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Jaque mate/Cuba y México

Sergio Sarmiento

“¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?”

Génesis 4:9

Este jueves pasado, 27 de febrero, se presentó en el Auditorio Nacional la banda musical cubana del Buena Vista Social Club. El público que abarrotó lo que el músico Juan de Marcos González llamó el “mejor escenario cultural del mundo” coreó y bailó con entusiasmo durante casi tres horas los sones y danzones interpretados por Omara Portuondo, Ibrahim Ferrer, Compay Segundo y los demás miembros del grupo. El concierto se convirtió en una celebración de la cercanía cultural y emocional entre México y Cuba.

Las disputas que en los últimos años hemos visto entre nuestro país y la isla caribeña no han mermado para nada el cariño que los dos países se profesan. Por eso es importante que tanto mexicanos como cubanos revisemos realmente si es justo mantener vivas esas disputas, especialmente ahora cuando se acerca nuevamente el voto de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas que es quizá la raíz de todo el problema.

Quienes me leen saben que no soy un entusiasta del régimen cubano. Soy un liberal, y pienso que en Cuba no se respetan las libertades económicas y políticas. Soy un demócrata, y no considero que en Cuba exista una verdadera democracia. Pero eso no significa que sea nuestra responsabilidad política o ética obligar a Cuba a enmendar su camino. Esa responsabilidad sólo le corresponde a los cubanos.

Por eso sostengo que México debe abstenerse en la votación de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas sobre Cuba que se llevará a cabo entre el 19 y 20 de marzo en Ginebra. No tiene sentido que repitamos el voto de condena que ejercimos el año pasado en un proceso que concluyó con 23 votos a favor de la condena, 21 en contra y nueve abstenciones.

Fue esa votación, junto a una serie de declaraciones previas y subsecuentes del ex canciller Jorge Castañeda, lo que llevó la relación entre México y Cuba a una situación muy tirante que estallaría a fines de marzo del 2002 en la Cumbre de las Naciones Unidas para la Financiación del Desarrollo en Monterrey. El comandante Fidel Castro anunció su retiro de la cumbre en su discurso plenario diciendo que se le había excluido del resto de la reunión. El presidente Fox y el secretario Castañeda afirmaron que ellos no lo habían excluido, a lo cual el comandante respondió después de algunos días dando a conocer la grabación de una conversación telefónica en la que el presidente Fox le pedía a Castro que se fuera de Monterrey “después de la comida” al parecer para que no se encontrara con el presidente estadounidense George W. Bush. Las relaciones diplomáticas entre México y Cuba estuvieron a punto de romperse.

Yo me pregunto, ¿para qué este pleito? ¿Qué ganamos México o los mexicanos con el afán de sermonear a Cuba por su situación de derechos humanos? ¿Por qué este afán de convertirnos en los jueces del mundo? La verdad es que nuestro voto en Ginebra terminó perjudicando a México y dañando la imagen del presidente Fox. Y no ayudó, por supuesto, a los ciudadanos cubanos víctimas de las presuntas violaciones denunciadas.

No tengo dudas de que en Cuba se violan los derechos humanos, como también ocurre en México y en muchos otros países. Las violaciones cubanas, de hecho, son quizá pequeñas en comparación con las de Iraq, Zimbabwe, China, Corea del norte y la propia Libia que ahora ridículamente preside la Comisión de Derechos Humanos (este simple hecho debería ser suficiente como para retirarse del organismo). Pero Cuba ha logrado mejoras importantes en la salud y la educación de sus ciudadanos que deben considerarse también al evaluar la situación del país.

México debería regresar a su posición tradicional de respeto a los asuntos internos de otros países. Aun si queremos influir sobre Cuba en el asunto de derechos humanos o en otros temas, lo podremos hacer mejor si actuamos de manera discreta. Cuba va a cambiar de manera inevitable. Fidel Castro es ya un hombre viejo. Las nuevas generaciones de cubanos buscan reformas que aumenten la eficiencia de la economía pero sin destruir los logros sociales del viejo régimen. El recuerdo de lo que ocurrió con el desplome de la antigua Unión Soviética está presente en la mente de los cubanos. Si México quiere tener un papel en el inevitable proceso de transformación de Cuba, bien hará en recuperar el viejo principio de no intervención. Abstenernos en el voto en la Comisión de Derechos Humanos sería un buen paso para ello.

Embargo

El embargo comercial de Estados Unidos contra Cuba es un ejemplo de cómo la confrontación puede tener resultados contraproducentes. De hecho, el embargo ha fortalecido al gobierno de Castro durante más de cuatro décadas. Si queremos que Cuba se transforme, hay que abrirle las puertas al comercio.

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