“Realidad es lo que yo veo,
no lo que tú ves”.
Anthony Burgess
¿Se imagina usted a un Emiliano Zapata convertido en místico chamán? ¿A un Zapata indígena que habla en náhuatl en lugar de español? ¿A un Zapata al que Victoriano Huerta le quema los pies? ¿Que departe con vivos y muertos, que se encuentra con Porfirio Díaz, que habla con los animales?
Pues esos detalles y muchos otros —que sorprenderán y molestarán a los historiadores— se encuentran en el personaje que Alfonso Arau está construyendo en su nueva película, Zapata, actualmente en rodaje en la hacienda de Coahuixtla en las afueras de Cuautla, Morelos.
Alfonso Arau, quien obtuvo un gran éxito hace años al dirigir la película “Como agua para chocolate”, basada en la novela de su ex esposa Laura Esquivel, defiende su visión del caudillo del sur.
Durante años —dice— nos han presentado una imagen de Zapata, pero no tenemos por qué creer en ella. Es la que nos ofrecen los mismos que durante 70 años gobernaron el país. ¿Por qué habríamos de creerles?
El Zapata de Arau tiene algunos elementos tomados de los estudios históricos serios, entre ellos el más famoso de todos, el de John Womack de la Universidad Harvard. Pero otros proceden de su imaginación o de una tradición oral en Morelos que ha hecho de Zapata un personaje mítico y mágico.
Arau gusta de narrar que hace tiempo tuvo un sueño en que se le apareció el propio Zapata pidiéndole que contara su “verdadera historia” y no la acartonada y falsa que se ha convertido en dogma en los libros de historia. Le pidió también que contara esa historia con su propio pueblo. Así, el director y guionista, que había considerado la posibilidad de realizar su cinta en Hollywood, llevó su proyecto a Morelos. Fue ahí, en la misma zona donde Zapata nació, vivió, combatió y murió, donde Arau dice haber escuchado las historias de un Zapata distinto al de la historia oficial, un Zapata que en realidad era un chamán predestinado a luchar por su pueblo.
No me cabe duda de que cuando la cinta de Arau empiece a ser exhibida generará una tormenta de críticas, no sólo de los historiadores sino de quienes gustan de ver en sus películas un reflejo de la historia. El propio Arau lo sabe, pero también se da cuenta de que el escándalo puede ayudar a generar atención a una película que es un sueño en el cual ha trabajado a lo largo de seis años.
Y atención, ciertamente, no le ha faltado a la filmación. A Zapata lo protagoniza Alejandro Fernández, el popular cantante, quien muestra en su caracterización un parecido extraordinario con el caudillo del sur y quien claramente está disfrutando con toda el alma de su nuevo trabajo histriónico. Otra cantante, Lucero —fresca de la controversia sobre su guardaespaldas—, tiene el papel de una mujer que es amante tanto de Huerta como de Zapata. La hacienda de Coahuixtla —quemada por el propio Zapata en la Revolución— es un escenario mágico que se presenta casi tal y como está: semidestruido y fantasmagórico.
Ángel Isidoro Rodríguez, mejor conocido como “El Divino”, ya librado de las acusaciones penales que pesaban en su contra, ha actuado como “asesor financiero” para conseguir los ocho millones de dólares que el filme requería y ha proporcionado conocimiento empresarial para mantener un mejor control sobre los costos de la producción.
Si bien la falta de apego de la historia a la biografía —o cuando menos a la biografía oficial— de Zapata generará controversia, no hay duda de que Arau está logrando una película de enorme belleza visual.
Vittorio Storaro —quien tiene Óscares por “El último emperador”, “El pequeño Buda” y “El último tango en París”— está llevando a cabo una fotografía realmente espectacular.
Algunas partes ya filmadas muestran una coloración sepia lograda por iluminación y contrastes. Distintas escenas de la película llevarán tonos diferentes de color con el propósito de imprimir un ánimo distinto en el público conforme avance la cinta.
Es injusto juzgar una obra a mitad de su creación. Y es difícil en verdad saber cómo quedará esta película de un director que no gusta de ajustarse a las reglas. Los elementos que conozco son suficientes para decirme que mucho público y sobre todo mucha crítica, descartará todo el esfuerzo como una simple “jalada”. Arau, sin embargo, está comprometido a realizar una obra que no sea ya realismo mágico sino más bien “realismo paralelo”.
Belsasso
Jaime Avilés de La Jornada realizó un excelente trabajo periodístico que ha resultado en la renuncia de Guido Belsasso como comisionado del Consejo Nacional contra las Adicciones por presunto tráfico de influencias. Ése es el papel fundamental del periodista en la sociedad: mostrar lo que está oculto.
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