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Jaque mate/Hipocresía

Sergio Sarmiento

“El primero que grita ‘Al ladrón’ es generalmente el mismo que ha robado el tesoro”.

William Congreve

Quizá ningún instrumento económico en la historia de México ha tenido tanto éxito como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Las cifras lo demuestran de manera contundente. Pero en este año electoral varias organizaciones surgidas del viejo sistema político -como la CNC priista y El Barzón perredista- quieren culpar al TLC en su noveno año de existencia de la pobreza milenaria del campo mexicano. El que busquen excusas para mejorar su posición política es inevitable, pero el gran riesgo es que logren efectivamente hacerle daño a un tratado que ha sido el único elemento positivo dentro de una deprimida economía nacional.

En los años del TLC las exportaciones totales mexicanas se han triplicado al pasar de 52 mil millones de dólares en 1993 a 161 mil millones en el 2002. Este es un ritmo de crecimiento de 12 por ciento al año, superior incluso al de los tigres asiáticos. El tradicional déficit comercial con Estados Unidos se ha transformado en un superávit cercano a los 37 mil millones de dólares tan sólo en el 2002.

Es difícil calcular cuántos empleos se han creado en nuestro país como consecuencia del TLC, ya que los factores de la economía inciden unos sobre otros de manera dinámica y constante. Los cálculos, sin embargo, oscilan entre uno y dos millones. El sector externo de la economía impulsado por el libre comercio no sólo se ha convertido en el mayor generador de empleos de nuestro país sino que lo ha hecho con sueldos significativamente mayores al promedio nacional.

Es falsa la visión de que el TLC ha beneficiado a la industria manufacturera pero ha golpeado a la agricultura. Las exportaciones agroalimentarias -que incluyen tanto los productos del campo como los alimentos procesados con mayor valor agregado- aumentaron en un 9.4 por ciento anual en los primeros ocho años de operación del TLC. Las importaciones en este rubro ascendieron 6.9 por ciento al año.

También las exportaciones agropecuarias -las que proceden directamente del campo- han aumentado: 6.6 por ciento al año, una cifra más que razonable. Es verdad que en este caso en particular las importaciones han aumentado más: 7.6 por ciento al año. Pero los beneficios del libre comercio se manifiestan en los dos sentidos. El aumento de las importaciones agropecuarias ha permitido que los precios de los alimentos se mantengan accesibles en el mercado nacional y eso ha favorecido directamente a los consumidores mexicanos.

Un dato poco conocido es que el consumo de proteína animal por parte de los mexicanos ha aumentado sustancialmente en los últimos años. Entre 1990 y el 2001 el de carne de res pasó de 12.3 a 16.4 kilogramos al año, el de carne de puerco de 11.2 a 14.1 kilos, el de carne de pollo de 9.4 a 21.3 kilos y el de huevo de 12.1 a 18.2 kilos. Uno de los factores que claramente contribuyó a este fenómeno, pese a las crisis económicas, ha sido la apertura comercial que, al moderar las alzas de precios, le ha dado a los consumidores mexicanos un mayor poder de compra.

Los oponentes del TLC argumentan que los beneficios del libre comercio no se han repartido de manera equilibrada en el país. El norte, apuntan, se ha visto favorecido mientras que el sur se ha quedado rezagado. Pero ahí está también una de las claves que nos obligan a mantener y fortalecer el TLC. El norte se ha integrado con entusiasmo al libre comercio y de ahí surge su relativa prosperidad. El sur, donde el subcomandante Marcos y sus comandantes neozapatistas protagonizaron la rebelión en contra del TLC del primero de enero de 1994, o donde el pintor Francisco Toledo encabezó una campaña en contra de la apertura de un McDonald’s, se ha quedado atrás precisamente por la resistencia de sus políticos a la apertura comercial y económica.

Por supuesto que el campo mexicano vive una pobreza inaceptable. Pero el problema no es el TLC sino la fragmentación y falta de derechos de propiedad de la tierra. El ejido ha sido uno de los mayores fracasos en la historia de nuestro país, pero los grupos políticos que dicen luchar contra la pobreza del campo no se atreven a señalarlo porque se benefician de él. No permitamos que los grupos políticos responsables de mantener a los campesinos en la pobreza logren su objetivo de acabar con el libre comercio. No permitamos que hundan la economía nacional para favorecer sus ambiciones políticas.

Reservas y peso

El Banco de México dice que no está interviniendo en el mercado cambiario, pero claramente sí lo hace. Al comprar los dólares que genera Pemex para aumentar las reservas internacionales está interviniendo: pero no para sostener el peso sino para devaluarlo.

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