres purificadoras de agua, cada una con capacidad para atender las necesidades demandas de unas cinco mil personas.

Un equipo alemán pasó la noche del domingo al lunes tratando de encontrar a una persona que los perros aseguraban que estaba viva. El sonar introducido en los escombros detecto pequeños golpes. Cuando finalmente llegaron a la mujer, ya estaba muerta. “El cuerpo estaba intacto, ni una herida, pero nos faltó tiempo y se asfixió. A su lado había un hombre muerto, pero ella estaba definitivamente con vida cuando la localizaron nuestros perros”, afirma Rolf Zipf-Marks, portavoz del equipo alemán Malteser.

Desde el sábado sólo se han logrado rescatar vivos dos niños. Uno de 18 meses, cuya madre lo protegió con su vida, al colocarse sobre él como si fuera una tienda. El otro fue una niña de dos años a la que salvó el frigorífico y el que la pared se desplomase entera dejando una cavidad entre ésta y el frigorífico que permitió a la niña respirar hasta que la encontraron.

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