“La sana incertidumbre nos abraza...
Ojalá y, por lo menos, aprendamos
a no despreciar para entender mejor.”
Federico Reyes Heroles
Para la economía sólo hay algo peor que la guerra: la incertidumbre.
Los mercados financieros del mundo han tenido un desempeño muy errático en los últimos meses y la razón que se aduce es que nadie sabe si la tan anunciada guerra contra Iraq terminará finalmente por estallar. Pero el problema no se limita a la inversión financiera. Las grandes empresas se están absteniendo de hacer inversiones directas porque, ante la incertidumbre de la guerra, no pueden pronosticar cuál será el desarrollo de la economía.
Mucha gente sigue pensando que el gobierno estadounidense quiere atacar Iraq sólo para promover una recuperación de su economía. Las señales de los inversionistas, sin embargo, apuntan exactamente en dirección contraria. Cuando arrecian los vientos de guerra, los mercados se caen y sólo se recuperan cuando el conflicto nuevamente se aleja.
Los inversionistas se dan cuenta de que la guerra no es un buen negocio para la economía. Genera, es verdad, un mayor gasto gubernamental inmediato, que puede reanimar a algunas industrias aisladas. Pero es un gasto que no construye nada: que no deja nuevos puentes, carreteras, hospitales o escuelas. Por eso resulta altamente improductiva. Cuando una bomba estalla, todo su valor desaparece.
Es muy probable que el nuevo conflicto sea breve y contundente. Ya hace doce años, en la primera guerra del golfo Pérsico, Estados Unidos demostró la inmensa superioridad de su tecnología bélica. Con el tiempo esta superioridad no ha hecho sino aumentar, mientras que la potencia militar de Iraq ha disminuido como consecuencia del largo bloqueo comercial que le han impuesto las Naciones Unidas. La incertidumbre, en realidad, no radica en el resultado de la guerra, sino en los atentados terroristas que podrían venir después.
El terrorismo se ha convertido en la amenaza más difícil de controlar en el mundo contemporáneo. Los propios estadounidenses no le prestaron demasiada atención al problema durante décadas porque su país había quedado en general exento de estos ataques.
El atentado terrorista en contra del edificio federal Alfred P. Murrah de la ciudad de Oklahoma en 1995, que dejó un saldo de 168 muertos, fue un primer encuentro con un terrorismo de gran escala dentro del territorio estadounidense. Y, sin embargo, el hecho de que este atentado haya sido cometido por un estadounidense —por un supremacista blanco actuando en solitario— pareció quitarle urgencia a la amenaza. La tragedia podía atribuirse a un loco y no a una campaña orquestada. Pero después de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y en el Pentágono, realizados por fundamentalistas islámicos, ha quedado más claro que nunca que el principal objetivo del terrorismo de hoy es Estados Unidos.
En 1990, los mercados financieros se desplomaron cuando Iraq invadió Kuwait. Los inversionistas sabían que se aproximaba una guerra. Pero una vez que se iniciaron las hostilidades, regresaron a los mercados con más entusiasmo que antes. Era la incertidumbre, y no la guerra, lo que los inquietaba.
¿Podría ocurrir algo similar ahora? ¿Podríamos ver un resurgimiento en los mercados financieros cuando se inicien las hostilidades contra Iraq?
Quizá no. Hoy la incertidumbre real no radica en el resultado de la guerra. Nadie duda que las fuerzas armadas estadounidenses pueden derrotar a Iraq en unas cuantas semanas. La duda real es lo que viene después de la guerra.
Ya las empresas internacionales de análisis económico han empezado a bajar sus pronósticos de crecimiento para Estados Unidos y las economías europeas en este año. Ellas, más que nadie, saben que en la incertidumbre el crecimiento no se da con facilidad. Y, querámoslo o no, esta expansión más moderada terminará por afectar a México. El beneficio que pueda resultar del alto precio del petróleo en este momento se desvanece cuando consideramos las consecuencias de la desaceleración producida por la incertidumbre.
Y si bien este menor crecimiento es una simple modificación de las cifras en los cuadernos y programas de cómputo de los economistas, para millones de mexicanos significará no poder encontrar el trabajo buscado o no poder conseguir el aumento de sueldo que se pretendía. Todos terminamos siendo así víctimas de la incertidumbre.
Primera dama
El presidente del PRI en el estado de México, Isidro Pastor, presentó ayer una denuncia penal en contra de Marta Fox, la primera dama, por haber hecho proselitismo en la entidad en un momento en que las reglas electorales ya no permiten la difusión de trabajos gubernamentales. La guerra electoral se vuelve cada vez más personal.