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Jaque Mate/Globalización

Sergio Sarmiento

“Una cosa es luchar contra

la pobreza. Otra muy distinta

es tomar medidas para combatir

la pobreza”.

Anónimo

Davos, Suiza.- La pobreza del mundo le genera una conciencia culpable a mucha gente en los países desarrollados. Sólo que en sus reacciones suelen buscar medidas que empobrecen más a quienes menos tienen.

Esto me quedó claro la semana pasada en una de las reuniones del Foro Económico Mundial de Davos que se centró en el tema de la globalización -o mundialización- y la pobreza. Había en la reunión tanto especialistas en el tema como miembros de “organizaciones no gubernamentales” supuestamente dedicadas a combatir la pobreza: de ésas que supuestamente no tienen acceso a Davos. Y muchos de los miembros de estas organizaciones pedían, como los manifestantes globalifóbicos, que se le pusiera un alto a la globalización para reducir la pobreza en el mundo.

La verdad, sin embargo, es que la medicina que estos grupos están recentando tendría exactamente el resultado opuesto. La información disponible, como la que ha compilado el académico español Xavier Sala Martín, señala que en los últimos 20 años ha habido una disminución notable en la pobreza del mundo. Y lo más interesante es que esta mejora en las condiciones de vida de cientos de millones de personas ha tenido lugar casi exclusivamente en los países que han registrado un proceso de globalización económica.

Son muy conocidos los casos de Singapur, Hong Kong, Taiwán, Corea del sur, Irlanda, España y Chile que he citado con frecuencia en esta columna como ejemplos de un desarrollo espectacular en un tiempo relativamente corto. Todos ellos, a pesar de tener diferencias enormes, han compartido dos características: su globalización económica y su fuerte inversión en la educación. Pero en realidad los países que más han contribuido a disminuir a la mitad en 20 años el número de pobres en el mundo han sido China y la India. Y en ambos casos, nuevamente, el fenómeno de desarrollo coincide con un proceso de globalización económica.

Incluso en el interior de un país se puede notar la diferencia. El norte de México se ha integrado de una manera clara a la economía de Estados Unidos. Y su nivel de vida ha tenido un aumento considerable. El sur de México, en cambio, ha seguido en buena medida encerrado en sí mismo. No deja de ser significativo que ahí han surgido movimientos como el del Ejército Zapatista de Liberación Nacional que se oponen a la apertura comercial. El resultado ha sido mantener a la región en una profunda pobreza.

De hecho, la diferencia entre el norte y el sur de México sería mucho mayor si no hubiera existido una fuerte corriente migratoria de una parte a la otra del país. Los mexicanos que viven en la región no globalizada de México han tenido que buscar refugio en la parte que sí se ha globalizado en busca de mejores posibilidades de vida. Y con ello han reducido hasta cierto punto la diferencia entre las dos. Esto ha ocurrido también en Asia, como sucedió con la corriente migratoria de China a Hong Kong, y ahora lo vemos en el flujo de población del interior, la zona menos globalizada de China, a las costas del sur que tienen más comercio e inversión del exterior.

Hay suficiente información sobre estos fenómenos como para que los políticos y activistas sociales dejen de cerrar los ojos ante lo evidente. Si lo que de verdad quieren es promover un mejor nivel de vida para los pobres, tienen que aceptar que la globalización económica, si bien no es una panacea que por sí sola pueda resolver los problemas de la pobreza, sí es un factor que ayuda de manera consistente a combatirla. Lo que deberían buscar todos los globalifóbicos es promover una mayor apertura económica en el mundo, tanto en los países pobres para generar inversión como en los ricos para permitir el ingreso de los productos de las naciones menos desarrolladas.

El problema, sin embargo, es que estos supuestos cruzados que dicen que quieren aliviar la pobreza no están verdaderamente interesados en tomar las medidas que combatan este mal tan extendido por el planeta. Su campaña es política. Tienen ya un prejuicio en contra de la globalización, de la libertad económica, de los mercados libres. Y están dispuestos a condenar a la humanidad a la pobreza con tal de demostrar que no se han equivocado de ideología.

Fecha límite

Hoy es la fecha límite para que Hans Blix y su equipo de inspectores presenten al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas el informe sobre la supuesta existencia de un programa de desarrollo de armas de destrucción masiva en Iraq. Del contenido de este informe debería depender la decisión de una guerra contra Iraq, a menos de que la decisión se haya tomado ya sin importar el resultado de la inspección.

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