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Jaque mate/Desigual o pobre

Sergio Sarmiento

“La igualdad tal vez sea un derecho; pero no hay poder humano que alcance jamás

a convertirla en hecho”.

Honoré de Balzac

Es importante saber cuál es el enemigo a vencer. Cuando tratan de distinguir el mal más importante de nuestra sociedad, muchos políticos mexicanos utilizan de manera indistinta los términos “desigualdad” y “pobreza”. Viven bajo la idea de que son la misma cosa o que, aun si no lo son, combatir a una significa atacar a la otra. Pero la experiencia nos demuestra que no son lo mismo y que, de hecho, luchar contra una puede llevarnos a la derrota en la batalla contra la otra. Por eso hay que saber cuál de las dos queremos combatir.

Hay países en el mundo que tienen una gran desigualdad pero también una gran pobreza: los ejemplos típicos son México y Brasil. Otros tienen una gran desigualdad pero poca pobreza, como es el caso reciente de Chile. Algunos cuentan con gran igualdad pero enorme pobreza, como Corea del Norte. Otros, como Suecia y Noruega, tienen poca desigualdad y poca pobreza. Finalmente algunos, como China, se están volviendo cada vez más desiguales, pero están venciendo a la pobreza.

Toda nación debe decidir cuál es el enemigo real: la desigualdad o la pobreza. De esta decisión dependerán sus políticas económicas y sociales. Y también los resultados en las luchas más importantes que puede enfrentar cualquier Estado.

Tomemos el caso de Chile. Este país ha tenido en los últimos 25 años el desarrollo económico más pronunciado de América Latina. Sus tasas de crecimiento han sido significativamente superiores a las del resto de la comunidad latinoamericana. En este sentido Chile es un ejemplo para todos los países de la región.

Pero Chile sigue teniendo una desigualdad no sólo muy importante sino que incluso ha crecido en estos últimos diez años de éxito económico. De conformidad con el índice Gini, en el que la igualdad total sería 1 y la desigualdad absoluta 100, este país pasó de un nivel de 54 a principios de los años noventa a 56 entre 1998 y 2001 (cifras del Banco Mundial citadas por The Economist del 8-14 noviembre).

El aumento de la desigualdad en Chile, sin embargo, no se ha visto reflejado en un alza en la pobreza. Al contrario, ésta ha declinado de manera dramática en este mismo período. Chile tenía a principios de los años ochenta cifras de pobreza muy similares a las de México: más de la mitad de la población vivía en la pobreza y alrededor de una cuarta parte en la indigencia o pobreza extrema. En 1990 ya la pobreza registraba —según datos del Ministerio de Planificación y Cooperación— un nivel de 38.6 por ciento mientras que la indigencia estaba en 12.9 por ciento. Para el año 2000 la pobreza había disminuido a 20.6 por ciento y la indigencia a 5.7 por ciento. Chile es hoy, de hecho, el país con menores índices de pobreza en Latinoamérica.

En Brasil, en contraste, la desigualdad disminuyó significativamente en la década de los noventa, durante el período de gobierno de Fernando Henrique Cardoso: el índice de Gini del país pasó de 60 a 57. Pero la pobreza se mantuvo testarudamente en niveles muy altos: ésa es una de las razones, en efecto, por las que, en su cuarto intento, Luiz Inácio Lula da Silva llegó a la presidencia de Brasil.

En México tuvimos, según las cifra del Banco Mundial, una ligera mejoría en materia de igualdad entre principios de los años noventa y el año 2001 al pasar nuestro índice de Gini de 54 a 52.5. Pero en esos años la pobreza siguió afectando a más de la mitad y la pobreza extrema a casi una cuarta parte de la población.

La lección importante en todo esto es que como país debemos definir cuál es nuestro enemigo real: la desigualdad o la pobreza. Para combatir la desigualdad los mexicanos podemos seguir manteniendo una política de empobrecer a las clases medias con el fin de que tengamos una mayor igualdad en medio de una mayor pobreza. En cambio, para combatir la pobreza necesitamos promover una mayor inversión y mayor crecimiento económico. Esto puede aumentar la desigualdad, como ha ocurrido en Chile, pero disminuirá el número de mexicanos que viven en la pobreza y sobre todo en la miseria.

Para mí la elección es muy sencilla. La desigualdad es un problema sólo porque genera envidia. La pobreza, en cambio, destruye las posibilidades de una vida plena. Mientras uno de cuatro niños en nuestro país se vaya a la cama con hambre todas las noches, es la pobreza y no la desigualdad el enemigo a vencer.

Banxico

Guillermo Ortiz ha sido un buen gobernador del Banco de México. La política monetaria ha sido uno de los pocos campos positivos en un sexenio de decepciones. No es el único que puede ocupar el cargo, pero sería un error cambiarlo simplemente por razones políticas.

Correo electrónico: sergiosarmiento@todito.com

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