Juan Bueno Torio, director de la empresa Pemex Refinación, descubrió el hilo negro al afirmar que los mexicanos pagamos la gasolina como una de las más caras del mundo. Afirmó, respaldado por datos eminentemente ciertos que las gasolinas han aumentado en este año alrededor de un 18 por ciento. De ello se desprende, según él, la necesidad de canalizar mayores recursos a esta división de la petrolera estatal; y, de ahí, la necesidad de las reformas que permitan la inversión privada, fundamentalmente extranjera en el sector energético.
Sin embargo, estas declaraciones entran en abierta contradicción con el anuncio hecho en esta misma semana en el sentido de que Pemex, en su rama de producción, ha decidido incrementar la producción de petróleo crudo de tres millones a tres millones y medio de barriles diarios. Para ello, y mediante el ingenioso mecanismo de los Pidiregas, ideado por el ex presidente Zedillo, se ha adquirido al menos una plataforma completa más. Esto significa que, por un lado, si se cuanta con los recursos, o al menos con los mecanismos para conseguirlos para poder invertir en la empresa petrolera. Surge entonces una pregunta obligada: ¿por qué se decide hacer las inversiones en la explotación de petróleo crudo y se siguen importando gasolinas?, ¿no resultaría mejor dedicar dichos recursos a la producción de más gasolina y dejar de extraer y usar nuestras reservas de petróleo?. Estas preguntas, a su vez, llevan a estas otras: ¿por qué se toma una decisión y no la otra?, ¿cuál es el prisma a través del cual debemos ver la política económica que persigue la elaboración de una materia prima, en vez de preferir la elaboración de un producto de mayor valor agregado?
Nosotros encontramos la causa, o al menos una de ellas, en la fallida aventura de las empresas petroleras en Iraq. No corresponde aquí el análisis de las tácticas, ya comentadas por nosotros además, con las que el presidente legítimo de aquel país ha enfrentado la ocupación yanqui y su ?coalición?; tampoco cabe aquí el comentar el enorme costo, y no en vidas humanas que esas les importan poco, sino en recursos monetarios que han reducido las ganancias de la aventura a cero; igualmente, no comentaremos el hecho de que aumentar la producción petrolera de la nación ocupada ha resultado poco menos que imposible, gracias a las obras de sabotaje y la inseguridad permanente que existe en la zona. Pero si resulta evidente, y es lo que necesitamos tomar en cuenta a fondo, que al no poder disponer de ese petróleo con el que ya contaban, han vuelto los ojos a su vecino del sur, el que siempre estará dispuesto, por lo que se ve, a entregar su riqueza a los gringos en cuanto ellos la necesiten. El gobierno mexicano, dócilmente, ha aceptado aumentar su producción de petróleo en medio millón de barriles diarios más.
Pero debemos estar tranquilos, se nos dice por otra parte, se cuenta con un conveniente acuerdo mediante el cual, la empresa norteamericana Shell, surtirá de gasolinas a nuestro país, con lo cual el abasto está garantizado y los mexicanos no tenemos nada que temer en este sentido. Quien no vea a todas luces las contradicciones que esto encierra es, o bien un apologista gubernamental, o un ciego al que es inútil aclarar nada. Si la gasolina que usamos es, en muy buena parte importada, y es de las más caras del mundo, es evidente que todos los consumidores mexicanos estamos trasladando una parte de nuestro ingreso a manos de esta trasnacional americana, por la vía del alto precio que paga Pemex por ella. Y si esto no es así, entonces, pagamos una de las gasolinas más caras del mundo por la excesiva carga fiscal que pesa sobre la empresa. Pero de todo esto se deduciría, entonces, exactamente lo contrario de lo que hace nuestro gobierno. Lo que urge es una reforma fiscal que grave convenientemente al ingreso de las personas de acuerdo a su magnitud, incluidas las grandes corporaciones; lo que urge es acabar con los huecos y privilegios fiscales de ?excepción?, incluidos los que gozan estas mismas corporaciones; lo que urge es dejar de sangrar a Pemex con impuestos, darle autonomía financiera; que pague impuestos entonces como cualquier empresa; invertir luego en la producción del combustible que necesitemos nosotros, como gasolinas por ejemplo.
Y lo que aquí resulta más interesante, es cuando llegamos necesariamente a la conclusión de que los intereses extranjeros dominan ya nuestra industria petrolera. Obtienen de nosotros la materia prima barata; más aún, al aumentar la plataforma de producción tendemos a afectar el precio internacional a la baja, procesan ellos dicha materia prima y nos venden el producto elaborado, pagando con ello un mayor valor agregado que el que obtenemos de nuestras exportaciones.
Queda claro, también aquí cómo los intereses del gran capital monopolista nacional son respaldados por la política económica del Estado. Se trata también aquí de obtener y defender las oportunidades de negocios de este gran capital al precio que sea. Queda claro, también, que el meollo de las llamadas reformas estructurales sólo persiguen dar en propiedad al capital extranjero, lo que ya gozan como posesión. Es lo que ellos exigen a cambio de dar cabida a las corporaciones mexicanas en el reparto imperialista del mundo.
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