“Lo que cuenta es lo que se hace
y no lo que se tenía intención de hacer.”
Jorge Edwards
Andrés Manuel López Obrador, jefe de gobierno del Distrito Federal, afirmó públicamente la semana pasada que él nunca le daría dinero a los banqueros como han hecho los tecnócratas. Puede uno no prestarle demasiada atención a esta afirmación: después de todo los políticos dicen muchas cosas cuando aspiran a un cargo que después no cumplen. Pero ante el hecho de que si hoy hubiera elecciones presidenciales el ganador sería seguramente el tabasqueño, es importante entender exactamente lo que significan sus palabras.
La verdad es que ni el gobierno de la República ni los tecnócratas le han dado dinero a los “banqueros”. Es verdad que el gobierno rescató a los bancos de la quiebra en 1995 y años subsecuentes, pero la mayoría de los banqueros perdieron no sólo sus bancos sino su capital.
Lo que López Obrador no entiende —o pretende no entender— es que del dinero que tienen los bancos sólo una décima parte es propiedad de los banqueros. El resto, el 90 por ciento, es de los ahorradores que depositan su dinero en esas instituciones. Es una gran mentira decir que el gobierno o los tecnócratas le han dado dinero a los banqueros. En la decena y media de bancos que quebraron a mediados de los años noventa los accionistas perdieron todo su dinero mientras que los ahorradores fueron rescatados. Quizá esta medida sea cuestionable, porque implica usar dinero público para rescatar a ahorradores individuales, pero es lo que ordenaba la ley y lo que han hecho virtualmente todos los países que se han enfrentado a esa coyuntura.
Es importante interpretar qué quiere decir López Obrador cuando afirma que no piensa darle dinero a los banqueros. Me imagino que no está rechazando la posibilidad de mandar un cheque de tesorería a los dueños de los bancos para ayudarlos con sus gastos, porque ninguno se lo ha pedido y porque sería además ilegal. Parece más bien que lo que quiere decir es que, cuando sea presidente de la República, suspenderá los pagos que el gobierno ha venido haciendo por la deuda que el IPAB ha heredado del Fobaproa.
En economía, sin embargo, todas las acciones tienen consecuencias. El resultado inmediato de suspender el servicio de la deuda del Fobaproa/IPAB sería la quiebra de muchos si no de todos los bancos del país. Se salvarían, quizá, sólo los que empezaron a operar después del desplome de 1995. Eso significará, por supuesto, la pérdida del 10 por ciento del capital que mantienen los dueños de la banca, pero también del 90 por ciento de los ahorradores.
No estoy muy seguro de que, incluso como presidente de la República, López Obrador tendría el derecho de suspender unilateralmente esos pagos. Lo más probable es que se generarían juicios y amparos no sólo de los banqueros sino de los ahorradores que perdieran su dinero. Pero ningún juicio o amparo podría evitar el desplome del sistema bancario mexicano una vez que el gobierno suspendiera el reconocimiento oficial de la deuda del Fobaproa/IPAB.
Si los mexicanos de verdad creyéramos en la demagogia de los políticos, la única opción real que tendríamos quienes tenemos ahorros en los bancos nacionales sería sacarlos a otros países en el momento mismo en que Andrés Manuel fuera electo presidente de la República. Tendríamos que actuar de inmediato, antes de que el tabasqueño asumiera la presidencia y pudiera provocar la quiebra del sistema bancario, porque en ese momento los bancos ya no tendrían recursos para reintegrar el dinero de los ahorradores.
Andrés Manuel, sin embargo, no parece ser distinto a los demás políticos que dicen una cosa y hacen otra. Su retórica antibancaria, por ejemplo, no le impidió buscar un acuerdo con los bancos cuando asumió la jefatura de gobierno de la ciudad de México para que estas instituciones empezaran a recibir los impuestos del Distrito Federal y le permitieran a él llevar a cabo una necesaria limpieza de la corrupta tesorería capitalina.
Con López Obrador, al igual que con otros políticos, hay que saber muy bien si quiere uno prestarle atención a sus palabras o a sus acciones. Si nos dejamos guiar por su amenaza de que quiere quebrar la banca cuando llegue a la Presidencia de la República, tendremos buenas razones para estar aterrorizados. Pero si le prestamos atención a sus acciones, como el acuerdo que tuvo con los bancos para limpiar la tesorería, podremos estar más tranquilos.
Desacato
Inquietante es el nuevo mensaje del jefe de gobierno capitalino. Hay cero tolerancia para los transgresores, por ejemplo para los sometidos al alcoholímetro, pero no para él. López Obrador aprovecha su fuero para desacatar una sentencia judicial.
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