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Jaque mate/Guerra impopular

Sergio Sarmiento

“Prometimos que cuando llegara

nuestra oportunidad... no aceptaríamos

calladamente una guerra... por razones... que el pueblo de Estados Unidos

no pudiera comprender.”

Colin Powell

En la década de los cuarenta Estados Unidos peleó una guerra muy popular. La población estadounidense volcó su apoyo al conflicto contra las potencias del Eje después del bombardeo japonés a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941; no había casi ninguna voz de oposición. Para los británicos, a su vez, la guerra contra Hitler era una cuestión de supervivencia nacional: nadie cuestionaba la necesidad de luchar contra los nazis.

Si Estados Unidos y sus aliados emprenden hoy la guerra en contra de Iraq lo harán, sin embargo, en contra de la voluntad de la mayor parte del mundo y de sus propios ciudadanos. Incluso en la Unión Americana, donde la propaganda a favor de la guerra ha sido más intensa, más del 60 por ciento de la población dice en las encuestas que Washington sólo debe ir a la guerra si tiene el respaldo de las Naciones Unidas. Para Tony Blair en el Reino Unido y José María Aznar en España, los dos beneficiarios de amplios mandatos en sus últimas elecciones parlamentarias, el apoyo a la guerra en ambientes nacionales de rechazo podría significarles la pérdida de sus cómodas mayorías o incluso la derrota de sus partidos. La única ventaja que tienen es que ninguno enfrenta elecciones inminentes. El ataque contra Iraq, en caso de tener lugar, podría evocar el ambiente en el cual se llevó a cabo la guerra de Vietnam durante los años sesenta y setenta. De hecho, los estrategas de Washington no pueden darse el lujo de olvidar que la de Vietnam es la única guerra que Estados Unidos ha perdido en su historia nacional. Y una de las razones fue la falta de apoyo interno.

Lo que puede ser la gran diferencia entre la guerra de Iraq y la de Vietnam es el tiempo. Uno de los principales problemas que el gobierno de Estados Unidos tuvo con el manejo de la comunicación en la guerra de Vietnam fue su prolongación durante más de una década. Esto dio oportunidad a que la opinión pública, que apenas le prestaba atención al lejano conflicto de Indochina a principios de los sesenta, se convirtiera con el tiempo en una verdadera barrera al esfuerzo militar. Esto lo advirtió el hoy secretario de Estado, Colin Powell, en su libro My American Journey.

La primera guerra del golfo Pérsico fue suficientemente corta para que no surgiera un movimiento antibélico organizado. Además, Iraq había invadido Kuwait, un país independiente, reconocido por la comunidad de naciones, que se resistía abiertamente a ser integrado a Iraq. El respaldo a las acciones estadounidenses contra Iraq que pudiera haber generado la invasión contra Kuwait, sin embargo, se ha desvanecido con el paso de 12 años. Si el derrocamiento de Saddam Hussein pudo estar justificado en 1991, como represalia natural ante la invasión a Kuwait, hoy ya nadie encuentra en ese acto distante una razón válida. La exigencia de buena parte de la comunidad internacional es que deben presentarse pruebas concretas de que Iraq mantiene armas de destrucción masiva. Pero hasta este momento las pruebas ofrecidas no han sido convincentes.

Si la opinión pública optó por permanecer callada en 1991, cuando la acción militar en contra de Iraq era realmente internacional y resultaba consecuencia directa de la invasión de Kuwait, hoy las condiciones son completamente distintas. En la mayoría de los países la opinión pública es mayoritariamente adversa al ataque. El costo político de llevar a cabo la acción militar será sin duda muy elevado para los gobiernos que participen en ella.

Entiendo que las guerras no tienen por qué ser populares. Durante milenios la gente común y corriente ha muerto en acciones bélicas cuyo origen desconocía. En la enorme mayoría de los casos las guerras sólo han beneficiado a los gobernantes o a ciertos empresarios poderosos.

Sin embargo, un país que entra a una guerra convencido de la justicia de su causa, o decidido a defender su independencia, tiene más oportunidades de vencer. Por eso, en parte, le resultó imposible a Hitler vencer a los aliados en la Segunda Guerra Mundial. En cambio, la experiencia estadounidense en Vietnam es un ejemplo de lo que puede ocurrir cuando un país pelea una guerra impopular que se alarga demasiado tiempo.

Extraviados

El gobierno iraquí anunció el domingo que “encontró” cantidades importantes del bacilo del carbunco (o ántrax) así como “restos” del gas tóxico VX. El gobierno de Estados Unidos había señalado con anterioridad que Iraq no había informado adecuadamente sobre lo que había hecho con estos productos. Ahora el gobierno de Saddam dice que estaban extraviados, pero que ya los encontró.

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