“México ya no es competitivo. Su mano de obra es cuatro veces más cara que la china y su electricidad dos veces más, debido a las políticas gubernamentales que limitan la inversión privada en el sector”.
David Hale y Lyric Hughes Hale, Foreign Affairs
Durante mucho tiempo los mexicanos hemos pensado que nuestros enemigos naturales se encontraban en Estados Unidos. Quizá eso haya sido cierto en el siglo XIX, pero en la actualidad debe quedarnos claro que nuestro principal rival se llama China. Son los productores chinos quienes se están quedando con los mercados de nuestros productos en la Unión Americana y otros países. Son ellos quienes están invadiendo nuestros mercados internos a pesar de nuestros aranceles proteccionistas.
La economía china crecerá este año ocho por ciento. La mexicana lo hará en tan sólo 1 por ciento. Pero nuestro estancamiento no es parejo. La industria manufacturera se ha contraído en cuatro por ciento en el último año. Y la razón principal es la pérdida de mercados frente a China.
La mayoría de los mexicanos piensan que los bajos salarios chinos son la única razón de este fenómeno. Esta visión, sin embargo, es incompleta si no incorrecta. Los salarios chinos son más bajos que los mexicanos, pero eso no alcanza a explicar la ventaja de la economía asiática. La mano de obra representa un porcentaje relativamente pequeño del costo total de los procesos de producción industrial, por lo que los sueldos bajos por sí solos no explican el fenómeno.
Otro factor es la subvaluación persistente del renmibi o yuan, la divisa china, lo cual recorta en un 25 a 40 por ciento el costo de los productos chinos. Dado que la subvaluación es una forma de reducir el poder adquisitivo de los salarios, esta medida puede aplicarse en China debido a que ese país mantiene un régimen autoritario. Si México pretendiese aplicar una política similar, se detonarían protestas y explosiones sociales muy difíciles de controlar.
Un factor más contundente es el hecho de que China ha mantenido una política de mayor apertura a la inversión que nosotros. La electricidad en China, por ejemplo, tiene un menor costo que en México debido a que China ha abierto ya ese sector a la inversión privada mientras que nosotros conservamos un monopolio gubernamental. China es una gran importadora de petróleo crudo, pero ha abierto sus puertas a la inversión privada en refinación y petroquímica, mientras que nosotros mantenemos restricciones importantes en estos campos que nos obligan a ser grandes importadores.
China tiene una política fiscal más competitiva que la nuestra. Mientras nosotros cobramos a nuestras empresas 34 por ciento de Impuesto Sobre la Renta y 10 por ciento de reparto de utilidades, China tiene un impuesto de entre 15 y 24 por ciento para las compañías exportadoras —que son las que compiten con nosotros— el cual no se cobra en los cinco primeros años de una inversión.
La apertura de China a la inversión extranjera es total. En ese país no se percibe esa inversión como una amenaza, como en México, sino como una oportunidad. La inversión privada china no ha tenido en su propio país las mismas ventajas que la foránea, pero empieza a ganar espacios importantes. En contraste se reduce cada vez más la inversión del Estado, el cual ha despedido a 8 millones de trabajadores en los últimos años. Hoy en día la producción china de bienes y servicios controlada por el Gobierno representa apenas un 25 por ciento del total.
China ha sido paciente en su proceso de crecimiento. Sólo la muerte de Mao Zedong y Zhou Enlai a mediados de los años setenta permitió las reformas de Deng Xiapoing que le dieron a China una economía de mercado. En los últimos 25 años China ha pasado de tener un ingreso per cápita de 300 dólares al año, uno de los más bajos del mundo, a uno de 1,000 dólares en la actualidad. México sigue teniendo un nivel muy superior, con 6,000 dólares al año; pero si sigue la actual tendencia, con una China que crece a gran velocidad y un México estancado, no pasará mucho tiempo para que los chinos rebasen nuestro nivel de vida. China no es un país perfecto. Su falta de libertades políticas y personales le generará conflictos en el futuro. Su banca estatal, con una cartera vencida de un 30 por ciento o más, se encuentra quebrada. Pero China es un ejemplo paradójico de lo que un país comunista puede lograr... si adopta una economía capitalista.
Glasnost y Perestroika
Leo Zuckermann, el secretario general del CIDE, el Centro de Investigación y Docencia Económicas, me comenta que China demuestra que Carlos Salinas de Gortari tenía razón: primero hay que hacer la perestroika, la apertura económica y sólo después la glasnost, la apertura política e informativa.
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