Un mesero poblano, llamado Ángel, me reconoce en un restaurante francés en Nueva York y se acerca a conversar conmigo. Me dice que me ve en televisión cuando va a México. Se interesa mucho en la política: me pregunta cómo va Manuel Bartlett, el ex gobernador de su estado. Dice que le encantaría vivir en México, pero que no tiene más opción que quedarse en Estados Unidos.
Ángel es uno de millones de mexicanos que han decidido establecerse en la Unión Americana. Es más afortunado que muchos ya que desde hace años tiene sus papeles de residencia en orden lo que le permite alcanzar un mejor nivel de vida y viajar a México con tranquilidad en sus vacaciones.
En contraste con la visión de muchos de nuestros compatriotas en México, quienes afirman que los mexicanos en Estados Unidos son objeto de una discriminación constante, él opina: “En este país puedes hacer lo que quieras si le echas ganas. Es en México donde hay discriminación. Si tienes más de 35 años, nadie te quiere dar trabajo. Aquí lo importante es que estés dispuesto a darle duro.”
Ángel habla de México, por el contrario, con amargura. Afirma que la pobreza de nuestro país es producto de la corrupción. La visión es un tanto ingenua: si no hubiera corrupción en México no habría pobreza y los mexicanos no tendrían que salir a ganarse la vida en Estados Unidos. Pero si se le da al término de corrupción un sentido amplio, que incluya las malas estrategias económicas aplicadas por los gobiernos mexicanos desde tiempo inmemorial, quizá Ángel no esté tan equivocado.
Mucho nos han dicho los políticos populistas que los mexicanos no están a gusto en una economía de mercado. El pueblo no quiere privatizaciones ni una economía que funcione por la ley de la oferta y la demanda. Aspira, en cambio, a tener un Estado poderoso y omnipresente, que tenga el control monopólico de todos los sectores estratégicos de la economía: el petróleo, la electricidad, el gas natural, la petroquímica y, por qué no, las telecomunicaciones, la telefonía y la producción cinematográfica.
Lo que no nos han podido explicar estos políticos populistas es por qué, entonces, tantos millones de mexicanos han decidido votar con los pies y han ido a buscar empleo en una economía de libre mercado en la que la iniciativa privada opera en régimen de competencia el petróleo, la electricidad, el gas natural, la petroquímica y, por supuesto, las telecomunicaciones, la telefonía y la producción cinematográfica.
Me queda claro que los emigrantes que salen de nuestro país no arriesgan la vida para cruzar la frontera como una forma de protesta política. A lo mucho lo que piensan es que nuestro país es pobre porque los políticos son corruptos. No se dan cuenta de que el problema fundamental radica en el sistema económico o en la deshonestidad intelectual de los políticos que rechazan reformas que ellos mismos saben le darían un mejor nivel de vida a los mexicanos dentro de nuestro país.
Millones de mexicanos como Ángel se han convertido en uno de los sustentos principales de la economía mexicana. No sólo se han sacrificado saliendo del país para ganarse la vida en una tierra extraña sino que además envían 13 mil millones de dólares anuales en remesas a México en lo que ahora es la segunda fuente de divisas para la economía nacional pero pronto será la primera.
Lo ideal sería que estos millones de mexicanos pudieran permanecer en casa y obtener aquí un empleo con un salario digno. Pero eso no será posible mientras nuestros políticos mantengan esa corrupción con la que imponen en nuestro país un sistema de monopolios gubernamentales y prohibiciones a la inversión privada y con la que obligan a nuestros compatriotas a buscar oportunidades de trabajo en un país que no tiene esas restricciones. Lo más paradójico del caso es que nuestros políticos afirman que las medidas que toman son en beneficio de la soberanía nacional y de esos millones de Ángeles que están siendo obligados a emigrar a otro país porque el suyo propio no les proporciona las oportunidades económicas que merecen.
Batalla en el PRI
En términos prácticos el PRI se ha dividido en dos, por lo menos en la Cámara de Diputados. Emilio Chuayffet encabeza una banca de 122 diputados y Elba Esther Gordillo otra de 100. Es muy probable que esas dos bancadas empiecen a actuar de manera independiente y establecer alianzas con otros partidos políticos. Habrá qué ver si esta división entre los diputados priistas no lleva al rompimiento definitivo del partido. Sería un colofón sorprendente para este año que en julio registró una recuperación electoral del PRI.
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