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Israel y La Comarca Lagunera, ¿Similitudes?/Las laguneras opinan...

Laura Orellana Trinidad

En 1928, una nota de este periódico recogía el entusiasmo de los laguneros por el desarrollo de la Comarca: Se decía: “…cuando la ciudad de Torreón cumpla 100 años de vida, seguramente será la segunda ciudad de la República y solamente la capital superará en importancia (...) Hoy Torreón cuenta con 70 mil habitantes, grandes edificios, magníficas calles asfaltadas y excelentes servicios públicos...”.

Y ciertamente, la experiencia generaba tal expectativa. En apenas 24 años el caserío formado alrededor de las vías del ferrocarril del torreón, se había transformado en una urbe, declarada oficialmente en 1907, “ciudad”. En 1930, ocupó el décimo lugar entre las ciudades de más importancia nacional: un lugar envidiable para otras muchas que contaban con 200 o 300 años de antigüedad.

Las condiciones cambiaron drásticamente en la década posterior: Lázaro Cárdenas, desde la Presidencia de la República, aplicó una política nacionalista y uno de los principales objetivos de su gobierno fue la atención al campo, para lo cual tomó como modelo el ejido colectivo. Fue así que se eligieron diversas zonas del país para aplicar el experimento: aquellas que contaban con tierras fértiles e irrigadas; que cultivaran productos de importancia nacional y en las que trabajaran peones organizados con una fuerte conciencia política y responsabilidad social. La Comarca Lagunera fue una de las regiones que mejor cumplía con estos requisitos. El 6 de octubre de 1936, Cárdenas lanzó un decreto sin precedentes: se expropiarían las tres cuartas partes de las tierras de riego de la Comarca Lagunera. Fue un acto que lo mismo levantó gran entusiasmo entre los campesinos, que férreas críticas por parte de los afectados. Un mes y medio después de esta fecha, se habían distribuido 444, 516 hectáreas, entre 34,743 campesinos, constituidos en 296 ejidos.

El gobierno inyectó con fuertes cantidades este proyecto: el Banco Ejidal destinó 36 millones de los 46 que manejó en 1936, a la compra de tractores, mulas, unidades de aspersión, combustible, aceite, forrajes y semillas para las nuevas sociedades de los ejidos en la Comarca Lagunera. El signo visible del éxito de este programa, fue que Torreón subió cuatro escaños en una década, para situarse en el sexto lugar entre las ciudades más importantes en 1940 y en quinto para 1950. En ese entonces, sólo le precedían las ciudades de México, Guadalajara, Monterrey y Puebla, un logro que parecía irreversible. De continuar con esa dinámica, lograríamos llegar al segundo puesto nacional en el 2007, como pronosticaban los primeros laguneros.

Sin embargo, la historia no fue así. Aunque el ejido colectivo impactó positivamente durante algunos años a los campesinos, elevando sus niveles de bienestar, según lo atestiguaron diversos estudios, la corrupción de los dirigentes y empleados públicos, el agotamiento de los mantos freáticos y la fragmentación de la cohesión social por la incidencia de los partidos políticos aunada a la caída de los precios del algodón, vinieron a poner punto final al ensayo.

Los productos agrícolas tuvieron que diversificarse. Habíamos vivido prácticamente del monocultivo y de su exportación, lo que no fue viable. Entonces, los pequeños propietarios y ejidatarios reorientaron sus tierras para sembrar vid, nogal, forrajes. Estos últimos darían origen a la industria cervecera y a la cuenca lechera, totalmente posicionada hoy en la región, pero cuya actividad genera serios problemas en el abasto de agua, que ya los ecologistas han denunciado en múltiples ocasiones.

En tiempos recientes se apostó por las maquiladoras, como una manera de solucionar el problema del empleo, pero ya constatamos que éstas vuelan hacia rumbos en donde los salarios sean paupérrimos, así tengan que atravesar el mundo entero. En la región sólo dejan como recuerdo, las enormes construcciones que algún día las albergaron y a personas desempleadas. Algunos empresarios se han decidido por las franquicias, que si bien se han colocado con éxito, han logrado que los pequeños restaurantes cierren sus puertas. Según datos que proporciona nuestra casa editora, en 1998 éstos aumentaron de 143 a 250, disminuyendo drásticamente a 150, al siguiente año.

Es por eso que se buscan modelos en otros lugares con clima y condiciones geográficas similares. Por ello, los ojos se pusieron en Phoenix, Arizona, lugar del que se ha tomado la idea de desarrollar el turismo. Sin embargo, este giro no parece solucionar un problema a largo plazo para la Comarca y mucho menos del cual podamos lograr cierta independencia y sobre todo, incorporar al desarrollo a quienes tienen menos recursos.

En este sentido, la experiencia y coincidencias con Israel resultan por demás interesantes para investigar a profundidad. La superficie de este país tiene 20,770 kilómetros cuadrados, un poco menos que la Comarca Lagunera de Coahuila, con 22,028. En ese espacio, Israel alberga seis millones de habitantes (2000), mientras que en el nuestro suman 778,000 (2000). La población de ambos es mayoritariamente urbana (90 y 86% respectivamente). Estas dos zonas se encuentran casi en la misma latitud y su territorio es clasificado preponderantemente como árido y semiárido. La precipitación anual promedio de Israel, no difiere mucho de la nuestra y tampoco su pasado agrícola: a principios del siglo XX, la poca lluvia que recolectaban la conducían por la fuerza de la gravedad desde su fuente a los campos por canales abiertos, igual que nuestros tajos. El agua, era distribuida en forma desigual y lógicamente los campesinos más alejados recibían poca agua, problema similar al que tenemos con las tierras de Durango y Coahuila.

Sin embargo, hoy las diferencias son altamente notorias. Comparando el rendimiento promedio de kilogramos por hectárea en algunos productos, observamos que en Israel se obtienen un poco más de 87 toneladas de tomate, mientras que en la Comarca Lagunera se saca menos de la cuarta parte (casi 20 toneladas); de maíz, en aquella nación se cosecha más del doble, igual que de sorgo. Además, en Israel se siembran otros productos, todos ellos con mejores resultados que el promedio de México: aguacate, plátanos (el doble), limón, mango, naranjas (cuatro veces más) y papas (el doble).

Y no sólo eso: el rendimiento promedio por kilogramos de cabeza de ganado bovino, es de 383 en Israel, mientras que en la Comarca es de apenas 124 y el de litros por vaca diarios es un poco más alto allá, que en nuestra región.

En lo que también existe una gran diferencia, es en el porcentaje de su población que está vinculada con la investigación científica y tecnológica, así como la cantidad de recursos que se invierten en investigación y desarrollo: con relación a su PIB, es una de las más altas del mundo. Es por eso, quizá, que le sacan todo el jugo a su árido espacio. Desde hace 50 años comenzaron a planificar para mediano y largo plazo. Y a la vista están los frutos. Quizá su experiencia pueda servirnos para desarrollar nuestro campo. Nunca es tarde. No llegaremos, ciertamente, a ocupar el segundo sitio a nivel nacional en cuatro años, pero sí podemos colocar los cimientos para que eso llegue a suceder, por lo menos para cuando alcancemos nuestro segundo centenario.

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