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Intención, palabra clave en todos los hechos

Luis Maeda Villalobos

El gran filósofo y matemático Bertrand Russel, de pensamiento agnóstico dijo con acierto: el mundo o realidad está constituido por hechos simples o independientes, por ello los llamó hechos atómicos, mientras que el lenguaje son proposiciones simples también atómicas. Husserl, en su fenomenología trascendental, dice que por conciencia debemos entender la totalidad de los actos o vivencias intencionales y éstos son el contenido de la conciencia.

Intención etimológicamente significa el carácter de aquellos actos que consisten en tender hacia algo. La palabra intención tiene sentido desde Aristóteles (siglo IV a.C.), filósofo y primer científico de la historia mundial, cuando manifiesta que la causa final natural es la tendencia que hay en cualquier ser, hacia la propia perfección mediante la realización de sus potencialidades. Define con ello, que cada ser real lleva en sí mismo su esencia o sea la forma sustancial que lo hace ser lo que es. Los diccionarios de consulta definen la intención, como una fuerza que orienta la actividad del hombre hacia un fin determinado (tendencia al bien o positiva, conservadora o negativa). En biología se observa la intención o tendencia en la evolución de las especies, hacia la adaptación y perfección con una adecuación al medio ambiente dinámico. Al analizar la o las intenciones humanas aplicadas a la supervivencia, es decir, la tendencia a perpetuar las especies, hemos encontrado la necesidad de explicar en forma clara hacia dónde van las cosas en el futuro. El hombre ha sido y es el principal depredador, con una marcada tendencia a quitarse la dependencia de la Naturaleza y dominarla, sin pensar nunca que él es parte de ella y había que entenderla.

Los científicos por su parte, estudian los fenómenos naturales y las leyes que los rigen, llegando a la conclusión que entre más la estudian, menos la comprenden o entienden. Con ese pensamiento, en el Renacimiento se iniciaron las primeras revoluciones industriales, gracias al uso de la energía de combustibles. Ahora en la época moderna, con los avances científicos y técnicos asombrosos, el hombre inmerso en sus actividades soslaya la conservación de la Naturaleza y sus recursos, alejándose cada vez más sin ver la realidad, usando irracionalmente los elementos que dejan residuos que se van acumulando progresivamente, sin dar la oportunidad a que la propia naturaleza los trate, asimile o transforme.

En esa agresividad al medio ambiente, con la misma intención de siempre, de domeñar a la Naturaleza, el humano ha olvidado, por lo que se ve, que ella se está riendo a carcajadas con la advertencia a su agresor, que olvida que existen leyes naturales inmutables, como aquella que dice que a toda acción corresponde una reacción en sentido contrario y de la misma intensidad.

Veamos los hechos y sus consecuencias. Existe un aumento de la temperatura global con cambios climáticos en la Tierra, que afectan a los ecosistemas. Se derriten los hielos eternos de los polos y glaciares, con aumento de los niveles de las aguas oceánicas, que afectarán a las comunidades costeras del mundo. Se reducen en forma alarmante los bosques y selvas húmedas, mientras avanzan los desiertos, se agotan los recursos naturales como el agua y los minerales, los suelos se erosionan y la atmósfera se vuelve irrespirable. La capa de ozono en la estratosfera se reduce y pone en riesgo la vida misma en el planeta. Se reduce la biodiversidad con desaparición de especies silvestres entre otras cosas. Aparecen enfermedades raras como las autoinmunes, genéticas, conductuales o psicológicas y todo ello conduce tendenciosamente al desorden, tan es así que se perpetúa la división de los países ricos y pobres, muy a pesar de ser los humanos de una misma familia, de un mismo género y una misma especie.

Las intenciones pueden ser positivas, es decir, con tendencia al bien o conservadoras, atendiendo la voz de la Naturaleza, pero pueden ser también negativas. El análisis propuesto, ha sido hecho en forma general al mundo y particularmente en México no se ha visto alguna intención concreta y sincera, de volver la vista hacia los recursos naturales, su conservación y uso racional, en los cuales se perciben cambios importantes en el medio, que obliga a poner atención para un diagnóstico real, e inferir la tendencia en bien de la ciudadanía.

Vemos ante todo las direcciones de las políticas nacionales, que sólo tienden a la lucha por el poder, con intenciones negativas a la supervivencia y al desarrollo sustentable, que México exige en forma ingente. Se piensa que la solución se encuentra en las doctrinas exóticas, comunizantes, hegemónicas, con dictadura del Estado, o del cambio, cosa que es un mito y un engaño a la solución del desastre ecológico que el país está sufriendo. Tampoco son los dogmas religiosos, los que de la mano, aún con buenas intenciones, tienen propósitos de enmienda. Se sufre de la contaminación de los lagos, lagunas y ríos, con las presas exiguas, mientras los acuíferos se agotan por una mayor exigencia de agua potable, con tendencia a la escasez. No existe control de la contaminación atmosférica, ni mucho menos se tienen cementerios para los desechos peligrosos y radiactivos -los que van en aumento progresivo- y por si fuera poco, México sufre los efectos de la contaminación mundial.

En la Región Lagunera la problemática ambiental es bastante seria y no existe la intención de corrección ni de preservar los recursos fundamentales como el agua que se agota irremisiblemente, entre otras cosas, con la tendencia negativa en todos los niveles de gobierno, ignorancia en las comunidades y todo se reduce en una lucha política por el poder, antes que ver por la supervivencia humana. Se tienen otros problemas ambientales, que se comparten con el resto del mundo, los que con presión ambiental obvia, afectará el desarrollo y el potencial biótico, que son los dos factores fundamentales en la sustentabilidad. Éstos deben ser focos de atención en la preservación de la indemnidad de la Naturaleza y siempre con las mejores intenciones. Ante la sed futura del mundo, no quedará otro recurso que la tendencia a desalar el agua de los mares.

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